miércoles, 20 de abril de 2022
RESURRECCIÓN: UN SACRIFICIO QUE NOS ABRIÓ LAS PUERTAS DEL CIELO
Pbro. José Martínez Colín
1) Para saber
Con motivo de la Semana Santa, el Papa Francisco comentó que el
Vía Crucis es la síntesis de la vida de Jesús, es el icono de su obediencia
a la voluntad del Padre; la realización de su infinito amor por nosotros,
pecadores, y la realización definitiva de la revelación. El peso de la Cruz
nos libera de todos nuestras cargas.
Para comprender lo que la Cruz significa, San Alfonso María de
Ligorio hacía una comparación: Imaginemos que un esclavo debido a
sus delitos fue condenado a muerte por el rey. El rey tenía un hijo único
a quien amaba mucho. A su vez, el hijo, de gran bondad, era muy
amigo del esclavo. Por ello, al conocer el destino del esclavo fue con su
padre a rogarle que lo perdonara. Pero el rey le dijo que era exigencia
de la justicia que se satisficiera la culpa. El hijo lo comprendió pero le
pidió al padre le concediera un favor. Su Padre accedió siempre y
cuando no lesionara la justicia. Empeñada su palabra, el hijo le pidió que
aceptara otra víctima. El padre le recordó que habiendo sido ofendida su
majestad, sólo podría ser satisfecha por alguien de su misma grandeza.
Entonces el hijo le respondió: “Yo seré esa víctima. Que yo muera y viva
el esclavo”. El rey ya no pudo retirar su palabra y lleno de dolor aceptó.
Es comprensible el significado de la comparación, que aunque
conmovedora, aún está muy lejana de representar el inmenso amor de
Dios por el hombre. Por ello el Papa Francisco nos recuerda que ante la
Cruz de Jesús, vemos casi hasta tocar con las manos la medida en la
que somos amados eternamente.
2) Para pensar
La comparación de San Alfonso continúa. El hijo, antes de morir, le
pide a su padre un último favor. En esos momentos, el Padre no puede
negarse a concederle algo a su hijo. Le pide algo inconcebible: que
reciba al esclavo redimido como a su hijo en lugar suyo, haciéndolo
partícipe y heredero de todos los bienes del reino. Traspasado de dolor
el rey se lo concede.
Gracias a la pasión y muerte de Jesús por nosotros, no sólo fuimos
perdonados, redimidos, sino que además nos consiguió la gracia de
poder ser hijos de Dios.
3) Para vivir
La comparación termina con el encuentro del hijo con el esclavo:
Llega a la prisión y le quita las cadenas, le da un fuerte abrazo, dándole
la noticia: ahora no sólo es libre, sino con la condición de hijo del rey y
heredero de sus bienes. Él sufrirá la muerte en lugar suyo. El esclavo
está atónito y no cabe de agradecimiento sintiéndose completamente
indigno de tal trato. Aún el hijo añade: “Mira cuánto te amo. Antes de
morir sufriré los mil tormentos que debías tú sufrir según las leyes del
reino. Sólo te pido una cosa”. El esclavo está dispuesto a todo. El hijo le
pide: “Que no te olvides de cuánto te amé y de cuánto voy a sufrir por
ti, ¿me lo prometes?”
Podemos imaginar cómo sería la respuesta del esclavo, pero no
olvidemos que nosotros somos ese esclavo, pecador, y hemos de saber
prometérselo a Jesús. Ojalá no seamos tan ingratos que nos olvidemos
de su inmenso amor y de sus padecimientos por los cuales nos liberó de
la esclavitud del pecado y elevó a la condición de hijos. La Cuaresma
nos lleva tener presente esa redención y la Resurrección nos lleva a vivir
agradecidos la nueva Vida que nos ganó Jesús. (articulosdog@gmail.com)
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