lunes, 13 de septiembre de 2021
¿SÉ QUIEN SOY? LA DIGNIDAD HUMANA BIEN FUNDAMENTADA
Pbro. José Martínez Colín
1) Para saber
Un hombre inconsciente y herido por dos balas en la espalda que
flota a la deriva es rescatado en el mar por un barco pesquero, pero
al volver en sí desconoce su identidad, no sabe ni cómo se llama. Así
comienza una película famosa llamada “Identidad desconocida” (The
Bourne Identity, 2002). Durante la trama el protagonista intentará ir
descubriendo quién es él mismo y por qué lo quisieron matar (y
siguen intentándolo).
Para todos es fundamental saber quiénes somos, cuál es nuestra
identidad, pues es lo más personal. El Papa Francisco, continuando su
reflexión, en base a la carta a los gálatas, señala que con el bautismo
recibimos una nueva identidad: ahora ya se es hijo de Dios en Cristo.
Nos previene el Papa para que nos mal acostumbremos a considerar
nuestra filiación divina, pudiéndose olvidar su inmenso valor. Gracias
a que somos hijos de Dios, nuestra dignidad se vio enriquecida
grandemente.
2) Para pensar
Un niño de siete años cambió de colegio al tener sus padres que
cambiar de ciudad. Su madre lo veía más alegre y le preguntó si le
gustaba su colegio. Su hijo le contestó que mucho más que el
anterior. Su madre le preguntó por qué le gustaba más. “Es aquí sí
me llaman por mi nombre”, contestó. Su mamá le preguntó: “¿Y
cómo te llamaban en el anterior”. Su hijo le explicó: “Me llamaban
«el siguiente≫”.
El nombre es la señal de nuestra identidad, lo que nos distingue.
Ese nombre se nos asigna en el bautismo, es el “nuevo” nombre del
hijo de Dios. Siempre es bueno recordar de forma agradecida el
momento en el que nos convertimos en hijos de Dios, el de nuestro
bautismo. El Papa preguntó en la audiencia quién sabia la fecha de su
bautismo, pues es la fecha en la cual hemos sido salvados y
convertidos en hijos de Dios. Y si no se conoce la fecha, aconsejó
preguntar a quienes la conocen: al padrino o madrina, al padre, a la
madre, al tío o la tía… y cada año recordar, y celebrar, esa fecha de
nuestro nuevo nacimiento.
3) Para vivir
Se puede hablar de una filiación general que afecta a todos los
hombres y las mujeres del mundo al ser hijos e hijas del único
Creador. Pero san Pablo nos habla de la filiación «en Cristo». Esta es
la novedad y diferencia: con el bautismo somos hijos “en Cristo”.
Participamos de la redención de Cristo, es decir, gracias a su muerte
y resurrección, somos perdonados y reconciliados con el Padre. Y esa
unidad con Cristo forma la Iglesia. El no bautizado, permanece con el
pecado original y no puede participar de los demás sacramentos. El
bautismo, por tanto, no es un mero rito exterior, no es sólo un
acontecimiento social, sino que transforma a la persona en su ser
más profundo e íntimo, se posee una vida nueva, una nueva
identidad, nos hace hermanos en Cristo, y por ello nos permite
invocar a Dios con el nombre “Abbà”, es decir “papá”.
Por ello San Pablo señala que ya no hay diferencias en dignidad
entre hombre o mujer, entre libre o esclavo… Hay una profunda
unidad e igualdad entre todos los bautizados. Mujer y hombre tienen
la misma dignidad: Todos somos hijos e hijas de Dios. Es decisivo
vivir sabiendo quiénes somos y redescubrir la belleza de ser hijos de
Dios. (articulosdog@gmail.com)
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario