miércoles, 22 de marzo de 2023

LA PROFUNDA ALEGRÍA DE LA ARTISTA ALESSANDRA BORGHESE

Raúl Espinoza Aguilera

Alessandra nació en Roma (Italia) el 25 de septiembre de 1963. Estudió

Administración de Empresas en el John Cabot College y trabajó en Nueva York

para la empresa “American Express”. A su vuelta a Italia siguió en el mundo de los

negocios y organizó exposiciones de arte. Se convirtió en una experta

museógrafa.

Ése era su ambiente y le llenaba de alegría dedicarse al arte por herencia familiar.

Los Borghese son una familia nobiliaria italiana, originaria de Siena, que fue muy

importante en la historia política y religiosa de Roma desde el siglo XIII y durante

los siglos venideros. De esa ilustre familia descienden ilustres personajes, como:

filósofos, artistas, militares, marinos, senadores, políticos, abogados y hasta un

Papa.

Alessandra reconoce que le agradaban las ciudades cosmopolitas, por ello decidió

estudiar en Nueva York. También relata que le gustaba la buena vida: lujosos

restaurantes, frecuentes reuniones con la alta sociedad, entrevistas con

celebridades y conocidos artistas y cantantes, usar ropa costosa, tener buenos

coches último modelo y, sobre todo, escribir sobre exposiciones de arte.

Es una persona muy alegre, que goza de buen humor y simpatía, por ello se ha

hecho de numerosas amistades, sobre todo, de la aristocracia.

Le apasiona ser escritora, periodista, empresaria cultural y crítica de arte. Escribe

para el Semanario “Gente” y en el Suplemento Cultural “Estilos” “Il Corriere della

Sera.”

Ha publicado varios libros. Hubo dos de ellos que me impresionaron: “Sed de

Dios” (2007) y “Con los Ojos Nuevos: Un Viaje a la Fe” (2018). En ellos reconoce

que con ese estilo de vida que llevaba, tenía una actitud crítica y de desapego

hacia su propia fe. Desde su adolescencia se había distanciado de la Iglesia

porque según lo dice con sus propias palabras, le parecía “rígida, polvorienta y

anticuada”.

A ella le atraían mucho las fiestas, las reuniones, los bailes, pasarla bien, divertirse

en agradables entornos, tener buenas amigas que le hicieran compañía en su

frívolo “tren de vida”. Ése era su placentero “status” y no estaba dispuesta a

cambiarlo por nada del mundo.

Luego se enamoró de Marco Nesbit, joven rico, bien parecido y con muchos

amigos. Pero ocultaba un acentuado desequilibrio mental. Cierto día, en el centro

de Roma, a plena luz del día y a media calle, Marco se le acercó a un conche

convertible donde viajaba Alessandra y la invitó a dar un paseo. Ella aceptó de

buen gusto. Subió al automóvil de Marco y avanzaron un cierto trecho.


En el momento menos esperado le gritó a la experta en Arte: ¡”Me voy a disparar”!.

Sacó una pistola. Ella pensaba que, sin duda, se trataba de una broma. Giró su

cabeza para mirarlo, pero observó -con estupor- que Marcó se metía el revólver en

la boca y se voló la tapa de los sesos.

No se requiere demasiada imaginación para comprender lo que supuso para

Alessandra este desagradable suceso. Sobre todo, si tomamos en cuenta su

exquisita sensibilidad artística y por tratarse de su primer novio. Auténticamente

“se derrumbó” y tuvo que acudir a la asistencia médica por el fuerte impacto

sufrido. Para Alessandra no fue fácil olvidar este hecho. También sus familiares y

amistades intervinieron para ayudarle a sobreponerse.

Un tiempo después, en Nueva York, se enamoró de Constantine Niarchos, hijo del

famoso naviero griego Stavros Niarchos., quién era un gran armador de barcos,

Se trataba de un joven inteligente, rico, simpático, pero adicto a la cocaína.

Ella le suplicó que se internara en una clínica de desintoxicación, a lo que el joven

accedió. A los pocos meses parecía estar rehabilitado y decidieron casarse. Pero

aquel sueño con “su príncipe azul” terminó bruscamente porque un par de años

después, Constantine volvió a caer en las drogas. La relación conyugal se tornó

insostenible y fue entonces cuando decidieron divorciarse. Años después,

Alessandra se enteró que falleció a consecuencia de una sobredosis.

A continuación, murieron también familiares cercanos de Alessandra y estaba

auténticamente destrozada por dentro. Acudió a una amiga suya y la invitó a la

Santa Misa. Al principio ella tenía sus dudas y resistencias interiores, pero

finalmente aceptó. Cierto día escuchando la Palabra de Dios le impactó de modo

especial. Fue entonces que acudió a la Confesión. Y el sacerdote le recomendó

que continuara asistiendo a la Santa Misa y a la Comunión frecuente. Con este

motivo sintió la Presencia de Dios, que la buscaba como un Padre Amoroso y con

Quién podía desahogarse. Y, a la vez, sintió su Amor Infinito. Entonces, ocurrió un

notable cambio interior porque su vida adquiría otra dimensión más profunda.

Al fin, había descubierto la causa de la verdadera alegría, la que vale realmente la

pena. De un Amor que no cambia, sino que siempre está junto a nosotros,

escuchándonos, bendiciéndonos, inspirándonos.

Así que le volvió la alegría perdida a su rostro y a su corazón porque Alessandra

sabía que era la definitiva y, a la vez, la más profunda. A raíz de esa íntima

experiencia, publicó varios libros y se dedicó a dar conferencias por muchas

capitales del Viejo Continente con el tema: “¿Cómo encontré a Dios?” A través de

sus exposiciones se convirtió en una celebridad con un tema tan audaz como

novedoso en la secularizada Europa.

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