lunes, 30 de noviembre de 2020

LA "LEY DEL ÉXTASIS"

Pbro. José Martínez Colín, articulosdog@gmail.com 1) Para saber “Tu actitud, no tu aptitud, determinará tu altitud”. Esta frase del escritor y vendedor Zig Ziglar concuerda con lo explicado por el Papa Francisco en la tercera parte de su encíclica “Fratelli Tutti”. En la medida en que se ama, se crece como persona. El Papa recuerda el Concilio Vaticano II que en breves palabras resume esa altitud a la que todos estamos llamados: “Un ser humano está hecho de tal manera que no se realiza, no se desarrolla ni puede encontrar su plenitud, si no es en la entrega sincera de sí mismo a los demás” (n. 87). Aquí se encuentra una gran paradoja, que quien la entiende y vive, resuelve su vida. Ya fue dicha de manera clara por Jesús: “Porque todo el que quiera salvar su vida, la perderá; y todo el que pierda su vida por causa de mí, la hallará (Mt 16, 25). Así se entiende por qué los mártires que han dado su vida por amor a Cristo. 2) Para pensar Georges Bernanos fue un renombrado novelista y dramaturgo francés de la primera mitad del siglo XX. En sus obras ahonda en la psicología del hombre donde tiene lugar el enfrentamiento entre el bien y el mal, la fe y la desesperación. Una obra suya, titulada “Diálogo de carmelitas”, narra la historia de dieciséis carmelitas asesinadas en tiempo de la revolución francesa, el 4 de agosto 1790, y declaradas beatas por san Pío X. Entre ellas había una hermana jovencísima, que por nacer cuando su madre tuvo un terrible susto, creció con mucho miedo. Ingresó a la orden religiosa y como monja tomó el nombre de sor Blanca de la Agonía de Jesús. Cuando los revolucionarios, odiando la fe, arrestan a las hermanas, sor Blanca aterrorizada, huye y se esconde. Sus hermanas en religión son procesadas, condenadas y conducidas a la guillotina. Las quince van pasando para morir, mientras todas cantan a coro un himno al Espíritu Santo, el llamado “Veni creator”. A medida que cada una sucumbe bajo la guillotina, el coro se va haciendo más y más débil. Ya sólo quedan dos voces; después, una sola, llegando a la penúltima estrofa. Luego el silencio sin haberlo terminado. Pero he aquí que se levanta una voz nítida, resoluta, casi infantil en medio de la muchedumbre. Es sor Blanca, que con todo y miedo, se da valor y sube sobre el palco cantando la última estrofa inacabada y presenta su cabeza a la guillotina. El miedo ha hecho que su martirio sea más puro y de más valor. El miedo no puede encerrarnos en nosotros mismos impidiéndonos vivir la caridad. 3) Para vivir Los mártires han dado su vida directamente por amor a Cristo. Y son un ejemplo para dar la vida también, por amor a Cristo, en los demás. Es olvidarse de uno mismo para buscar el bien del prójimo: sea la esposa, la madre, un amigo, una hija, un hermano… El Papa Francisco, recordando a San Juan Pablo II, nos señala que fuimos hechos para el amor. Por ello, hay en cada uno de nosotros la “ley de éxtasis”, que nos invita a salir de uno mismo para hallar en el otro un crecimiento de su ser. La santidad, a la que somos llamados, es precisamente alcanzar la plenitud del amor.

