miércoles, 18 de julio de 2018

LA FUERZA CREATIVA DEL AMOR

Marta Reynoso,
estudiosmujer01@hotmail.com

Amar no es más que querer el bien, dice Aristóteles. Si profundizamos esta idea, veremos que hay tres aspectos. Cuando amamos a una persona, queremos su bien.



Queremos a esa persona porque es un bien, queremos el bien para el otro y queremos el bien para nosotros. Cuando queremos a una persona queremos tenerla cerca. Cuando se da el recibir y el dar el bien, la persona que ama necesita ser más buena para dar más bien al otro. 

Aquel al que llamamos Dios quiere el Bien para aquellos a quienes ama. En el modo de amar de Dios, en Dios sólo se da el “darse a sí mismo como el máximo bien”. 

Dios se revela y Dice: escucha Israel, amarás a Dios con todo tu  corazón, con toda tu alma, con todas tus fuerzas. Dios dice al hombre: Quiéreme pues cuando me quieras tendrás el amor infinito. Dios nos dice: Yo que soy el Bien por excelencia.





Dios nos ha dicho: Yo soy el amor. Tu programa de vida es aprender a amar como Yo. Ese es el gran tesoro del cristianismo.

Hay que descubrir eso con luces nuevas. Dios quiere que amemos a los demás y que nos amemos a nosotros mismos.

Caridad es querer el Bien con mayúscula, dando lo mejor de uno mismo. Se trata de mirar a todos como Dios los mira. Los santos aman como Dios los amó.

Manuel Guillén, profesor de la Universidad de Valencia, dice que el amor es fuerza. Se requiere embalse para recoger el amor cada instante como regalo.

Luego hay que convertirse en canal: El canal retiene y da. Se requiere generosidad, esperanza, sólo da quien no tiene miedo a dar. Dios quiere que demos y que aprendamos a amar como Él ama. 

Hemos de ser fuente. El embalse retiene; el canal retiene y da; la fuente retiene, da y crea.

La creatividad el amor quiere decir que para dar de verdad, hay que dar siempre, pero a veces aquello se puede acabar. La fuente de quien brota la fuerza es Dios mismo en nuestro interior. Nos convertimos en fuentes del amor sólo cuando tenemos a Dios dentro. Por eso, el santo no se cansa de amar.

El Papa Francisco habla de que esto de vivir de amor, de hablar de Dios, es un misterio, porque ser fuente es el misterio de la Santísima Trinidad que inhabita en nosotros. Pasamos de un amor natural a un amor sobrenatural.

Cuando amamos como Dios ama, queremos obrar como Él, eso es un misterio. Eso se da en las personas que viven metidas en Dios, y se da de un modo natural. Entonces surge la iniciativa, podemos ser co-creadores. El amor de quien está metido en Dios innova, crea, tiene iniciativa y fruto. 

Brota esa capacidad de tener ideas nuevas. Aprende de Dios que inhabita el alma.

De la fuente brota el agua, así en nuestra alma brota ese ingenio y esa imaginación de que Dios está dentro. La raíz de ingenuo y de ingenio tiene la misma raíz de ingeniero: ingenio, la genialidad del que no tiene miedo, porque sabe que se trata de vivir una vida de amor con ecos de eternidad.

Sabe que lo que ocurre en la tierra es un continuo regalo, cada instante es un don y se descubre una oportunidad para cosas nuevas. Dios mío, hoy ¿qué me vas a regalar?, ¿qué oportunidades me vas a dar para que ame a mi esposo, a mi novio, a mis familiares, a mis amistades y a los demás?

Evidentemente, todo esto implica unirse a la cruz –no hay amor sin cruz, no hay rosas sin espinas-, todo esto implica lucha, esfuerzo, ejercicio ascético, saber que ese tesoro que implica la caridad está en vasijas de barro. 

Lo que nos hace fuente creativa es un misterio. Amar al mundo apasionadamente, amar el trabajo, ama todo lo que hace; quien se entrega a Dios seguramente será fecundo, tal fecundidad es muchas veces invisible. 

Sabe que no se pierde nada: ninguna de sus preocupaciones sinceras por los demás, un cansancio generoso, una dolorosa paciencia, nada se pierde. 

Dios hará fecundos nuestros esfuerzos como a Él le parezca.

Benedicto XVI dice: ¿En qué consiste el poder de Cristo Rey? No es el poder de los reyes y de los grandes de este mundo. Es el poder divino de dar la vida eterna, de liberar del mal, de vencer el dominio de la muerte. 

Y este Reino tiene la característica de que no se impone, sino siempre respeta nuestra libertad.

Es el poder del amor que sabe sacar el bien del mal, ablandar un corazón endurecido, llevar la paz al conflicto más violento, encender la esperanza en la oscuridad más densa. ¡Vale la pena amar con generosidad, perseverancia y de verdad!

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