jueves, 20 de enero de 2022
AUSTRALIA CONTRA DJOKOVIC
Pbro. Mario Arroyo,
Dr. en Filosofía.
p.marioa@gmail.com
La reciente deportación del tenista número 1 del mundo da mucho material para
reflexionar. Hay muchos temas éticos involucrados en este caso: la objeción de conciencia, la libre
autodeterminación, la seguridad social, la ejemplaridad. Digamos que el contencioso Djokovic vs
Australia es una nueva concreción del clásico conflicto entre ética de la convicción y ética de la
responsabilidad, y también un caso muy claro donde chocan la ética personal con la ética política.
Vamos a intentar desenmarañar un poco esta complicada madeja moral.
Primero de todo, mi reconocimiento a Djokovic, pues con esta firme determinación de
defender su conciencia, por encima de un torneo, del cual era el campeón defensor, por encima
de mantenerse en el primer lugar mundial de la ATP, por encima del jugoso premio al que
renuncia, nos muestra el invaluable valor de la conciencia. Es testigo de cómo la fidelidad a la
propia conciencia está por encima de cualquier galardón humano y, en ese aspecto, es inspirador
como persona, tanto como lo es en cuanto deportista.
No significa esto que la actitud de Djokovic sea la correcta; es decir, que lo adecuado sea
ser anti-vacunas. Significa que la conciencia es el sagrario del hombre y no debe ser violada por
ningún poder político ni, en este caso, sanitario. Muy bien puede ser una actitud errónea en su
materialidad –lo correcto sería vacunarse-, pero la autoridad política debe respetar la integridad
de la conciencia, aunque corra el riesgo de estar equivocada. Es algo análogo a lo que sucede con
las transfusiones de sangre en los Testigos de Jehová, ¿debemos aplicárselas, por su bien, aunque
ellos no lo quieran? La comparación no es del todo pertinente, porque hay un dejo de
irracionalidad en el no aceptar transfusiones, mientras que ser anti-vacunas no necesariamente
obedece a una actitud ilógica. Pero el tema de fondo es el respeto a las libres determinaciones de
la conciencia.
Ahora bien, Djokovic tiene derecho a no vacunarse, es una libre terminación que ha
tomado en conciencia y debe ser respetada. Pero también, el gobierno australiano tiene derecho a
establecer que en Australia solo entran personas vacunadas. Es claro el enfrentamiento entre la
ética personal de Djokovic y la ética política de Australia. No es aquí el lugar para desarrollar las
semejanzas y diferencias entre ambas éticas, pero sí cabe afirmar que no son lo mismo, o que lo
ético personalmente hablando no es ipso facto correcto políticamente hablando y viceversa. Se
enfrentan la ética de la convicción de Djokovic con la ética de la responsabilidad del gobierno
australiano, que ha desestimado hacer una excepción en el caso del tenista, también por el
carácter ejemplar de la norma. No sólo sería permitir simplemente que una persona no vacunada
entre al país para defender su título de tenis, sino el mensaje que transmite: un gran líder y
modelo que se opone a las vacunas y que se salta impunemente las reglas que rigen para todas las
demás personas en Australia.
Como se ve, hay una colisión entre las dos éticas, entre los dos derechos, el derecho de
Djokovic a seguir su propia conciencia y el de la autoridad australiana de decidir las condiciones
requeridas para entrar en el país. ¿Qué se hace usualmente cuando hay un conflicto de derechos?
Se mira cual de ambos tiene la precedencia; y aquí es donde puede radicar la parte más compleja
del contencioso Djokovic vs Australia. ¿Qué debe primar? ¿La autodeterminación de una persona,
el no sufrir vejaciones por causa de su conciencia o la seguridad sanitaria de un país y su derecho a
imponer reglas? No debemos olvidar tampoco el carácter ejemplar, en ambos sentidos, que tiene
la toma de cualquier decisión.
Pienso que aquí cabe hacer una distinción. Prevalecería el derecho de Djokovic si fuera
obligado a actuar en contra de su conciencia. Pienso que ningún poder político tiene la autoridad
para obligar a actuar en contra de la conciencia sana de alguien. Pero Djokovic no ha sido obligado
a actuar en contra de su conciencia, simplemente se ha limitado a pagar las consecuencias de su
propia determinación, un valor alto y por eso lo reconocemos, pero también aceptamos el
derecho que el gobierno de Australia tiene de poner requisitos para entrar en su territorio.
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