sábado, 20 de enero de 2024

CANONIZACIONES DIFÍCILES

La Iglesia no es inmune a la cultura, finalmente está formada por hombres de su tiempo y

debe transmitir sus mensajes en esas coordenadas espacio temporales y, por lo tanto, culturales.

En ese sentido, no es impermeable a la moda de lo “políticamente correcto” ni a la corriente

“woke” o “de la cancelación”. Parece ser que ha habido santos -personas que, podemos suponer

con bastantes visos de credibilidad, están en el Cielo- que sin embargo han sido “cancelados” y no

se pueden canonizar. No es gratuita esta pretensión de declararlos “santos antes de tiempo”, pues

tienen fama de santidad, sus vidas han dejado una profunda estela de bien en la Iglesia y en la

historia de la humanidad, y se ha estudiado concienzudamente su vida. ¿Cuál es su error?

Pretender acceder a los altares en el momento equivocado.

Sin hacer una investigación exhaustiva, me vienen a la mente dos ejemplos: la Sierva de

Dios Isabel la Católica y el Venerable Fulton J. Sheen. Isabel I de Castilla murió con fama de

santidad, aunque su proceso comenzó muy tarde, en 1974, es decir, se trataría de un proceso

histórico que intentaría determinar su fama de santidad a lo largo de los siglos, como una especie

de “culto inmemorial” al estilo del Beato Duns Escoto, que a su vez determine, a través de una

estricta indagación histórica, cómo vivió heroicamente las virtudes cristianas. A parte de eso, la

cristiandad y la civilización occidental tienen una deuda enorme con Isabel: gracias a su apoyo

América fue descubierta, y fue defensora de los derechos de los indígenas como personas

humanas, adelantándose por siglos a la Declaración de Independencia de los Estados Unidos. En

efecto, la reina les da el tratamiento de súbditos libres y reconoce sus derechos humanos. A partir

de ese momento, los reyes de España se consideraron protectores de los indígenas, por lo menos

durante el reinado de los Habsburgo. Es verdad que algunos colonizadores, encontraban la

manera de eludir la ley, pero la ley estaba escrita y fue promulgada por Isabel I.

¿Cuál es el pecado imperdonable de Isabel la Católica? La expulsión de los judíos sefardíes

del reino de España. Comprender este hecho implica sumirse en su contexto histórico.

Obviamente, con ojos del siglo XXI nos parece una barbaridad, pero quizá no lo fuera tanto desde

la perspectiva del siglo XV, que fue cuando ocurrieron los eventos. Justo en ese momento se

estaba fraguando el concepto de “nación” o “estado” en su sentido moderno. La nobleza perdía el

poder, el cual se concentraba en la figura de los reyes. Había diversos elementos que componían

el cóctel de una nación: un solo rey, una sola lengua, una sola moneda, una sola religión. Por eso,

en el siglo siguiente se adoptó la consigna: “cuius regio, eius religio”, es decir: según sea la religión

del rey, esa será la religión del pueblo que él gobierna. Y esta norma se adoptó en todo el

territorio europeo. Es decir, mirando el contexto religioso, fue una medida “normal”, aunque,

objetivamente injusta; pero esa injusticia estaba más allá del horizonte de interpretación de la

reina. Su beatificación supondría un duro golpe al diálogo interreligioso mantenido con los judíos

desde el Concilio Vaticano II, y por ese motivo está en stand-by.

El caso del Venerable Fulton J. Sheen es más sorprendente. Iniciado su proceso durante el

pontificado de san Juan Pablo II, declarado Venerable por Benedicto XVI, aprobado por Francisco

el milagro que debería abrirle las puertas a la beatificación -finalmente, un milagro documentado

atribuido a su intercesión vendría a ser como el acta notarial de que efectivamente se encuentra

en el Cielo-, fijada su fecha de beatificación para el 21 de diciembre de 2019, fue suspendida pocos

días antes de celebrarse. Este evento, sin duda, resulta novedoso para la añosa historia de la


Iglesia, nunca había sucedido algo así. ¿El motivo? Un obispo juzgó que el comportamiento del

obispo Sheen con un sacerdote que tuvo una conducta sexual inapropiada en 1963 pudiera ser

mal entendido por el Fiscal General de Nueva York. Sobra decir que la investigación histórica

realizada durante el proceso exoneraba completamente a Sheen del caso, afirmando

rotundamente que “nunca había puesto a niños en peligro”. Pero, dado el revuelo actual sobre el

triste caso de la pederastia clerical, donde no hay presunción de inocencia sino de culpabilidad,

aconsejaron meter en la congeladora su beatificación, a pesar de su milagro, los frutos en

conversiones de su predicación y su magnífica doctrina.

Mirando retrospectivamente, pienso que algunos de los santos más grandes de la historia

de la Iglesia, no serían canonizados con los criterios actuales. Me vienen a la memoria dos

ejemplos: san Ambrosio de Milán y san Cirilo de Alejandría. San Ambrosio es culpable de lo que

podríamos denominar “la primera quema de una Sinagoga en la historia”, perpetrada por monjes

en Raqqa, actual Siria. El emperador Teodosio intentó castigar a los culpables, pero Ambrosio,

furibundo antisemita, impidió que lo hiciera, sugiriendo que la Iglesia tenía derecho a hacerlo.

Mientras san Cirilo de Alejandría, quien también fue antisemita (destruyó su Sinagoga y los

expulsó de Alejandría), es culpado por instigar el salvaje asesinato que el populacho perpetró

contra Hipatia de Alejandría, filósofa, matemática y astrónoma. Cabe hacer notar que ambos son

doctores de la Iglesia y “campeones de la ortodoxia”: san Cirilo es el principal promotor, dentro

del Concilio de Éfeso en el 431 d.C., de que María siguiera considerándose “Theotokós”, es decir,

“Madre de Dios”; y san Ambrosio de la conversión de san Agustín, quizá el pensador católico más

prominente de la historia. Pero en su época, ser antisemita no te bloqueaba el camino a los

altares.

En su tiempo el antisemitismo no era un pecado, ahora sí lo es. La Iglesia ha reconocido,

quizá un poco tarde, su parte de culpa en la formación del antisemitismo gracias al gran san Juan

Pablo II, que en el contexto de la “purificación de la memoria” publicó: “Nosotros recordamos:

Una reflexión sobre la Shoah”. San Ambrosio, san Cirilo e Isabel la Católica obraron con buena

conciencia, aunque lo que hicieron objetivamente estuvo mal. Pero en su tiempo eso no se

percibía y ello no les impidió a los primeros dos el acceso a los altares, a la última sí. Pienso que lo

mismo le sucede a Fulton J. Sheen, durante su vida no había la sensibilidad que hay ahora, y por

ello la Iglesia vacila al ponerlos como ejemplo. Pero, finalmente, pienso que eso les tiene a ellos

sin cuidado, pues seguro estarán ya disfrutando de la visión de Dios en el Cielo, aunque nosotros

no queramos reconocerlo.


Dr. Salvador Fabre

masamf@gmail.com

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