Raúl Espinoza Aguilera
¿Cuál es el secreto de la
felicidad? ¿Y de que las personas vivan muchos más años con salud y buen ánimo?
Sin duda, en el modo como enfrentan la vida cotidiana con sus contradicciones y
adversidades. Tengo a dos amistades que acaban de cumplir 90 años y cada día
viven su existencia con plena intensidad (con esto no pretendo decir que las
personas alegres necesariamente vivirán muchos años, pero sin duda eso ayuda).
Los entusiastas están siempre
en busca de noticias y hechos que los ilusionen y hagan felices a los demás.
Uno practica el tenis y el otro, la caminata diaria. Les alegra -como es
lógico- que la familia vaya aumentando con más nietos y bisnietos. Siempre
tienen un chiste o un cuento gracioso para contar y si algún amigo les
retroalimenta con más chistes los graban mentalmente y enriquecen su
repertorio.
Ante las enfermedades o
padecimientos propios de la edad, suelen no entristecerse sino sacar el lado
divertido. Conozco a un amigo que tiene cáncer de piel y que con cierta
periodicidad debe de acudir al Oncólogo para que le quiten las manchas
cancerígenas en su piel. Suele decir con buen humor: “Voy al médico para que me
quite las pequitas”. Todos hemos sido testigos que nunca ha perdido su sonrisa ni
el entusiasmo por vivir. Es más, es la alegría de su hogar, en su trabajo y
entre sus amigos.
Los cómicos son fuente
inspiradora de ese buen humor. En lo personal me siguen agradando las películas
de Cantinflas, de Tin-Tan, de Charles Chaplin, del “Gordo y el Flaco”, etc. Todavía
recuerdo, cuando era niño, en algunas películas de Cantinflas las risas de mi
padre y sus colegas ante los peculiares “argumentos jurídicos” que empleaba (todos
ellos eran abogados), así como las muestras de hilaridad de mi madre y sus
amigas ante los bailables y originales atuendos con que vestía. Por ejemplo,
cuando se disfrazaba de “El Gaucho Veloz”; o de “El señor de los diamantes”
(con su traje a cuadros exótico), del “Agente 777”; o con su extravagante modo
de bailar danzón o la cumbia. En la película “Por Mis Pistolas”, Cantinflas va
en busca de una mina de su bisabuelo. Resulta particularmente divertida la conversación
que sostiene Cantinflas -vestido de vaquero y acompañado de un burrito- con un
agente aduanal de Arizona, pero no esperaba que el funcionario de migración,
entre otras muchas preguntas le planteara:
-
¿Pretende usted derrocar al gobierno de los
Estados Unidos?
-
Ay, no la “amuele”, Míster, ¿Qué así ya nos
llevamos?
Luego lo pretende multar con
un dólar porque, en un descuido, su burrito cruzó la frontera un par de metros.
Y, después, el agente pierde la llave del candado de la pequeña reja y
Cantinflas lo abre rápido con su ganzúa, ante la graciosa indignación de la
autoridad aduanal. En fin, se trata de un diálogo muy cuidado que resulta
cómico y además no pierde actualidad ante la problemática fronteriza que existe
entre ambos países.
Tin-Tan imitaba a la
perfección al clásico “Pachuco” en su manera de hablar -que en la jerga popular se le suele llamar
“pocho”- o de portar un traje muy holgado con su larga cadena y un sombrerito
con una pluma. Dejaron huella sus películas: “El Revoltoso”, “El Rey del
Barrio”, “La Marca del Zorrillo”, “El Bello Durmiente”, “Las Locuras de Tin-Tan”,
etc. Sobre Charles Chaplin, se convirtieron en clásicos del cine sus películas:
“Candilejas”, “El Gran Dictador” (imitando a Adolfo Hitler), “El Chico”,
“Tiempos Modernos”, “Luces de la Ciudad”. Hay personas que -de cuando en
cuando- suelen ver a estos clásicos de la comicidad como un divertido
pasatiempo.
El filósofo francés, Henri
Bergson escribió un ensayo bastante revelador acerca de los detonadores del
buen humor: 1. La confusión; 2. Lo inesperado; 3. Lo ridículo; 4. Lo ilógico;
5. El cariz psicológico; 6. Lo exagerado; 7. Los juegos de palabras; 8. La
imitación.
Un ejemplo de atuendo ridículo,
Cantinflas usaba su pantalón muy por debajo de la cintura y un retazo de tela sobre
su hombro que le llamaba “su gabardina”. En “El Bombero Atómico”, el cómico le
pregunta a una niña que tomó en adopción:
-¿Cómo de qué tengo cara?
- ¡Cómo de limosnero!
-responde con toda sencillez.
-Lo que pasa es que soy
periodista y gano muy poco (en realidad era voceador y vendía periódicos en la
calle).
El jugar con las palabras
siempre ha tenido un especial atractivo y es un recurso habitual de la
comicidad en todos los idiomas. Verbigracia, se cuenta que un médico, profesor
de Anatomía, en un examen oral, cuestionó a uno de sus alumnos lo siguiente:
-A ver compañero, dígame usted:
-¿Qué es el píloro?
Sorprendido el estudiante se
limitó a responder:
-Ignórolo -respondió dubitativo
y temeroso.
A lo que el Catedrático le
dijo con determinación:
-¡Pues repruébolo!
San Josemaría Escrivá de
Balaguer afirmaba: “Cada vez estoy más persuadido: la felicidad del Cielo es
para los que saben ser felices en la tierra” (Forja No. 1005).
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