lunes, 23 de noviembre de 2020

DOS PSIQUIATRAS: LA FELICIDAD SE CONSTRUYE DÍA CON DÍA

Raúl Espinoza Aguilera, @Eiar51 Dice el proverbio: “Sonríe y los demás te sonreirán”. Cuando una persona lucha por ver el lado positivo de la vida; es amable, cordial, alegre y deja de lado las visiones trágicas o negativas, lo lógico es que las personas instintivamente acudan a ella porque les hace ver lo divertido de la existencia humana, aún en los detalles más pequeños. Así, por ejemplo, en una reunión social son los más frecuentados porque a todos nos gusta ver caras alegres a nuestro alrededor. En cambio, los que habitualmente se están quejando de sus enfermedades o de sus problemas; de lo mal que está la situación económica y social; de los pormenores de los avances de esta tremenda pandemia; de la corrupción en la política, etc. y que no aportan ninguna idea constructiva, se convierten en personalidades agotadoras para escuchar por un largo tiempo y de los que, por desgracia, todo el mundo huye. Tenía un conocido mucho mayor que yo, que ya falleció, y participó en la cruenta Guerra Civil Española (1936-1939). Tanto en el bando republicano como en el nacional ocurrieron numerosos asesinatos a sangre fría, graves injusticias, fusilamientos sumarios, personas ahorcadas y colgadas en los árboles, el terror a los bombardeos aéreos, numerosos templos y conventos incendiados y profanados, etc. Muchos perdieron a sus padres, hermanos, familiares y amigos. En general, causó severas divisiones y odios, así como profundas heridas morales. Generó un fuerte trauma en la mayoría de los ciudadanos. Y este amigo me contaba que, cuando la Guerra terminó en 1939, cada quien tenía una larga lista de tragedias que había sufrido y presenciado. Así que por “salud mental”, en las reuniones sociales, cuando alguien comenzaba a rememorar sucesos terroríficos de la guerra, enseguida los demás lo frenaban en seco con una frase que se hizo popular: “No me cuentes, que te cuento”. Como diciendo: “Cambia de tema de conversación porque no conduce a ningún lado y a todos nos deprime más”. Por ello, el Psiquiatra Enrique Rojas escribe que “una persona que no puede cerrar sus heridas, puede convertirse en una persona agria, amargada, resentida y echada a perder”. Es decir, su mente está como intoxicada y vuelve una y otra vez a sus rencores y resentimientos y es incapaz de ser nuevamente feliz”. Debido a esto, el especialista recomienda vivamente, en el sentido positivo y sano de la expresión, “tener mala memoria”, porque sólo así se cierran las heridas internas (Leer: “Todo lo que tienes que saber sobre la vida”, Espasa Libros, 2020). También sugiere el sacar experiencia de los golpes duros que la vida proporciona y verlos como un aprendizaje, como “un capítulo de mi vida que me dejó esta o aquella lección”. Su hija, Marian Rojas, también es Psiquiatra y, en fecha reciente publicó un exitoso libro, titulado: “Cómo hacer que te pasen cosas buenas” (Editorial Diana, 2019). Ella subraya este concepto: “La felicidad consiste en vivir instalado de forma sana en el presente, habiendo superado las heridas del pasado y mirando con ilusión al futuro. (…) La felicidad no es lo que nos pasa, sino cómo interpretamos lo que nos pasa”. Insiste mucho en que los pacientes maduran bastante cuando son generosos y se ocupan en servir y ayudar a los demás. Una persona obtiene más felicidad cuando se da así misma que cuando recibe. Es importante vencer los miedos, las angustias e inseguridades y que las personas confíen en sí mismas. ¿Y si vienen los fracasos ante una decisión determinada? Serán aprendizajes con la finalidad de buscar la solución en otra dirección. Los Psiquiatras norteamericanos afirman que la mejor forma de perder los miedos es “Exposure”, o sea, tomar una firme determinación, actuar y correr con las consecuencias. De esta manera, esa angustia infundada desaparece, se desvanece. También recomienda que nos enfoquemos –mientras descansamos o antes de dormir- en algo alegre, positivo, que nos haya pasado o que nos haga sonreír. Introducir mucha ilusión en cada actividad que realizamos. Es provechoso pensar en que al día siguiente ocurrirá algo que nos traerá alegría y optimismo. Dicho en otras palabras, Marien Rojas está proporcionando al lector la clave para mantener lejos cualquier pensamiento autodestructivo, que produzca angustia, ansiedad o estrés. Esto último es causa de innumerables enfermedades orgánicas o mentales. En cambio, si se sabe disfrutar del “hoy y ahora” –aunque sea lo más cotidiano de la realidad- recuperaremos la capacidad de asombro que tienen los niños, con interés, con los ojos nuevos. Hay que saborear el tiempo presente. ¿Qué es lo que a cada uno le gusta? ¿La música? ¿Las buenas películas? ¿Los libros interesantes? ¿algún deporte? Pues hay que hacerlos (“Just do it”!, como se dice en inglés). Sin miedo a “hacer el ridículo” o por temor a lo que piensen los demás. Marien Rojas concluye que hay que aprender a tomar las riendas de la vida, con empuje y entusiasmo. El resultado lógico será que se tenga una vida plena y feliz que compartiremos con nuestros seres queridos.

¿SE DAR MI TIEMPO CON GENEROSIDAD?

Pbro. José Martínez Colín, articulosdog@gmail.com 1) Para saber Había un Pediatra eminente que tenía un remedio infalible para los niños que habían nacido débiles y les costaba aumentar de peso. Cuando llegaba el caso de uno de esos niños, durante su ronda en el hospital, invariablemente escribía la siguiente receta a la enfermera en turno: “Este niño debe ser ‘querido’ cada tres horas”. Y solía darle resultado. Pero no solo los recién nacidos necesitan ser queridos. Los médicos están de acuerdo en que muchas enfermedades, sobre todo de tipo psicológico, provienen de un sentimiento de soledad. En el segundo capítulo de la Encíclica, “Fratelli Tutti”, el Papa Francisco reflexiona sobre la parábola del “Buen Samaritano”. Como recordamos, es un relato donde un individuo se encuentra medio muerto tirado en el camino después de haber sido robado. Y aunque pasan un sacerdote y un levita, no se detienen para ayudarle. Es un samaritano quien tiene compasión de él y lo socorre. Al respecto, señala el Papa que aunque hemos crecido en muchos aspectos, aún somos analfabetos en acompañar, cuidar y sostener a las personas más frágiles y débiles de nuestras sociedades desarrolladas. Nos acostumbramos a pasar de lado e ignorar esas situaciones (cfr. N. 64). 2) Para pensar Hay un acertijo que pone el escritor Michael Ende en su célebre libro “Momo”: Tres hermanos viven en una casa. El primero no está, ha de venir. El segundo no está tampoco: ya se fue. Solo el tercero, menor de todos está y sin él no existirían los otros. ¿Qué es? La respuesta: el tiempo. Es un libro que vale la pena leerlo, pues tiene enseñanzas valiosas. El personaje principal es una niña que vive sola llamada “Momo” que tiene una cualidad que se va perdiendo cada vez: tenía tiempo para escuchar a los demás. La visitaban muchos porque “sabía escuchar como nadie”, de tal forma que a los indecisos los hacía seguros; a los tímidos, libres y valerosos; a los agobiados, confiados y alegres…”. La gran enseñanza que nos da el buen samaritano, dice el Papa, es mostrarnos que la existencia de cada uno de nosotros está ligada a la de los demás: la vida no es tiempo que pasa, sino tiempo de encuentro. Además de curarle y darle el dinero al posadero para que lo atendiera, el samaritano le dio algo que este mundo ansioso difícilmente otorga: le dio su tiempo. Seguramente él tenía sus planes para aprovechar aquel día según sus necesidades, compromisos o deseos. Pero fue capaz de dejar todo a un lado ante el herido, y sin conocerlo lo consideró digno de dedicarle su tiempo (cfr. n. 63). 3) Para vivir Esta parábola es un ícono iluminador que nos enseña cómo comportarnos ante el dolor: ser como el buen samaritano. Toda otra opción termina o bien al lado de los salteadores o bien al lado de los que pasan de largo, sin compadecerse del dolor del hombre herido en el camino. Quienes pasaron de largo eran personas con funciones importantes en la sociedad, pero no tenían en el corazón el amor por el bien común. No fueron capaces de perder unos minutos para atender al herido o al menos para buscar ayuda. El Papa Francisco nos invita a que miremos el modelo del buen samaritano y así resurja nuestra vocación de ciudadanos constructores de un nuevo vínculo social.

