LOS “PUNTOS DE QUIEBRE” DE DOS ILUSTRES PERSONALIDADES
Raúl Espinoza Aguilera
Es común entre los hombres de negocios decir que no tienen ni un solo minuto
para dedicarle a Dios. Como pretexto, suelen decir: “Es que estoy muy ocupado”,
“De mí dependen todos los negocios de este corporativo”, “Si descuido cualquier
aspecto, todo se puede venir abajo o que suframos un colapso”.
Tal es el caso del empresario italiano, Leonardo Mondadori, metido “en cuerpo y
alma” para dirigir “Editorial Mondadori”. Fue un empresario inteligente, visionario y
exitoso. Pero no contaba con un inesperado cáncer de páncreas, que fue
avanzando hasta su muerte, y ése fue su “punto de quiebre” o un profundo
acercamiento a la fe cristiana.
En una entrevista periodística, reconoce que vivía como si Dios no existiera. Y
estaba volcado en buscar sólo su realización profesional y obtener el máximo de
beneficios económicos.
En su vida personal, acepta que era bastante desordenada, con dos matrimonios,
tres hijos divididos. Incluso, en el terreno de las amistades, en una ocasión que
esta empresa editorial pasó por un tiempo de crisis, ocurrió lo típico: los supuestos
amigos desaparecieron.
Así que decide poner en orden su vida afectiva, viviendo la Castidad como el
Señor manda, y comenta que -con humildad- le pidió a ayuda Virgen María que le
ayudara a lograrlo.
Se puso de lleno a meditar sobre su enfermedad, sobre su inminente muerte y
corresponder a su anhelo apasionado que sentía por Dios. Comenzó a asistir a la
Santa Misa, a rezar el Rosario, a conversar con frecuencia con un sacerdote
amigo suyo, para poder confesarse.
Fue cuando tomó le decisión de reconciliarse con su verdadera esposa. Fue un
encuentro emotivo, que duró varias horas, que concluyó con un tierno abrazo.
Acto seguido, pudo recibir a Jesús en la Eucaristía.
Todo ello supuso una metamorfosis interior. Sus familiares y conocidos no daban
crédito al profundo cambio de Leonardo. Y para él fue fuente de una profunda
alegría.
Naturalmente fue objeto de burlas, murmuraciones, críticas, pero este empresario
no les hacía el menor caso. Pero lo que todos notaban en el semblante de
Leonardo -antes adusto y pensativo- era una sonrisa de oreja a oreja. “Como si se
hubiera hecho cirugía plástica”-comentaba un primo de Leonardo.
Cuando le preguntaban la causa de esa alegría, respondía: la Confesión
frecuente. “Si entras al confesionario, al salir, te dan ganas de cantar o de silbar.
En de sus varias operaciones, este empresario, antes prepotente, soberbio,
poderoso, casi invulnerable, ahora se veía en el quirófano solo, con su dolor. Fue
cuando tomó la decisión de unirse a la Cruz de Cristo para que ese sufrimiento
tuviera fecundad espiritual.
Pocos días antes de morir, comentó que se encontraba gustoso de regresar a la
Casa de su Padre-Dios, lleno de serenidad y de paz.
ALESSANDRA BORGHESE, LA ARTISTA QUE APRENDIÓ A MIRAR CON “LOS OJOS
NUEVOS”
Alessandra es museógrafa y especialista en Arte. Procede de una familia que
pertenece a la nobleza italiana. Tiene una posición económica desahogada. Así
que decidió irse a vivir a Nueva York para estar al día en las modas y corrientes
artísticas, conocer a destacados artistas y vincularse a todo ese glamour.
Una temporada que fue a Roma. Conoció a Marco Nesbit, joven rico, bien
parecido y se pusieron de novios. Pero ocultaba su desequilibrio mental. Un día
Alessandra fue al centro porque estaba montando una exhibición de pintura
moderna y casualmente se encontró con Marco, quien conducía un espléndido
automóvil deportivo convertible y de inmediato la invitó a dar una vuelta. Lo cual
Alessandra aceptó complacida. Pero a los pocos semáforos, Marco se puso una
pistola en su boca abierta y le gritó “¡me disparo!”. Ella imaginó que era una broma
y en ese mismo instante se voló la tapa de los sesos. Alessandra, de la fuerte
impresión, tuvo que ser hospitalizada.
Tiempo después, en Nueva York, conoció a Constantino Niarchos, hijo del
conocido magnate naviero griego. El joven era inteligente, simpático, rico, pero
adicto a la cocaína. Se pusieron de novios. Varias veces ingresó en un centro de
rehabilitación. Y después de prometer Constantino dejar la droga, se casaron.
Pero su vida marital era insostenible por las frecuentes recaídas del joven y pronto
se divorciaron. Al poco tiempo, Constantino falleció por una sobredosis de
cocaína.
Alessandra reconoce que internamente estaba destrozada. Buscaba la paz, pero
no la encontraba. Una íntima amiga suya, Gloria Von Thurn, la invitó a ir a Misa.
Aceptó de mala gana, pero fue. Al principio no entendía nada. Pero un día,
empezó a comprender la Palabra de Dios y a recordar muchos detalles de la
formación católica de su infancia. Otro día se animó a conversar con un sacerdote,
quien le propuso que se confesara y comulgara con frecuencia.
Desde entonces, su vida dio “un giro de ciento ochenta grados”. Comenzó a sentir
un intenso anhelo de Dios. Empezó a escribir libros con sus experiencias de
acercamiento a la fe y a dar conferencias sobre el mismo tema en varios países de
Europa. De una vida de glamour, tuvo “un punto de quiebre” y ahora es una
conversa con una intensa vida cristiana. Su dolor se transformó en un intenso
gozo.
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