miércoles, 27 de marzo de 2019

LA GULA (PARTE II): SOBRE LOS OCHO ESPÍRITUS MALVADOS

Mtro. Rubén Elizondo Sánchez,
Departamento de Humanidades de la
Universidad Panamericana, Campus México.
rubeliz@up.edu.mx

Las personas dominadas por la gula tienden a engullir mucho más allá del mero atracón. No se trata solo de matar el hambre o de alcanzar la hartura.


En este sentido, la gula se refiere a cantidad. Es un extremo por exceso. El extremo por defecto se llama frugalidad, entendida ésta como distante del justo medio que es la nutrición adecuada de la persona singular.

Escribió Evagrio Póntico sobre la gula:

“El ojo del goloso escruta con curiosidad los banquetes, mientras que la mirada del temperante observa las enseñanzas de los sabios”.

Existe otro tipo de gula que se relaciona con la exquisitez. Desde esta perspectiva, la comida y la bebida se someten a inspección, rebuscamiento y sondeo.

Por ejemplo, la Gula de la Exquisitez es la de aquel que se disgusta porque el pan tostado que le sirven a la mesa está horneado un poquito más de lo que le agrada, o un poquito menos de lo que le apetece.

No se trata de rellenar el estómago repetidamente entre comidas y demasiado pronto, ni paladear alimentos sofisticados y costosos. Tampoco me refiero a exagerar la importancia de extasiarse con las viandas al grado de ritualizar con desorbitada elegancia el deber de alimentarse. De ninguna forma resalto el comer o beber vorazmente.

Mas bien apunto a cierto tipo de gula relamida, afectada, grosera o narcisista anclada firmemente en lo más profundo del egoísmo intramundano. El desasosiego consiste en que no me sirven la comida “como me gusta”. No me sirven el café “justo a la temperatura que me agrada”.

La gula de la exquisitez va en detrimento de la salud mental porque es egocentrismo refinado. No se trata de lo que el cuerpo necesita, sino de mi propio placer en la medida que me place para que me plazca más aún. 

La finalidad es privilegiar mi preferencia en aspectos que de suyo no demeritan la nutrición.

Termino con otro aforismo que revela efectos notables porque incide directamente en la pérdida de rumbo hacia la adquisición de la plenitud humana intelectual.

“Una mente sobria se alcanza con una dieta muy magra, mientras que una vida llena de delicadezas arroja la mente al abismo”.

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