miércoles, 18 de noviembre de 2020

CEREBRO, MENTE, ALMA Y ESPÍRITU

P. Mario Arroyo, Dr. en Filosofía. p.marioa@gmail.com Pregunta Leslie: “¿Es lo mismo mente, alma y espíritu?, ¿qué relación tienen con el cerebro? ¿Dice algo la Biblia al respecto?” La antropología bíblica, en concreto la de San Pablo, habla de una división tripartita en el hombre: cuerpo, alma y espíritu. Por ejemplo, 1 Tesalonicenses 5, 23 dice: “Y el mismo Dios de paz os santifique por completo; y todo vuestro ser, espíritu, alma y cuerpo, sea guardado irreprensible para la venida de nuestro Señor Jesucristo.” Por su parte, la Epístola a los Hebreos 4, 12 afirma: “Porque la palabra de Dios es viva y eficaz, y más cortante que cualquier espada de dos filos; penetra hasta la división del alma y del espíritu, de las coyunturas y los tuétanos, y es poderosa para discernir los pensamientos y las intenciones del corazón.” Sin embargo, esta estructura no ha pasado a formar parte de la antropología cristiana posterior, que la simplifica, diciendo que el hombre está compuesto de cuerpo material y alma espiritual. Con la recepción y sucesiva “cristianización” de Aristóteles en la Edad Media se abandonó el esquema tripartito para expresarse en dos polos: cuerpo y alma, los cuales forman una “unidad sustancial”, es decir, son principios de una misma realidad. El cerebro designa la parte material, el alma la parte espiritual. El cerebro es la parte corporal, el sustrato físico de toda actividad espiritual en el hombre. Con la palabra “mente” se designa el funcionamiento de ese cerebro, la actividad a la que da lugar: percepción, memoria, imaginación, conocimiento, afectividad. El gran tema con la mente es si se puede reducir toda su actividad al entrelazamiento de intercambios neuronales a nivel cerebral, o si hay un plus. La mente designa al sujeto o protagonista de esas actividades, es decir, al "yo", la conciencia, la interioridad, la intimidad. No son procesos que se realizan anónimamente por un cerebro impersonal, sino por un sujeto que tiene conciencia, por la persona, el “yo”. La dificultad que plantea el funcionamiento de la mente, es que algunas de sus actividades claramente pueden describirse expresando exclusivamente funciones cerebrales (por ejemplo, la memoria o la vida afectiva), mientras que, para otras, la actividad cerebral resulta incompleta o insuficiente (la conciencia y la percepción de las cualidades subjetivas de las experiencias individuales o qualia). La raíz de ello es la unidad de cuerpo y alma, de lo material y lo espiritual en el hombre; unidad que es profunda, no se puede separar con bisturí hasta donde llega el cuerpo y donde comienza el alma. Entonces, cuando hablas de mente, no te refieres solo a la dimensión espiritual, pues esta se encuentra “corporalizada” en procesos cerebrales (memoria, sentimientos, etc.). Ahora bien, la mente realiza algunas funciones que son propias de un ser espiritual, fundamentalmente el conocimiento intelectual. El cerebro como órgano, lo es de los sentidos internos, es decir, de la imaginación, memoria e instinto y del conocimiento sensible (como el de los animales). El conocimiento intelectual supone el plus propio de la mente, aunque requiere del cerebro como sustrato para poder realizarse. Por su parte, el alma es el principio vital del hombre, que tiene una naturaleza metafísica o modo de ser espiritual, radicalmente diferente de todo el universo físico que conocemos, y que le capacita para realizar operaciones intelectuales. El espíritu designa a la naturaleza metafísica de esa alma. El alma humana es espiritual. Con lo espiritual nos referimos un modo de ser diferente e irreductible a lo material. Ahí radica nuestra imagen y semejanza con Dios, que es Espíritu. El alma espiritual está en la raíz del “yo”, de la conciencia, de la interioridad de la persona. Indica el sujeto de todos esos actos (aunque como tal, el sujeto tiene también una dimensión corporal, pues no somos espíritus encerrados en un cuerpo). En cuanto designa al "yo", al sujeto libre (la libertad es una consecuencia de la espiritualidad), en ella se puede dar el pecado. Cuando digo: “el alma está mal", me refiero a la dimensión moral. El sujeto hace mal uso de su libertad, dañando a su aspecto espiritual. Cuando digo "la mente está mal", señalo un mal funcionamiento, ya sea en los procesos cerebrales (y para eso tomas pastillas), o en el modo de procesar las experiencias mentales (y para eso vas a una terapia psicológica). No tiene una dimensión moral. Una “mente enferma” designa una patología, que puede estar a nivel cerebral, a nivel psicológico -modo de vivir los eventos mentales-, o una mezcla de ambos (vas al psicólogo y al psiquiatra al mismo tiempo). “Espíritu enfermo” en cambio se refiere a la libertad, al pecado y tiene relevancia moral, para remediarlo acudes al sacerdote.

