Mtro. Rubén Elizondo Sánchez,
Departamento de Humanidades de la
Universidad Panamericana. Campus México.
rubeliz@up.edu.mx
Estado de emergencia y a punto de entrar en fase tres. Es la nueva realidad con la que hemos de convivir hasta el 30 de abril próximo, un mes de confinamiento para protegernos y cuidar la seguridad de los demás. Como nunca, la solidaridad social llama a la conciencia de cada quién.
Esto es así porque no nos salvamos solos, todos necesitamos de todos en un mundo que parece envuelto en tinieblas y oscuridad. ¿Quién iba a pensar que sucedería la pandemia que estamos sufriendo?, ¿quién pudo presuponer que en poco tiempo –unas cuantas semanas— cambiaría la forma de vida que vivimos durante los últimos años?
La reflexión que deseo compartir se refiere esencialmente a pensar en la duración de los bienes materiales que todos necesitamos para desarrollar nuestra vida personal, familiar y social.
Es evidente que los bienes materiales se pueden perder en cualquier momento. En relación con el dinero, basta considerar los millones de dólares que se han perdido en la Bolsa de Valores en unas cuantas semanas. Y comprobamos que de un día para otro las pérdidas son dramáticas.
El dinero es necesario para la vida, porque es alimento, libertad, educación, descanso, familia, vestido, casa, salud. Pero orientar la vida únicamente hacia la posesión de dinero y consumo de bienes es dar importancia exagerada a “un medio para”. El dinero es “para”, no es un fin en sí mismo. Es un medio, no un fin. Y esto es así, porque queremos dinero “para”.
Los medios económicos se caracterizan porque se pueden perder en cualquier momento. Lo estamos viendo. ¿Qué esta sucediendo con las cadenas de valor? Con un soplo diminuto se han destruído. Nos encontramos de cabeza, preocupados, tensionados, con pensamientos negros y fuera de cauce.
Y eso que todavía no llega lo más fuerte de la pandemia, según las observaciones que nos transmiten las autoridades. Y es mejor obedecer porque solos no podemos.
No dudo que cada uno conserva experiencias particulares sobre la volatilidad de este bien material. Son experiencias que avalan lo que escribo. Evidentemente los hechos lo confirman de forma contundente.
Si bien es cierto que la economía es un valor, es necesario colocarla en su justo medio pero acompañada de otros valores necesarios y más importantes: los bienes espirituales que nos ayudan a equilibrar la vida cotidiana en orden a la felicidad.
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