lunes, 22 de abril de 2024

LOS "PUNTOS DE QUIEBRE" DE DOS ILUSTRES PERSONALIDADES

 LOS “PUNTOS DE QUIEBRE” DE DOS ILUSTRES PERSONALIDADES

Raúl Espinoza Aguilera

Es común entre los hombres de negocios decir que no tienen ni un solo minuto

para dedicarle a Dios. Como pretexto, suelen decir: “Es que estoy muy ocupado”,

“De mí dependen todos los negocios de este corporativo”, “Si descuido cualquier

aspecto, todo se puede venir abajo o que suframos un colapso”.

Tal es el caso del empresario italiano, Leonardo Mondadori, metido “en cuerpo y

alma” para dirigir “Editorial Mondadori”. Fue un empresario inteligente, visionario y

exitoso. Pero no contaba con un inesperado cáncer de páncreas, que fue

avanzando hasta su muerte, y ése fue su “punto de quiebre” o un profundo

acercamiento a la fe cristiana.

En una entrevista periodística, reconoce que vivía como si Dios no existiera. Y

estaba volcado en buscar sólo su realización profesional y obtener el máximo de

beneficios económicos.

En su vida personal, acepta que era bastante desordenada, con dos matrimonios,

tres hijos divididos. Incluso, en el terreno de las amistades, en una ocasión que

esta empresa editorial pasó por un tiempo de crisis, ocurrió lo típico: los supuestos

amigos desaparecieron.

Así que decide poner en orden su vida afectiva, viviendo la Castidad como el

Señor manda, y comenta que -con humildad- le pidió a ayuda Virgen María que le

ayudara a lograrlo.

Se puso de lleno a meditar sobre su enfermedad, sobre su inminente muerte y

corresponder a su anhelo apasionado que sentía por Dios. Comenzó a asistir a la

Santa Misa, a rezar el Rosario, a conversar con frecuencia con un sacerdote

amigo suyo, para poder confesarse.

Fue cuando tomó le decisión de reconciliarse con su verdadera esposa. Fue un

encuentro emotivo, que duró varias horas, que concluyó con un tierno abrazo.

Acto seguido, pudo recibir a Jesús en la Eucaristía.

Todo ello supuso una metamorfosis interior. Sus familiares y conocidos no daban

crédito al profundo cambio de Leonardo. Y para él fue fuente de una profunda

alegría.

Naturalmente fue objeto de burlas, murmuraciones, críticas, pero este empresario

no les hacía el menor caso. Pero lo que todos notaban en el semblante de

Leonardo -antes adusto y pensativo- era una sonrisa de oreja a oreja. “Como si se

hubiera hecho cirugía plástica”-comentaba un primo de Leonardo.

Cuando le preguntaban la causa de esa alegría, respondía: la Confesión

frecuente. “Si entras al confesionario, al salir, te dan ganas de cantar o de silbar.


En de sus varias operaciones, este empresario, antes prepotente, soberbio,

poderoso, casi invulnerable, ahora se veía en el quirófano solo, con su dolor. Fue

cuando tomó la decisión de unirse a la Cruz de Cristo para que ese sufrimiento

tuviera fecundad espiritual.

Pocos días antes de morir, comentó que se encontraba gustoso de regresar a la

Casa de su Padre-Dios, lleno de serenidad y de paz.

ALESSANDRA BORGHESE, LA ARTISTA QUE APRENDIÓ A MIRAR CON “LOS OJOS

NUEVOS”

Alessandra es museógrafa y especialista en Arte. Procede de una familia que

pertenece a la nobleza italiana. Tiene una posición económica desahogada. Así

que decidió irse a vivir a Nueva York para estar al día en las modas y corrientes

artísticas, conocer a destacados artistas y vincularse a todo ese glamour.

Una temporada que fue a Roma. Conoció a Marco Nesbit, joven rico, bien

parecido y se pusieron de novios. Pero ocultaba su desequilibrio mental. Un día

Alessandra fue al centro porque estaba montando una exhibición de pintura

moderna y casualmente se encontró con Marco, quien conducía un espléndido

automóvil deportivo convertible y de inmediato la invitó a dar una vuelta. Lo cual

Alessandra aceptó complacida. Pero a los pocos semáforos, Marco se puso una

pistola en su boca abierta y le gritó “¡me disparo!”. Ella imaginó que era una broma

y en ese mismo instante se voló la tapa de los sesos. Alessandra, de la fuerte

impresión, tuvo que ser hospitalizada.

Tiempo después, en Nueva York, conoció a Constantino Niarchos, hijo del

conocido magnate naviero griego. El joven era inteligente, simpático, rico, pero

adicto a la cocaína. Se pusieron de novios. Varias veces ingresó en un centro de

rehabilitación. Y después de prometer Constantino dejar la droga, se casaron.

Pero su vida marital era insostenible por las frecuentes recaídas del joven y pronto

se divorciaron. Al poco tiempo, Constantino falleció por una sobredosis de

cocaína.

Alessandra reconoce que internamente estaba destrozada. Buscaba la paz, pero

no la encontraba. Una íntima amiga suya, Gloria Von Thurn, la invitó a ir a Misa.

Aceptó de mala gana, pero fue. Al principio no entendía nada. Pero un día,

empezó a comprender la Palabra de Dios y a recordar muchos detalles de la

formación católica de su infancia. Otro día se animó a conversar con un sacerdote,

quien le propuso que se confesara y comulgara con frecuencia.

Desde entonces, su vida dio “un giro de ciento ochenta grados”. Comenzó a sentir

un intenso anhelo de Dios. Empezó a escribir libros con sus experiencias de

acercamiento a la fe y a dar conferencias sobre el mismo tema en varios países de

Europa. De una vida de glamour, tuvo “un punto de quiebre” y ahora es una

conversa con una intensa vida cristiana. Su dolor se transformó en un intenso

gozo.

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