martes, 17 de noviembre de 2020

"MATAR A UN RUISEÑOR" DE HARPER LEE

Raúl Espinoza Aguilera, @Eiar51 Pocos libros logran la maestría de combinar sucesos dramáticos con la historia de unos niños llenos de candor y que mueven a la ternura y al buen humor, con un padre comprensivo y conciliador. Me refiero a “Matar a un Ruiseñor”. Esta gran novela fue escrita por la norteamericana Harper Lee, en 1960, y con esta obra saltó a la fama de inmediato. Pronto le concedieron el importante “Premio Pulitzer”. Hay que hacer notar que tenía un amigo de toda la vida, el célebre escritor Truman Capote, autor de “A sangre fría”, entre otras muchas obras literarias, quien la animó a comenzar a redactar sus memorias de la infancia. Cuando presentó el borrador de su libro varias editoriales lo rechazaron. ¿Por qué? Porque aborda toda la problemática de la discriminación racial, las violaciones sexuales, las injusticias graves contra los afroamericanos en el sur de los Estados Unidos. Harper Lee es la narradora que recuerda algunos hechos de su infancia, mezclados con fantasía y mucha creatividad, rememorando crónicas de otros pueblos del sureste y de otras familias. La novela se desarrolla en un pueblo imaginario, Maycomb, Alabama, como el “Macondo” de Gabriel García Márquez en “Cien Años de Soledad”. El padre de la supuesta narradora es Atticus Finch, un abogado honrado y justo que apoya la causa de los afroamericanos y no teme arriesgar su vida ni la de su familia por defender esta noble causa. Ha sido fuente de inspiración para jóvenes abogados que desean desarrollar su profesión con ética e integridad. Recordamos que durante la Presidencia de Abraham Lincoln (1809-1865) fue abolida la esclavitud. Pero la discriminación racial continuó por muchas décadas. Todavía recuerdo, en mi infancia, aquellos letreros ofensivos en los lugares públicos (restaurantes, parques, tiendas, cines) que decían: “Prohibida la entrada a negros y a perros”. Fue hasta la Presidencia de John Kennedy (1917-1963) en que se planteó al Congreso hacer reformas importantes sobre este tema capital. Como el 22 de noviembre de 1963, Kennedy fue asesinado, su sucesor Lyndon B. Johnson (1908-1973) retomó este asunto y se aprobó la “Ley de los Derechos Civiles” de los afroamericanos, con la asesoría de otros importantes líderes de este movimiento de reivindicación social como Martin Luther King (1929-1968). El Presidente Johnson luchó contra el racismo y la segregación racial, que estaba tan metido en la raza blanca norteamericana. Aunque es una problemática que no se ha superado del todo. Recientemente fue asesinado por un policía, de forma muy cruel, porque fue asfixiado George Floyd, de 46 años, en la ciudad de Minneapolis. Ello provocó manifestaciones de repudio por toda la Unión Americana. Mismo caso fue el de Breonna Taylor, de 26 años en Kentucky. Basta con investigar un poco para confirmar que este tipo de asesinatos, sobre todo de policías hacia los afroamericanos por desgracia es frecuente. Existe un odio y un rencor acumulado porque se les mira con desprecio, como a seres inferiores. Retomando el hilo de la novela, el abogado Atticus Finch defiende la causa de Tom Robinson, acusado de violar a una joven blanca. Pero al final de un largo juicio se descubre que fue la chica la que atacó al joven Tom y le exigió tener relaciones sexuales. Es decir, el afroamericano Tom era completamente inocente, sin embargo, el jurado lo encontró culpable y dictaminó enviarlo a prisión sin causa justificada. Y luego fue asesinado por el padre de la chica blanca, un ebrio racista. A lo largo de la novela hay muchas divertidas historias de los niños Scout y Jem, hijos de Atticus y huérfanos de madre. En 1962 esta novela fue llevada al cine con la magnífica actuación de Gregory Peck, quien ganó el Óscar al mejor actor, así como Mary Badham, Phillip Alford y Robert Duvall. El filme fue dirigido por Robert Mulligan. Sorprende que a la vuelta de tantos años esta novela se sigue reeditando y la película se ha convertido en un clásico de la pantalla grande. Jóvenes críticos reconocen su asombro ante el valor de esta obra literaria y comentan que nunca pasará de moda por la calidad de su contenido y de su excelente redacción. Originalmente, Harper Lee se había graduado en Derecho y trabajaba en su especialidad, pero fue el escritor Truman Capote quien la convenció que dejara su trabajo y se lanzara de lleno a escribir al observar su gran talento natural por imaginar historias y relatarlas maravillosamente. Sin duda, es una obra que deja muchos conceptos para meditar pausadamente y muy recomendable para leer en estos tiempos de pandemia.

