jueves, 8 de junio de 2017

EL MATRIMONIO, VOCACIÓN CRISTIANA

Fue expresa voluntad de Dios-Padre el significativo hecho de que su Hijo, Jesucristo, naciera en el seno de un hogar. No fue una mera casualidad que su familia la integraran Santa María y San José. Así, desde toda la eternidad, Dios contemplaba que toda persona -de ser posible- naciera y viviera dentro de una familia para la conformación misma de su personalidad y su realización humana y espiritual.

Si observamos con detenimiento, cada uno de los miembros de la Sagrada Familia realizaba un trabajo; Jesucristo y San José como artesanos y la Virgen María como ama de casa. “Es el trabajo de la Sagrada Familia como la luz que ilumina nuestros días”, escribe San Josemaría Escrivá de Balaguer, y añade que nos ayuda a comprender el alcance trascendente que tiene el sacar adelante la labor cotidiana y los deberes familiares, cumpliendo ese trabajo con amor, con la mayor perfección humana posible, mediante el orden y el cuidado las cosas pequeñas.

Estaba en los planes de Dios la existencia del matrimonio y la familia. Ahora que se habla tanto de estos temas, ¿qué es el matrimonio? Es la unión de un hombre con una mujer con un fin procreativo, es decir, de formar una familia. Se trata de un camino de entrega generosa. Ese hogar es precisamente una escuela de virtudes para los hijos; el sitio donde se procura vivir la caridad, el cariño y la comprensión. Y cuando surgen los roces, las fricciones, se aprende a actuar con prontitud para saber perdonar de todo corazón, sin hacer una lista de agravios.

¡Qué razón tiene el Papa Francisco en el sentido de que las tres palabras claves para una grata convivencia en el hogar son: “por favor, muchas gracias y perdón”! No hay que olvidar que el amor siempre gana. Con esa actitud de fondo, entonces se puede ser capaz de disculpar, sonreír y querer de verdad aunque se descubra que la esposa y los hijos tienen sus pequeños defectos, como cada ser humano tiene los suyos propios.


Si los esposos tienen diferentes puntos de vista sobre una cuestión, es conveniente que en privado, intercambien sus diversos pareceres y los resuelvan, pero es importante que nunca los hijos los vean discutir o pelear violenta o agriamente. Y, sobre todo, no permitir que se enfríe el amor ni entre los cónyuges ni entre los padres y los hijos.

“¡Continuar teniendo detalles de cariño y afecto como cuando eran novios!”-animaba San Josemaría a los esposos. Recomendaba cuidar las normas de urbanidad y de buena educación en el comer, en el vestir, en el hablar; en cuidar la buena presencia; de tener los mismos detalles de afecto como cuando se pusieron de novios… ¿Son acaso meras minucias? No lo son, porque el verdadero amor se debe cultivar todos los días con cuidado y afecto como cuando diariamente se riegan las plantas y los árboles: con el tiempo darán sus flores y sus frutos. Las cosas pequeñas se agigantan si se hacen por amor.

En definitiva, el matrimonio es un verdadero camino de encuentro con Dios, de encontrar la plenitud de vida cristiana en medio del mundo dentro de esas actividades profesionales y quehaceres familiares.

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