viernes, 29 de mayo de 2020

UNA REVELADORA ANÉCDOTA DEL REY DEL ACERO

Pbro. José Martínez Colín,
articulosdog@gmail.com

1) Para saber

El llamado “Rey del acero”, el empresario Andrew Carnegie (1835-
1919), ha sido considerado por la revista Forbes como la segunda persona más rica de la historia. Dedicó su fortuna a la educación: bibliotecas, escuelas y universidades en varios países.


Muchos le piden ayuda y tenía a un asesor para tramitar las peticiones. En una ocasión una anciana detuvo al señor Andrew y le rogó que le ayudara con la hipoteca de su casa. “Está bien, señora, su hipoteca será cancelada”, respondió Andrew. El asesor que lo acompañaba le objetó: “Perdone señor, pero yo ya le había negado a esa señora ese favor. No hay motivo para ayudarle”. 

Carnegie replicó: “Sí, existe uno”. El asesor intrigado preguntó: “Y si no fuera indiscreta mi pregunta, ¿Qué motivo es?” Andrew le dijo: “El enorme parecido que tiene con mi madre”.

A lo largo de la historia, a pesar del mal existente, nunca han faltado personas que consigan de Dios las gracias para que la humanidad continúe. Es la oración de los justos, dice el Papa Francisco en su cuarta catequesis sobre la oración, la cual es un dique, es un refugio ante la oleada de maldad.

2) Para pensar

El Papa Francisco recordó a un jefe de gobierno, importante, no de esta época, del pasado. Era un ateo que no tenía sentido religioso en su corazón, pero de niño escuchaba a su abuela rezar, y eso permaneció en su corazón. Y en un momento difícil de su vida, ese recuerdo volvió a su corazón y dijo: “Pero la abuela rezaba…”. Así que empezó a rezar con las fórmulas de su abuela y allí encontró a Jesús.

Esa abuelita es parte de esas personas que no dejan de rezar y forman como una cadena que se va continuando a lo largo del tiempo. Rezan por ellos mismo y por todos. Aunque a menudo son incomprendidos o marginados en el mundo, el mundo vive y crece gracias a sus oraciones que “atraen” el poder de Dios. Son una cadena que no hace ruido, y sin embargo ¡es tan importante para devolver la confianza al mundo!

3) Para vivir

El plan que tiene Dios para la humanidad es muy bueno: la felicidad de todos los hombres. Sin embargo, desde el inicio el hombre introdujo el mal con el pecado. Y aunque no ha dejado de haber conflictos, tampoco han faltado buenas personas que continúan la “cadena de vida” con su oración y van sembrando vida. Y es importante sembrar esa vida desde niños. 

Dice el Papa que le duele cuando se encuentra con niños que no saben hacerse la señal de la cruz, y hay que enseñársela bien, porque es la primera oración: “Es importante que los niños aprendan a rezar. Luego, pueden olvidarse, tomar otro camino; pero las primeras oraciones aprendidas de niño permanecen en el corazón, porque son una semilla de vida, la semilla del diálogo con Dios”, afirmó.

La oración de los justos puede mucho ante el Señor, es poderosa porque atrae el poder de Dios que da vida. Así, transforma nuestro corazón tantas veces de piedra, en un corazón humano. Por ello la oración nos salva de nosotros mismos, de nuestras ambiciones, pasiones, de los instintos de violencia y es una mirada dirigida a Dios, para que vuelva a ocuparse del corazón del hombre.

jueves, 28 de mayo de 2020

FIÓDOR DOSTOYESVKI, EL PADRE DE LA NOVELA PSICOLÓGICA

Raúl Espinoza Aguilera,
@Eiar51 

El llamado padre de la novela psicológica y filosófica nació en Moscú en 1821 y falleció en San Petersburgo en 1881. Fue un explorador del alma humana como nunca antes lo había hecho ningún autor. Se adentra en las raíces del bien, del mal, del sufrimiento, del dolor, de la crueldad humana dentro de unos abismos inimaginables. 



Recuerdo que cuando leí la novela “Crimen y Castigo” (publicada originalmente en 1866) me causó un fuerte impacto porque el escritor introduce al lector en la mente del asesino y transmite todo lo que ocurre en su perturbada alma. En ella, su protagonista Rodión Raskólnikov asesina a una anciana prestamista, usurera,, vil y egoísta. En un principio, Raskólnikov considera que ha realizado un bien a la humanidad al exterminar una persona con esa despreciable conducta. Pero luego le invaden oleadas de arrepentimiento, de angustia y dudas; psicológicamente le afecta mucho al punto que le vienen fiebres altas, mareos, alucinaciones; queda perturbado y obsesionado por el homicidio cometido. Al final, decide entregarse -por su cuenta y libremente- a las autoridades y es condenado a la prisión en Siberia. 

Sobre su obra, Friedrich Nietzsche y Sigmund Freud consideran que fue un psicólogo del cual habían aprendido mucho. El pensador José Ortega y Gasset considera que este autor ruso no sucumbió a las situaciones dramáticas que nos describe, sino que se instaló en lo más alto para brindarnos una visión panorámica sobre la misteriosa condición humana. Ejercieron gran influencia en Dostoyevski grandes literatos como Shakespeare, Pascal, Víctor Hugo, Hoffman y Friedrich Schiller. 