viernes, 13 de noviembre de 2020

EL DERECHO A PROFESAR LIBREMENTE UNA RELIGIÓN

Pbro. José Martínez Colín, articulosdog@gmail.com 1) Para saber Las personas humanas tenemos un valor privilegiado sobre toda la creación, pues además de que somos creados a imagen y semejanza de Dios, nos ha creado libres para hacernos partícipes de su vida bienaventurada en el Cielo. De aquí provienen los derechos que tenemos y que han de ser respetados. Un derecho que en los últimos años, con motivo de la proliferación de la transmisión de la información, se ha atentado contra él es el derecho a la intimidad. El Papa Francisco lo advierte en su encíclica “Fratelli Tutti”: “Todo se convierte en una especie de espectáculo que puede ser espiado, vigilado, y la vida se expone a un control constante. En la comunicación digital se quiere mostrar todo y cada individuo se convierte en objeto de miradas que hurgan, desnudan y divulgan, frecuentemente de manera anónima” (n.42). Es necesario mantener el respeto que se merece cada uno, sin pretender ser dueño de su información para manipularla y divulgarla al antojo. 2) Para pensar Respetar a la persona implica respetar sus creencias. Sin embargo, a veces la intolerancia ha conducido a la violencia sin respetar los derechos que tienen las personas. Eso acontece, por ejemplo, en las persecuciones donde no se respeta la libertad de culto. Hace días fue beatificado en la Basílica de la Sagrada Familia, en Barcelona, un joven que murió a los 19 años a causa de la intolerancia religiosa. Se trata de Joan Roig Diggle que murió mártir por su fe cristiana. Joan Roig fue un joven laico que fue asesinado a los inicios de la Guerra Civil española. La noche del 11 de septiembre de 1936, unos milicianos golpearon la puerta de la casa de Joan. Por permiso especial, guardaban Sagradas Formas en su casa, por lo que, presintiendo lo que iba a pasar, para que no se fuera a cometer una profanación, consumió todas las Sagradas Formas y se despidió de su madre diciéndole “Dios está conmigo”. Joan Roig fue asesinado de cinco tiros dirigidos a su corazón y uno de gracia en la nuca. Las últimas palabras que salieron de sus labios fueron: “Que Dios os perdone como yo os perdono”. Uno de sus biógrafos aseguró que el único motivo por el cual lo mataron fue porque era católico, y murió porque no tenía miedo de defender a Cristo. 3) Para vivir Es preciso saber respetar la dignidad de cada persona y sus derechos. Un peligro de los dispositivos digitales, como los celulares, es que al perder la cercanía personal, se hace fácil caer en la transgresión con una frase o una burla. Señala el Papa que esto favorece la ebullición de formas insólitas de agresividad, de insultos, maltratos, descalificaciones, latigazos verbales hasta destrozar la figura del otro. Lo que no haríamos si tuviéramos a la persona enfrente, sí se hace anónimamente, haciendo pedazos el respeto al otro. La agresividad social encuentra en los dispositivos móviles y ordenadores un espacio de ampliación sin igual. Se requiere contrarrestar esa ola de violencia. Decía San Josemaría Escrivá que “hay que ahogar el mal en abundancia de bien”. Así seremos sembradores de la paz de Cristo.

