Mtro. Rubén Elizondo,
Departamento de Humanidades de la
Universidad Panamericana, Campus México.
rubeliz@up.edu.mx
¿En qué consistió lo excepcional de la religión cristiana? La pregunta se puede contestar desde diversas perspectivas. Si partimos del orden natural universal, el cristianismo fue capaz de asumir una cultura previa –la grecolatina— sólidamente fundada en la razón.
Lo original de esta nueva visión del mundo consistió en que los intelectuales cristianos fueron conscientes de discurrir a partir de un plano radicalmente superior al natural, sin la pretensión de invalidar o evadir el fundamento de la razón.
Otra perspectiva esencial se desprende del hecho de la distancia que el cristianismo mantuvo –y mantiene— con respecto a la razón, no negándola sino reconociéndole su legítima autonomía.
En efecto, si el orden natural y el sobrenatural se consideran como dos polos básicamente opuestos –que en realidad no lo son—, los primeros pensadores cristianos lograron establecer un fino y delicado equilibrio –creativo, por cierto— entre la fe y la razón.
Pero, ¿cómo habrían de explicar a los hombres la fe? ¿Qué lenguaje debían utilizar?
La respuesta se encuentra ya implícita en la pregunta: la fe asumió el lenguaje de la razón, como vía para explicarse a los hombres. Al mismo tiempo, la razón orientada por la fe alcanzó cimas inimaginables en los más variados órdenes de la vida, con resultados inéditos a la par que brillantes tanto prácticos como teóricos.
Los siglos venideros serán como árboles frondosos que probarán que la fe no fue mala consejera de la razón.
En efecto, al analizar aquellos elementos formativos, las instituciones religiosas y sociopolíticas, las creaciones artísticas e intelectuales, así como los conflictos espirituales, con sus aciertos y fracasos, lograremos descubrir la clave para resolver los desafíos que tú y yo tendremos que solucionar en el siglo XXI.
No creo que te sean desconocidos los lamentables vacíos morales y espirituales de nuestra época. Los encontramos en todas partes.
El Cristianismo es un hecho histórico excepcional. Y lo subrayo porque es único. No tiene antecedente. Mucho menos existe semejanza con ningún otro hecho en la historia de la humanidad, en ningún otro tiempo ni lugar. No es una hipótesis, no es imaginación, tampoco es un mito.
Lo excepcional de esta religión consiste, además, en ser la llave para entender el mundo del cual venimos y al cual, en cierto modo, pertenecemos.
En este sentido, el concepto de religión cristiana es mucho más amplio que las edades o épocas históricas en que el hombre divide la historia universal.
Completamos así la explicación de los fundamentos de nuestra cultura occidental. En las siguientes colaboraciones podrás aprender –amigo lector— que las verdaderas cuestiones que preocupan al ser humano, a ti y a mí, sólo se resuelven volviendo a lo básico. Se iluminan desde la armonía perfecta entre razón y la fe.
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