domingo, 5 de septiembre de 2021
UN TWEET DEL PAPA: ORACIÓN Y AYUNO POR LOS AFGANOS
Pbro. Mario Arroyo,
Dr. en Filosofía.
p.marioa@gmail.com
Recientemente el Papa twitteo: “Como cristianos la situación en Afganistán nos
compromete. En momentos históricos como este no podemos permanecer indiferentes. Por eso
hago un llamamiento para que se intensifique la oración y se practique el ayuno pidiendo al Señor
misericordia y perdón”. Al hacerlo manifiesta dos cosas: su fe en la oración y su preocupación por
el mundo. Ambas realidades forman parte del bagaje esencial que todo católico debiera tener.
En primer lugar, la confianza en la oración, y también en la oración del cuerpo, o
penitencia, manifestada en el ayuno, al que nos invita el Papa. Es curioso, ahora está de moda el
ayuno como forma de guardar la línea; en ese caso nos parece justificado –porque funciona-, pero
en cambio, puede parecer una exageración o incluso un absurdo practicarlo por motivos
espirituales. “¿En qué le beneficia a una mujer afgana que yo no tome mis huevos con jamón una
mañana?” Es cuestión de fe; fe que manifiesta el Papa, finalmente es el guardián de la misma, y
que debiéramos tener, o por lo menos pedir sus correligionarios.
Con la oración el alma se hace “católica”, palabra de origen griego que indica “universal”.
Nuestro corazón se hace universal con la oración, en la medida en que ningún sufrimiento del ser
humano nos resulta indiferente. La oración hace que nuestro corazón se identifique con el de
Cristo, para quien tampoco resulta indiferente ningún sufrimiento humano, no importando que se
trate del sufrimiento de mujeres afganas, es decir, de otra religión y cultura. En ese caso, es poco
rica una oración que se limita a pedir por las necesidades personales, poco católica, universal.
La preocupación por el mundo, el querer compartir sus cargas, el no mirarlo con
indiferencia -pues el asunto no es conmigo ni con los míos-, es muestra de poseer una mentalidad
católica y de “sentir con la Iglesia”, para quien las preocupaciones y los anhelos de todo hombre
resultan importantes. ¿Cómo se consigue? Se requieren dos hábitos: seguir las noticias –no estar
encerrados cómodamente en nuestra zona de confort-, y hacer oración, para que
progresivamente nuestros sentimientos se vayan configurando con los de Jesucristo.
En ese sentido, una fuente importante de la oración, complementaria a las Sagradas
Escrituras, son las noticias, máxime cuando son “malas”, porque nos “duelen” y nos impulsan a
elevar el alma a Dios en petición de ayuda. Debería ser casi un movimiento reflejo: ante una
tragedia, o una situación de sufrimiento de la cual nos enteramos, inmediatamente elevar el alma
al cielo pidiendo por aquella situación o aquellas personas. Así le sucedía, con frecuencia, a san
Josemaría, al que le brotaba impetuosa la oración al coger el periódico o ver el noticiero. No en
vano enseñó a encontrar a Dios en medio del mundo. Es, insisto, un acto de fe: el mundo no se le
ha ido de las manos a Dios; la Providencia dirige y corrige muchas veces, los tortuosos rumbos de
la historia.
Por todo lo anterior, al seguir el dramático éxodo de los afganos, los atentados, la tensión
que reina en el ambiente, la preocupación por el futuro de un país en manos de unos fanáticos
islamistas, no debería dejarnos indiferentes. Tampoco la solicitud por la pequeña, pero existente,
comunidad cristiana de Afganistán. Podemos confiar en que Dios se servirá generosamente de
nuestra oración para encauzar del modo más conveniente la historia, en este caso, la realidad de
la Iglesia afgana y de las mujeres afganas. ¡Es asombroso pensar que Dios quiera condicionar el
bienestar de todo un pueblo a la generosidad de toda una Iglesia!
¿Cómo hacerlo? Resulta sencillo, basta proponerse uno o varios días de ayuno –hacer una
comida menos al día- y cada vez que nos enteremos de una noticia referente a Afganistán, pedir
por esa gente. A Dios le resulta especialmente grata la oración de intercesión, máxime si es por
personas que no conocemos; porque manifiesta grandeza de alma y confianza en el poder divino.
Las noticias, a menudo tristes, duras, malas, deberían ser un acicate para fomentar nuestra unión
con Dios, y a través de Él, con toda la humanidad doliente. Sólo así seremos realmente auténticos
ciudadanos católicos, de un mundo en el que Dios no está ni ausente ni indiferente, y del cual
somos protagonistas.
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