lunes, 9 de noviembre de 2020

DEPORTIVIDAD, CONSTANCIA Y FORTALEZA

Raúl Espinoza Aguilera, @Eiar51 En los últimos fines de semana, he estado yendo a caminar alrededor del Lago de Chapultepec (segunda sección) un promedio de una hora. Tenía tiempo de no hacerlo y he observado notables mejorías materiales que se han hecho en toda esta área. En primer lugar, prácticamente se han cerrado los accesos para automóviles –abriendo numerosos estacionamientos- y dejando esa amplia zona en un lugar privilegiado para correr, caminar, circular en bicicletas (de todos los tamaños), y con amplios jardines para que los niños y las familias convivan cordialmente y en paz. Me parece una acertada determinación de las autoridades. En segundo lugar, la tradicional pista para correr a mayor velocidad, popularmente denominada “El Sope”, también ha sido remozada con luz eléctrica, arreglo de la gran pista a la que se da mantenimiento periódicamente, mejor vigilancia, sistema de drenaje en los carriles de la pista, etc. Me da un gusto enorme observar cómo los niños y adolescentes se han animado a practicar más el deporte y el atletismo. Hoy veía a una niña de escasos 8 años que, vestida con tenis y pants, corría a buena velocidad por una pista; otras chicas de 13, 14 y 15 años me daban ejemplo de empeño y dedicación de correr con ánimo y sin desfallecer. Por supuesto que los jóvenes son mayoría tanto en las bicicletas como en las carreras. Pero también, personas mayores –de ambos sexos- corren con la misma ilusión. Se ha vencido el temor a “hacer el ridículo” como se pensaba antes, cuando una señora obesa decidía practicar este ejercicio y reducir su peso. Paseando a lo largo del Lago se aprenden numerosos valores de la gente. Por ejemplo, miraba a un entrenador que llamaba la atención a un corredor que se había “desinflado”, interrumpió su carrera y se sentó entre un nutrido grupo de jóvenes. El entrenador la daba la siguiente lección: “-¡Jamás detengas tu carrera! Tienes que ejercitar la fuerza de voluntad y fortaleza para llegar a la meta que nos hemos trazado. Ese es el lema en los maratones: “Nunca hay que detenerse. Hay que continuar, cueste lo que cueste”. Y a continuación le dijo enfáticamente: - ¡Ánimo, ponte de pie! Vamos a continuar corriendo aunque estés algo cansado. Esto no lo olvides. En otras partes observaba a padres de familia enseñando a sus niños a andar en bicicleta o en patines. Si se caían, de inmediato, venían las palabras de aliento para la chiquilla o el niño que querían comenzar a llorar: “-¡Ves, no te pasó nada! Levántate y síguele dando a tus patines (o a la bici). También pensaba que son recuerdos imborrables en las mentes infantiles porque nunca olvidarán que aprendieron a andar en bicicleta con la ayuda de sus papás. Más adelante, se aprecian a niños dándoles de comer trozos de “galletas de animalitos” a los peces dentro del agua, en compañía de sus padres. Por las caras de asombro y de gozo de algunos pequeñines se intuía que era la primera vez que lo hacían. Por todo el Lago se observan a familias unidas, conversando, riéndose, ya sea en las bancas o debajo de la sobra de los abundantes árboles, dispuestos a realizar un picnic comiendo sus tortas y, luego, a jugar voleibol o una “cascarita” de futbol en la que participa toda la familia. En las pistas aledañas jovencitas y jóvenes corrían varios kilómetros con constancia y esfuerzo. Hace poco escuchaba en la pista de “El Sope” que algunos atletas han llegado a ser seleccionados para los Juegos Panamericanos. Incluso comentaban de algunos que estaban ahí que ganaron algunas medallas. Tengo un amigo, profesor, que -junto con otros profesionistas-, todos los días corren de madrugada en esta pista un par de horas y se van preparando para el Maratón de la Ciudad de México de agosto. Han logrado importantes récords personales, no obstante que ya pasan de los 40 años. Y, por si fuera poco, los fines de semana, suben a montañas circundantes de la capital. Me decía el líder de este grupo de amigos: “Querer es poder. Porque muchas veces no se tienen ganas o tienes un músculo algo adolorido, o bien, está lloviendo y hace frío, pero el vencer esas adversidades templa bastante el carácter y así se animan otros a ser más deportistas. Y concluía: -Es que haciendo deporte es donde más amigos he hecho porque te das cuenta cuando las personas tienen afán de superación, manifiestan deseos de mejorar en valores y virtudes. -Luego, como soy profesor, les planteo darles breves charlas sobre valores humanos como fortaleza, constancia, superación personal, sobriedad, templanza, perseverancia en las metas, el crecer en la fuerza de voluntad, etc. y aceptan de buena gana. En conclusión, podríamos decir que con el espíritu deportivo se incrementan esos valores como la fortaleza y la constancia y se logran magníficos resultados en la vida personal y familiar de cada persona.

viernes, 6 de noviembre de 2020

JÓVENES: HEREDEROS DE UN PATRIMONIO CULTURAL

P. Mario Arroyo, Doctor en Filosofía, p.marioa@gmail.com Recientemente, Francisco lanzó un desafío o #challenge a los jóvenes: “vayan a buscar su herencia. El cristianismo los convierte en herederos de un patrimonio cultural insuperable del que deben tomar posesión. Apasiónense de esta historia, que es de ustedes”. En el fondo se trataba de una urgente invitación a redescubrir sus raíces, y volver a poner en valor todo el rico acervo de la identidad cristiana. Lo hizo en un interesantísimo documento reciente, que ha pasado un tanto desapercibido, se trata de la “Carta Scripturae sacrae affectus”, del 30 de septiembre pasado. Podrían resumirse en tres las ideas clave de la carta papal: Traducir, inculturar, construir puentes. Tres conceptos que adquieren el tono de un llamado urgente, en un Papa preocupado por conectar con la cultura contemporánea, particularmente con los jóvenes, para transmitir el mensaje cristiano en su radical novedad e integridad. Lo curioso es que escoge como modelo, para este delicado momento, donde es primordial transmitir la rica herencia a la siguiente generación o perderla, a San Jerónimo, un hombre que murió hace 1600 años, pero cuyo ejemplo de vida cobra hoy peculiar relevancia. El diagnóstico de la situación es doloroso. Al Papa no le queda sino reconocer que entre los creyentes hay muchos “analfabetos bíblicos” que ignoran “el lenguaje bíblico, sus modos expresivos y las tradiciones culturales antiguas”. Se requiere la “mediación de un intérprete” que haga accesible la Palabra de Dios. Pero para ello no basta conocerla bien; es preciso tener un “amor apasionado por la Palabra de Dios”, es decir, por la Biblia o, dicho de otro modo, por Jesucristo. Y eso lo podemos aprender de San Jerónimo, conocedor, traductor y amante de la Biblia. El amante de la Escritura debe conocerla bien, pero también debe entender lo más perfectamente posible a los destinatarios de esa Palabra. Como diría San Juan Pablo II, el evangelizador debe ser “experto en humanidad”. No basta conocer bien la Palabra de Dios, es necesario comprender también el mundo al que va dirigida, los corazones de las personas de nuestro tiempo. Sólo así la traducción se configura como “inculturación”, la cual no es una colonización, porque supone hacer propio el tesoro recibido. “Jerónimo logró inculturar la Biblia en la lengua y la cultura latina, y esta obra se convirtió en un paradigma permanente para la acción misionera de la Iglesia”. A nosotros nos toca inculturar la Palabra de Dios en el mundo de hoy, tarea no fácil. Sin embargo, una característica del traductor es su visión positiva. Requiere saber descubrir los puntos en común, las convergencias necesarias, muy útiles a la hora de construir los puentes del diálogo. Por eso, señala el Papa, “los valores y las formas positivas de cada cultura representan un enriquecimiento para toda la Iglesia.” El traductor no solo enseña, sobre todo aprende y descubre las inquietudes a las que puede dar respuesta su mensaje en la cultura de llegada. En este sentido, “la Biblia necesita ser traducida constantemente a las categorías lingüísticas y mentales de cada cultura y de cada generación, incluso en la secularizada cultura global de nuestro tiempo.” Para ello, se precisa conocer muy bien esta cultura y ser capaz de descubrir puntos de encuentro con ella, y eso supone tener una mentalidad joven, abierta. Francisco acentúa la aguda analogía que existe entre “traducción” y la “hospitalidad”, lingüística en este caso. La “traducción… está relacionada con toda la visión de la vida”. Sin ella las culturas están cerradas entre sí y no sería posible construir una cultura del encuentro. “Por eso, el traductor es un constructor de puentes”, pues, parafraseando a George Steiner, “No existe comprensión sin traducción”. Comprender, traducir, acoger, construir puentes. Esas son las labores que realizó San Jerónimo hace 1600 años, fueron fundamentales para tener la traducción Vulgata de la Biblia, “Atlas iconográfico” (Marc Chagall) de la cultura cristiana. Pero se precisa una nueva traducción que tienda puentes con la cultura global y secularizada de nuestro tiempo, que comprenda y acoja los anhelos de los jóvenes de hoy. Esa es labor del creyente, que debe ser, a un tiempo, amante de la Escritura y amante del Mundo, al que va dirigida.

