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1) Para saber
“Una de las peores enfermedades del mundo es no ser nadie para nadie”, decía la Santa Madre Teresa de Calcuta. Si vivimos en sociedad, no es que por azares del destino nos tocó vivir en comunidad, sino porque es natural a la persona humana convivir,
pues será ahí donde pueda perfeccionarse, sobre todo en lo más importante como lo es en el amor.
El Papa Francisco se refirió el pasado domingo a la famosa y hermosa parábola del “buen samaritano” (cf. Lc 10,25-37), la cual se ha convertido en el modelo de cómo debe actuar un cristiano para ganar la vida eterna.
El Papa invitó a todos a leerla. En ella un pobre individuo es robado, golpeado y dejado medio muerto por unos ladrones. Y aunque pasan cerca un sacerdote y un levita, no se detienen. Es un samaritano que pasa, quien se compadece y se ocupa de él. Y eso que los judíos trataban a los samaritanos con desprecio. De esta manera Jesús nos muestra que hay que dejar cualquier prejuicio y tener compasión incluso con los extraños y socorrerlos con todos los medios a nuestro alcance.
2) Para pensar
Se cuenta la historia de un campesino que vivía en lo alto de un monte y bajaba todos los días a la ciudad. Era un hombre piadoso y al volver, pasaba sediento y cansado junto a un río, pero no bebía para ofrecerle a Dios ese sacrificio. El cielo respondía a su sacrificio haciendo lucir cada noche una brillante estrella que el campesino admiraba y agradecía que hubiera sido recibido con beneplácito su sacrificio por Dios.
Cierto día se encontró a un amigo en la ciudad que lo acompañó a su casa. Cuando se acercaban al río, ambos cansados, pensó que si no bebía agua, su amigo tampoco lo haría, y viéndolo agotado decidió beber. Su amigo se refrescó bebiendo también.
Esa noche, el campesino pensó que al no haber hecho el sacrificio, no aparecería la estrella, pero cuál va siendo su sorpresa que vio brillar en el firmamento dos brillantes y hermosas estrellas. Su misericordia fue premiada doblemente.
Pensemos si en ocasiones no pasamos también de largo ante la necesidad de alguien, sin tener compasión.
3) Para vivir
Al terminar de contar la parábola, Jesús pregunta: “¿Cuál de estos tres te parece que ha sido un prójimo del que cayó en manos de ladrones?”. Se le responde: “Quién tuvo compasión de él.” (v. 37).
Jesús lo aprueba y dice “Haz tú lo mismo”. Esta es la clave: Ser capaz de tener compasión. Por eso, señala el Papa, si no sentimos compasión frente a una persona necesitada, si nuestro corazón no se conmueve, significa que algo anda mal en nosotros, que nuestro corazón se ha convertido en hielo.
No podemos dejarnos llevar por la insensibilidad egoísta, por un “indiferentismo exasperante”. Jesús nos indica que la misericordia hacia una necesidad es el verdadero rostro del amor. Por eso Dios mismo es misericordia, porque tiene compasión y es capaz de acercarse a nuestro dolor, a nuestro pecado y perdonarlo.
Jesús mismo es la compasión del Padre por nosotros. Al final el Papa Francisco pidió a la Virgen María nos de la gracia de tener y de crecer en la compasión.
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