Dra. Rebeca Reynaud,
estudiosmujer01@hotmail.com
Se puede decir que la vida es una especie de preparatoria donde el único
tema que debe aprenderse es el amor, donde las únicas calificaciones que
interesan son las que se refieren a la asignatura del amor. Por ello, ¡qué importante es aprender a amar con limpieza de cuerpo y de corazón!
Si tu novio te pide la “prueba de amor” puedes estar segura de que se
ama a sí mismo, que busca su propio placer egoísta, y a ti, en realidad no te ama: Te quiere usar como un mero pasatiempo o diversión. “La persona
ha de ser siempre afirmada o querida por sí misma”; nunca se le puede tratar
como un medio para alcanzar placer, poder o dinero..., porque la rebajamos. En
el noviazgo la entrega es espiritual, justamente porque los novios se están
apenas conociendo, y no saben si sus caracteres son compatibles, si llegarán al
matrimonio...
Las relaciones sexuales crean vínculos, lazos, así lo ha establecido la
naturaleza. Si un hombre y una mujer adolescentes tienen relaciones sexuales
fuera del matrimonio, están creando vínculos muy fuertes, y conllevan la
posibilidad de ser padres.
Los jóvenes no comprenden porqué es tan dolorosa la separación cuando
han tenido relaciones sexuales. Desconocen que las relaciones sexuales son
vinculantes, es decir, crean fuertes lazos, propios del matrimonio. Si ese
noviazgo es limpio, el matrimonio será más sólido.
Cada ser humano es mucho más que un evento fisiológico, es más que una
combinación de informaciones. Cada existencia humana entraña una novedad de
ser, que no se da en las demás criaturas. Cada persona es única e irrepetible.
Si comparamos al hombre y a la mujer con los demás seres, advertimos de
inmediato su superioridad, por el lenguaje, la cultura y su dominio sobre las
cosas.
Occidente está en peligro de muerte si el amor fracasa. Esta es la
enfermedad que nos consume, porque la salud verdadera sólo reside en la persona
que es capaz de amar..., y se está olvidando cómo amar. El único problema
realmente importante en la vida es éste: aprender a amar. No
es fácil perseguir realmente el bien del otro. Sin embargo, el ser humano es
capaz de poner entre paréntesis su conveniencia cuando ha aprendido a amar.
El ser humano ha sido llamado a la vida para amar; tiene la capacidad,
la tendencia y la necesidad de amar. Sin embargo, un factor poderoso actúa
dentro de él que le impide amar, e incluso entender en la práctica la
naturaleza verdadera del amor: el egoísmo.
La vocación fundamental de la persona humana es el amor. El hombre
permanece para sí mismo un ser incomprensible si no se le revela el amor. El amor es una
exigencia ética de la persona, y es un sentimiento tan maravilloso, que se ha
de guardar celosamente para que no lo robe quien no lo va a apreciar.
Ante todo el amor es cuestión de conocer y de querer; sin embargo,
fácilmente se le hace depender de los sentimientos o de caricias físicas que
constituyen el nivel más superficial del amor. Amar significa dar y, en la
práctica, vemos que es difícil que el amor esté libre de cálculos. Amar implica
sacrificarse, implica respetar a la mujer amada...
Y si algunos varones no lo
hacen es porque no saben amar. Otras veces ven la solución a sus pasiones en el
uso del preservativo o condón. La obsesión de algunos por el
preservativo significa la banalización de la sexualidad, y esa degradación es
el origen de que muchas personas ya no encuentren en la sexualidad la expresión
del amor, sino una especie de droga que se administran a sí mismos.
El
joven libertino se mueve a impulsos de sus apetencias y reduce las otras
personas a medios para sus fines egoístas. Esta conducta le lleva a la
destrucción de su personalidad.
Hemos sido
creados para dar y recibir amor, y así ha sido. Todos los días debemos agradecer a
Dios el amor que ya hemos conocido, el amor que nos ha hecho quienes somos, el
amor que nos ha mostrado lo que es verdaderamente importante en la vida.
Necesitamos dar gracias al Señor por el amor que hemos recibido de nuestras
familias, nuestros amigos, nuestros maestros, y todas las personas que en
nuestras vidas nos han ayudado a darnos cuenta de lo valiosos que somos para los demás y a los ojos de Dios.
Hemos sido creados
también para dar amor, para hacer de él la fuente de cuanto realizamos y lo más
perdurable de nuestras vidas. A veces esto parece lo más natural, especialmente
cuando sentimos la alegría del amor, cuando nuestros corazones rebosan de
generosidad, idealismo, deseo de ayudar a los demás y construir un mundo mejor.
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