FOMENTAR LAS AMISTADES PROFUNDAS Y VERDADERAS

Pbro. José Martínez Colín, articulosdog@gmail.com 1) Para saber “No dejes crecer la hierba en el camino de la amistad”, decía el filósofo Platón. Es preciso que ese camino se camine tanto que esté despejado. Si bien, el confinamiento que se está viviendo pudiera dificultar el trato, no ha de causar que nos encierre en nosotros mismos. Esta situación nos puede ayudar a valorar lo que es el trato personal. Hemos sido creados para amar a Dios y a los demás. En esta vida podemos crecer como personas al irnos perfeccionando. Y uno de los actos que más nos perfecciona es el amor. Por ello, si nos encerráramos estaríamos frenando nuestro crecimiento. Una persona que no amara estaría frustrando su existencia. Una manera de vivir el amor es en la amistad verdadera. El hecho de abusar de los medios de comunicación digitales, dice el Papa Francisco, “pueden exponer al riesgo de dependencia, de aislamiento y de progresiva pérdida de contacto con la realidad concreta, obstaculizando el desarrollo de relaciones interpersonales auténticas” (Fratelli Tutti, n. 43). Un peligro que habrá que detectar para no olvidar la importancia del trato personal en la amistad. 2) Para pensar Cuenta la mitología que Zeus, para celebrar sus bodas, invitó a todos los animales. Acudieron todos a la cita excepto uno: la tortuga. Intrigado el dios por dicha ausencia, buscó a la tortuga y le preguntó: —¿Cómo sólo tú, entre todos los animales, no viniste a mi festín? —Quise quedarme en casa —respondió la tortuga. —Tú sabes: ¡Hogar familiar, hogar ideal! Hay que cuidarla. —Así que te gusta mucho tu casa —replicó Zeus indignado. —¡Pues entonces te encerraré para siempre en tu casa! Y desde entonces la tortuga lleva a cuestas su pequeño mundo. Lo mismo ocurre con quien no cultiva amistades: el horizonte en que se encierra se vuelve cada vez más reducido y será cada vez más difícil salir de él. 3) Para vivir Con cierta razón decía alguien que los amigos son aquellos extraños seres que nos preguntan cómo estamos y se esperan a oír la contestación. La amistad va más allá que la simple cortesía o apariencia. Con las relaciones digitales puede suceder que solo aparentan una sociabilidad. No siempre sucede, pero está el peligro que ese tipo de relación omita el cultivo de una amistad verdadera o una reciprocidad estsu señor; pero os he llamado amigos, porque todas las cosas que oí de mi Padre, os las he dado a conocer” (Jn 15,15). Una invitación para también cultivar la amistad con Jesús y con los demás.able. Dice el Papa Francisco que muchas veces esas relaciones digitales no construyen verdaderamente un “nosotros” sino que suelen disimular y amplificar el mismo individualismo. La conexión digital no basta para tender puentes, no alcanza para unir a la humanidad. “Hacen falta gestos físicos, expresiones del rostro, silencios, lenguaje corporal, y hasta el perfume, el temblor de las manos, el rubor, la transpiración, porque todo eso habla y forma parte de la comunicación humana” (Ibid, n. 43). Jesús, que es quien más nos ha amado y nos ama, nos recuerda el alto valor que tiene la amistad, al considerarse a sí mismo amigo de nosotros: “Ya no os llamaré siervos, porque el siervo no sabe lo que hace.

