Pbro. José Martínez Colín,
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1) Para saber
Bertrand Russell, el filósofo inglés, escribió un libro titulado “Amor y matrimonio”. Después de su publicación, un lector dirigió una carta al "Times" de Londres mostrando su sorpresa. Preguntaba si no habría presunción en el conocido Lord para orientar a la gente, pues todos sabían que se había divorciado ya tres veces. Y comentaba que acudir a Russell con confianza en materia matrimonial es como un hombre que busca consejos en el libro: “Cómo triunfar en los negocios”, escrito por un señor que fue tres veces a la bancarrota.
Cuando alguien no vive aquello que predica, pierde autoridad ante los demás, pierden fuerza sus palabras. Para tener autoridad, comentaba el Papa Francisco, hace falta ser coherente y dar testimonio con la propia vida.
2) Para pensar
Sucedió que en un hospital una religiosa enfermera atendía, como era su costumbre, con mil delicadezas a un enfermo que era ateo.
Después de varias semanas sanó el ateo. Quedó muy agradecido y al despedirse le dijo: “Hermana, ni una sola vez usted me habló de Dios, pero incontables veces me lo ha dejado ver. Ahora veo que
Dios existe y que es amor”.
El ejemplo de esa buena mujer le dio fuerza y autoridad a su creencia. La Sagrada Escritura nos dice que “las multitudes quedaron admiradas de su enseñanza, porque les enseñaba como quien tiene autoridad y no como los escribas” (Mt 7, 28-29).
El Papa Francisco dijo que Jesús tiene un ‘señorío’ que viene de dentro y hace ver la “coherencia”. Jesús tenía autoridad porque era coherente entre lo que enseñaba y lo que vivía.
En cambio, los escribas no tenían autoridad, porque aunque eran especialistas de la ley de Dios, solo la predicaban, pero no la vivían.
Por eso no se les creía. Jesús decía al pueblo que hicieran los que digan, pero no lo que hagan. Con esa actitud, dice el Papa, “han
caído en la esquizofrenia pastoral: dicen una cosa y hacen otra”.
Pensemos qué tan coherentes somos en nuestro obrar.
3) Para vivir
Los Evangelios nos muestran cómo reacciona Jesús ante los escribas, y les llama hipócritas, para calificar su incoherencia de vida, un tipo de “esquizofrenia”. No se trata de la enfermedad psíquica, la cual no es un mal moral, sino es la malicia de no querer obrar el bien que se conoce. Los escribas tenían una responsabilidad pastoral de guiar hacia Dios y no eran buenos pastores.
El pueblo de Dios, dice el Papa, tolera a pastores “esquizofrénicos”, o a cristianos que tampoco dan buen ejemplo. No obstante, este pueblo de Dios es capaz de distinguir la autoridad de una persona y la gracia de la unción. Por ello, ante quien que le diga:
“¿Pero cómo tú vas a confesarte con aquél, que es esto, y esto y
esto?” Esa persona que sabe distinguir responderá: “Para mí ese es
Dios. Punto. Ese es Jesús”.
Esta es la sabiduría de nuestro pueblo. El Papa se dolió del mal que hacen los cristianos incoherentes y los pastores “esquizofrénicos” que no dan testimonio.
Al final, el Papa elevó una oración para que todos los bautizados tengan la autoridad y vivamos la coherencia de Jesús, para dar el testimonio requerido.
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