miércoles, 10 de enero de 2018

¿QUÉ TANTO ME CONOZCO A MÍ MISMO?

1) Para saber

Al comenzar este nuevo año, el Papa Francisco quiso referirse al acto penitencial que se hace en los comienzos de la Santa Misa. Este rito viene después del saludo inicial. Parece lógico que sea al inicio, si consideramos que nos prepara para estar en mejor condición ante los sucesos tan sagrados que vienen a continuación.
Pero para ser perdonado, dice el Papa, uno tiene que humillarse y reconocer verdaderamente sus errores. Es un paso difícil pero necesario. Pues el que es “presuntuoso” es incapaz de recibir perdón. En cambio, quien es consciente de las propias miserias y abaja los ojos con humildad, el Señor posará sobre él su mirada misericordiosa.

2) Para pensar


El escritor y periodista francés del siglo XX Raoul Follereau fundó una asociación contra la lepra y la pobreza. Cuenta que una noche tuvo un sueño que nunca pudo olvidar. Sucedía que un hombre se presentaba ante Dios para ser juzgado y le decía: “Señor, he cumplido siempre tu ley. Nunca he cometido un pecado. Mira, Señor, mis manos: las tengo perfectamente limpias”.

El Señor le respondió: “Es cierto, las tienes muy limpias… pero totalmente vacías…”

El Papa Francisco dijo que a veces nos sentimos buenos porque no hemos hecho mal a ninguno… no robo, no mato… pero en realidad, no basta con no hacer mal al prójimo, sino hay que elegir hacer el bien aprovechando las oportunidades para dar buen testimonio de que somos discípulos de Jesús.

Limitarse a no hacer daño, resulta paralizante. Y es una pobre y raquítica aspiración. En cambio, el afán de hacer el bien estimula. De Jesús se escribe en la Biblia que “pasó haciendo el bien” (Hechos 10, 38). Pensemos que se podría decir de nosotros.

3) Para vivir

“Sabemos por experiencia que solo quien sabe reconocer los errores y pedir excusa recibe la comprensión y el perdón de los otros”, señala el Papa. Por eso, es bueno escuchar en silencio la voz de la conciencia, pues permite reconocer que muchas veces nuestros pensamientos no son según los pensamientos divinos, que nuestras palabras y nuestras acciones son a menudo mundanas y están guiadas por decisiones contrarias al Evangelio.

Por eso, al inicio de la Misa, hacemos de forma comunitaria el acto penitencial mediante una fórmula de confesión general, pronunciada en la primera persona del singular. Cada uno confiesa a Dios y a los hermanos: 'he pecado mucho de pensamiento, palabra, obra y omisión'. Palabras que son acompañadas del gesto de dar unos golpes en el pecho, reconociendo que he pecado por mi culpa, y no por la de los otros.

Precisó el Papa que ese acto penitencial no tiene el mismo valor que la del sacramento de la penitencia, pues hay pecados graves, que llamamos mortales, que sólo pueden ser perdonados con la confesión sacramental.

El Santo Padre concluyó explicando que después de esta confesión, suplicamos a la Virgen María, a los ángeles y a los santos que intercedan ante el Señor por nosotros. Acudamos a su intercesión para que nos ayuden a ser humildes y reconociendo nuestros pecados recibamos el perdón que Dios siempre está dispuesto a conceder.

Pbro. Dr. José Martínez Colín,
articulosdog@gmail.com

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