miércoles, 4 de noviembre de 2020

LA FORMACIÓN DE VALORES EN LOS HIJOS

Raúl Espinoza Aguilera @Eiar51 Un error frecuente que recuerdo en mi adolescencia, cuando algún niño o joven, no tenía buena conducta, era que los mayores de inmediato preguntaban: “-¿En qué escuela estudia?” Pienso que hay que remontarse a la formación que los chicos han recibido de sus padres, en su propio hogar. La moderna Pedagogía habla de la “Formación Integral de los hijos”. Es decir, señala que debe de abarcar no sólo el aspecto académico para que obtengan buenas calificaciones sino, también y sobre todo, el inculcarles buenos hábitos, como por ejemplo: el orden, el aprovechamiento del tiempo, la sobriedad y la sinceridad, el esfuerzo en el estudio y el trabajo, la generosidad y la justicia, la obediencia y el compañerismo, la responsabilidad, la alegría y el optimismo, etc. La familia es la primera y principal escuela de virtudes y valores. En la familia se consigue que los hijos crezcan en esos valores porque están motivados por el verdadero amor. Dicho en otras palabras, no crecen en esas virtudes por un mero “voluntarismo” como “cumplir el deber por el deber mismo”. Porque llega el momento en que el niño o el adolescente se hartan de que se le exijan cumplir algo que no entienden ni comprenden. De ahí la importancia de enseñarles a razonar. Que sepan que, por ejemplo, crecer en la virtud del orden redunda en su propio beneficio. Recuerdo que cuando estaba en la Primaria, con la ayuda y asesoría de mis padres, procuraba hacer las tareas bien. Un día tras otro. En las materias de Geografía, Historia y Gramática, mi madre me ayudaba. Pero en los difíciles problemas de Matemáticas, esperaba a que llegara mi padre, un poco más tarde, para resolverlos acertadamente. Ya después en la Secundaria me valía por mí mismo porque se me había fomentado el hábito del estudio. Otra norma o costumbre, era que mis seis hermanos y yo debíamos hacer, en primer lugar, las tareas escolares y después podríamos hacer un rato de deporte con los amigos o ver nuestro programa favorito en la televisión. Cuando venía la temporada de exámenes trimestrales o finales, nos animaban a poner un particular esfuerzo para obtener buenas notas. Recuerdo la alegría que nos daba el pasar con buenas calificaciones al siguiente año escolar. Era la consecuencia lógica de ese esfuerzo mantenido. Algunas veces recibíamos preceptoría académica de los profesores y, en otras ocasiones, conversaban privadamente con nuestros padres. De esta manera, se establecía un puente de comunicación “escuela-familia” para ayudarnos a mejorar también en la parte humana, además de la académica. Otro aspecto fundamental es la formación en la fuerza de voluntad para conseguir las metas que se aspiran. Me refiero, por ejemplo, si una hija o un hijo quieren aprender a tocar un instrumento musical, practicar más un deporte para lograr incorporarse a la selección escolar o animarse a participar en un concurso de matemáticas, oratoria o poesía. La ayuda y el apoyo de los padres resultaba clave. Me viene a la mente, cuando el hijo de un amigo mío mostró que tenía buen oído y particular habilidad para tocar el piano. Se le inscribió en una academia musical y, posteriormente, fue admitido en la orquesta del colegio. Esta orquesta de niños viajó por varias ciudades de Estados Unidos para dar conciertos. Tanto los padres como el hijo mostraban un gran gozo y satisfacción, además de que se crece en la virtud de la solidaridad y el compañerismo. Todo ser humano está llamado a ser feliz. La superación personal, la autoestima, la alegría y la felicidad de las metas logradas forman un estrecho entramado que conducen a la autorrealización como personas. Otro concepto fundamental es que los hijos deben sentirse queridos en cualquiera de las etapas de la vida en que se encuentren. A menudo ocurre que las manifestaciones de afecto se prodigan en la infancia, pero al llegar a la adolescencia, particularmente los padres, tienden a volverse más fríos y secos con sus hijos varones y eso es fuente de innumerable de traumas y resentimientos. Me contaba un amigo que no recordaba la última vez que su padre le había dicho que lo quería, sino cuando estaba agonizando. Y esto me lo contaba con lágrimas de dolor. Sin duda, la mejor herencia que se puede dejar en los hijos es que tengan una mentalidad optimista y alegres frente al mundo y a la vida porque el ejemplo de los padres ayuda a educar bien. En cuanto a la generosidad, tengo muy grabado el recuerdo de un buen amigo mío que hacia el mes de noviembre, les decía a sus hijos: “-En diciembre –como todos los años- vamos a repartir ropa, buenos juguetes y dulces a los niños huérfanos. Vayan separando todo lo que piensen que se podría regalar, pero ¡qué esté en buen estado! Y despréndase de algún juguete que les guste especialmente porque eso les ayudará mucho a ustedes y a todos. Efectivamente, llegando la fecha acordada y que sus hijos veían los rostros llenos de alegría de los pequeños huérfanos, comentaban: -“¡Qué feliz me siento! –comentaba la más pequeña- porque entregué esa muñeca que tanto me gusta a una niñita”. Y otro hijo decía: “¡Regalé un buen balón de futbol a un pequeño que noté que nunca le habían regalado algo parecido y con su cara de felicidad me sentí más contento yo que él!” En conclusión, la formación de los hijos es una tarea que no termina nunca y los frutos se aprecian y aquilatan a la vuelta de los años.