viernes, 18 de marzo de 2022
LA PACIENCIA “TODO LO ALCANZA”
Raúl Espinoza Aguilera, @Eiar51
En este mundo nuestro de las innovaciones y del asombroso progreso
tecnológico, de las prisas, de no descansar ni un minuto en horas laborales, me
parece que nos hemos ido acostumbrando a “la inmediatez”. Como aquel directivo
que solía pedir a sus ejecutivos “quiero que este asunto salga cuanto antes y si no
lo terminan a las 6;00 de la tarde, por favor, dediquen horas extras hasta realizarlo
bien y me avisan esté donde esté, ¿O.K.?”.
O bien, como en la redacción de los periódicos se solía decir, cuando un periodista
le preguntaba a su jefe: “Y esta nota de prensa para cuando la necesita”. Y en
forma clara y tajante se escuchaba la clásica respuesta “era para ayer”. O sea,
cuanto antes, entre más pronto mejor o “mete el acelerador” porque esto urge.
No todas las personas pueden conducirse durante toda su vida con ese vértigo
imparable de velocidad laboral, de resultados “contra reloj”. Como me explicaba
una doctora Dermatóloga, a propósito de una reflexión que hacía sobre la
sociedad de nuestro tiempo: “Hoy en día, los profesionistas jóvenes viven con
demasiadas prisas y presiones, de un modo trepidante, es una espiral que no
termina y, naturalmente, eso conduce a enfermedades nerviosas, como la
depresión o a dañar su propio organismo como la gastritis, las úlceras, diversos
trastornos cardíacos, etc. Cuando era una Doctora joven, nunca viví con
semejante estrés y logré realizar mis objetivos. En cambio, esta generación
termina por dañar la parte corporal o su salud mental”.
Por el contrario, me quedé pensando en los grandes filósofos, artistas y literatos
de la cultura grecolatina quienes dedicaron mucho tiempo para realizar sus obras
maestras, por ejemplo, Aristóteles y Platón. También en la Edad Media, Santo
Tomás de Aquino para escribir la “Suma Teológica”, la “Suma contra Gentiles”,
libros de profundas disquisiciones sobre Filosofía y Teología. O bien, en el
Renacimiento italiano, “La Piedad” de Miguel Ángel Buonarroti, que me parece una
genialidad, lo mismo que “El Moisés”, que al concluir esta maravillosa obra
escultórica se dice que el artista le dio un leve golpe con el martillo en su rodilla y
le dijo al Moisés: “¡Habla!”. Del mismo modo, Dante Alighieri quien escribió su
monumental obra: “La Divina Comedia”, que ha quedado para la posteridad como
una obra clásica.
Recuerdo ahora los célebres versos de Santa Teresa de Jesús sobre la paciencia:
Nada te turbe, /
Nada te espante; /
todo se pasa, /
Dios no se muda; /
La paciencia todo lo alcanza. /
Quien a Dios tiene nada le falta. /
Fue una persona que sufrió muchas incomprensiones, persecuciones y una
tremenda pobreza, pero nada ni nadie le impidió fundar conventos por toda
España. Tenía un tremendo empuje y una vigorosa determinación. Cuando se
empañaba en cumplir un objetivo, vencía todos los obstáculos lo lograba porque
era una mujer fuerte y paciente.
La paciencia está muy ligada a la fortaleza. Cuando se posee esta última virtud se
tiene la capacidad de acometer una acción, pero también de resistir todo tipo de
sufrimientos y penalidades.
Por ello se dice que una persona es fuerte porque es paciente ante las
enfermedades, las adversidades, las numerosas dificultades que se encuentra en
el camino, los problemas económicos, pero sale adelante. Es más, tiene la
capacidad de llevar con buen ánimo todas estas pruebas por las que pasa y
ningún suceso lo desanima. Puede sentir miedo ante una adversidad, pero lo
vence con audacia y valentía. Cuando todos los de su equipo se desalientan, él
pone el ejemplo de nunca desistir y perseverar en el intento con alegría.
Recuerdo a algunos generales y soldados que combatieron en la Segunda Guerra
Mundial, que cuando un periodista los entrevistaba ante una hazaña conseguida
en combate, solían preguntarles: “-¿Llegaron a tener miedo?” y la respuesta
inmediata era: “-¡Por supuesto! Pero había que vencerlo, dar buen ejemplo a los
demás soldados y mantener en alto el ánimo del todo el ejército”.
Como afirmaba el filósofo francés, Jean Jacques Rousseau (1712-1778) en una
acertada frase: “La paciencia es amarga, pero sus frutos son dulces”.
Durante quince años di clases en “Educar, A. C.”, Ixtapaluca, Estado de México,
tanto en la Primaria como en la Secundaria y con frecuencia acudían a mí padres
y madres de familia con la queja de que sus hijos no les obedecían en temas,
como: el orden, el aprovechamiento del tiempo, la puntualidad para comenzar con
sus tareas escolares y concluirlas bien; responsabilidad para estudiar, aunque no
estuvieran ellos presentes; una vez que terminara el hijo mayor con sus
obligaciones, ayudar a sus hermanos más pequeños con sus tareas escolares. Me
decían: “Ya le hemos dicho a nuestro hijo mayor muchas veces, pero no nos
obedece”. Entonces empleaba una comparación en aquellos lugares rodeados de
sembradíos: “Ven aquella plantita que apenas se va desarrollando”. “Sí la vemos”-
me respondían. “Pues sus hijos van creciendo poco a poco. Y como a esa plantita
no se le puede forzar a que crezca más deprisa porque y se rompería ya sea del
tallo, de las hojas o se le sacaría de la tierra con todo y raíz. Por lo tanto, se
requiere paciencia un año y otro año. Poco a poco sus hijos comenzarán a vivir
esos valores que ustedes les están inculcando. Así que ¡paciencia, mucha
paciencia!”. Y de este modo concluía mi conversación con aquellos padres de
familia.
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