@Eiar51
Me parece que todos hemos conocido a algunas personas que tienden a dramatizar los hechos, a sacarlos fuera de contexto, a sobredimensionarlos y, por tanto, fácilmente generan conflictos, fricciones y roces con los que conviven en su trabajo, en su familia...
Por ello, es importante aprender a mirar la vida, con realismo, pero a la vez con actitud equilibrada, entusiasmo, optimismo e ilusión. Ahora ya no se enfatiza ni se habla tanto de “problemas” sino de “retos” y de “áreas de oportunidad y de crecimiento”. Considero acertado este nuevo enfoque.
Desde luego que no faltan -en el transcurso de la existencia humana- el dolor, el sufrimiento, la pérdida de seres queridos, los contratiempos, las dificultades, los apuros económicos, los sinsabores...
Pero una persona madura se ejercita en redimensionar esas pruebas o circunstancias concretas y las enfrenta con paciencia, prudencia, serenidad, objetividad, alegría y hasta con buen humor. Sin duda, es la combinación ideal para conservar la salud mental.
Recuerdo a un amigo mío, arquitecto, ya entrado en años, que tiene la buena costumbre de anotar en su celular los chistes graciosos y divertidos que escucha. Me suele decir:
-Permíteme, voy a anotar este chiste que me contaste porque me
parece estupendo.
Y le pregunté:
-¿Y qué haces con esa larga lista de cuentos que llevas escritos?
-Muy sencillo: todas las semanas tengo que ir a visitar a mi tío viudo que está solo y un tanto triste por el hecho de estar viviendo en un asilo, y el contarle chistes es un modo práctico de levantarle el ánimo.
También, como mis familiares y amigos son mayores, nunca falta que alguien se enferme y tenga que internarse en el hospital. Y para que piensen en otra cosa y pasen un rato agradable, como una forma práctica de ayudarles, les comienzo a relatar chistes, se ríen mucho y ¡hasta se les olvidan las molestias de sus padecimientos! Es más, me piden que no me vaya, ¡qué siga contándoles más cuentos!
Sin duda, ésta es una manera fina y delicada de vivir la caridad con los demás; un modo de alegrarles la vida para hacerles más amable su trabajo, la convivencia o su misma enfermedad.
Pero aclaro que no me refiero a esa alegría superficial, ligera; la de la risotada hueca y banal, sino de esa alegría profunda y serena, propia de una persona centrada y con valores trascendentes.
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