Le afectó mucho el pronto fallecimiento de su madre y la crueldad de su padre tanto para con él y sus hermanos y como con los siervos que laboraban en el campo agrícola. Era un odiado terrateniente por inhumano, cruel e injusto. A este joven universitario lo envía, contra su voluntad, a estudiar Ingeniería. Facultad que pronto abandonaría para dedicarse de lleno a la Literatura. Por esos años le aparece una marcada enfermedad: la epilepsia, que se le incrementaría hasta el final de sus días. Pero su genio literario supo transformar la adversidad en una oportunidad ya que muchos de sus personajes literarios son epilépticos. Y el escritor confiesa que tenía una particular luminosidad mental después de esas duras crisis. 

En 1849 se unió a un grupo intelectual llamado “Círculo Petrashevski” de corte liberal, socialista y contra las ideas monárquicas del Zar Nicolás I. Pronto fue detenido, encarcelado y condenado a ser fusilado. Pero a última hora, el Zar cambió de opinión y lo envió a Siberia. Con motivo de sus experiencias en esas gélidas tierras y su convivencia con los prisioneros escribe “Humillados y Ofendidos” (1861) y “Recuerdos de la Casa de los Muertos” (1861-1862). 

Es interesante su testimonio de cómo descubre que entre delincuentes, asesinos y ladrones existen personas de buen corazón, que se arrepienten de sus malos actos y están dispuestos a corregirse. 

Después viajó por las principales capitales europeas con una extraña ambición: apostar en las casas de juego en forma compulsiva pensando que de un golpe de suerte se volvería muy rico y pagaría todas sus deudas. Como era de esperarse, esa oportunidad nunca llegó y se endeudó aún más. Pero esa tendencia la tuvo de forma reiterativa, por muchos años, hasta el punto de convertirse en un ludópata. 

En 1864 publica “Memoria del Subsuelo” sobre la larga enfermedad, penosa agonía y muerte de su esposa tuberculosa. 

Es interesante observar cómo todas las obras del escritor captan al lector desde el primer instante, aunque esté describiendo la fealdad humana, lo vil y despreciable. Sus personajes son seres atormentados por tres sucesos autobiográficos: la falta de dinero para pagar a sus acreedores, el tremendo sufrimiento que padecía (epilepsia) y la soledad, ya que las esposas o amantes le rehuían porque era difícil soportar a un ludópata incurable. 

Contra lo que se dice que este escritor era caótico y desordenado, hay que señalar que fue perfeccionista en sus textos, muy exigente consigo mismo; comenzaba sus textos y volvía a reiniciar sus novelas. Tuvo la fortuna de contratar a una taquígrafa, Ana, quien le ayudó no sólo a redactar sus novelas sino a poner, por fin, orden en sus cuentas. Gracias a ella, concluyó “El Jugador” (1866), “El Idiota” y “El Adolescente” (1867). Posteriormente se casó con la joven y valiosa Ana. 

Por esos años comienza a redactar “Diario de un Escritor” en la que expone sus puntos de vista sobre la situación política, social, económica y cultural de Rusia. Es decir, se trataba de una obra más periodística que literaria. 

En 1870 comienza a redactar su obra cumbre: “Los Hermanos Karamazov”. Es una novela filosófica y psicológica ambientada en la Rusia de finales del siglo XIX, cuyos personajes entran en los debates éticos sobre Dios, el libre albedrío, la moralidad. Así como las pugnas ideológicas relacionadas con la fe, la duda, el juicio, la razón y el trasfondo de esas discusiones giran en torno al parricidio cometido por los Hermanos Karamazov. Esta novela es un retrato de la Rusia de su tiempo. 

A este escritor le preocupaba la Rusia en proceso de modernización; que corría el peligro de perder sus valores perennes y que la amada Patria perdiera su verdadera identidad. Todos sus cuestionamientos se enfilaban en preguntarse: ¿quiénes somos? ¿cuál es el significado de la vida? En términos positivos, ¿qué se puede aprender del sufrimiento humano y de la presencia del mal en el mundo? 

Desde la publicación de esta obra, ha sido aclamada como una de las obras más importantes de la Literatura Universal. Su esposa, Ana, lo acompañó con cariño y fielmente hasta el momento de su muerte. A su entierro asistieron las grandes celebridades de la cultura rusa.

NUEVOS MUNDOS. REALIDADES Y ESCENARIOS

Mtro. Rubén Elizondo Sánchez,
Departamento de Humanidades de la
Universidad Panamericana. Campus México.
rubeliz@up.edu.mx

Un aspecto esencial de la educación de nuestro tiempo se expresa ahora con las frases “Alfabetización Emocional”, término creado por Eileen Rockefeller, Fundadora y Presidenta del Instituto para la Salud Mental en Estados Unidos de Norteamérica-- o “Inteligencia Emocional”, expresión acuñada en 1990 por los psicólogos Peter Salovey, de la Universidad de Harvard, y John Mayer de la Universidad de New Hampshire. Daniel Goleman popularizó el término en 1995.


Son expresiones tan sugerentes como significativas porque demandan la acuciante necesidad de brindar mejores habilidades sociales y emocionales para crear entornos más humanos. Durante el transcurso de la pandemia es notorio observar cuan fácil es precipitarse en valoraciones particulares negativas, profundamente enraizadas en apreciaciones personales extremas que de ninguna manera corresponden a la emergencia sanitaria que nos tocó en suerte vivir.

Con la finalidad de esclarecer mejor esta dificultad de la cual nadie está exento, deseo despertar el interés por desarrollar capacidades y destrezas para evaluar en su adecuada dimensión los principios extrínsecos del obrar humano y que, en este caso, se refieren a aquellos factores que influyen en la conducta desde el exterior y ante los que nada o casi nada podemos hacer porque no hay control,
al día de hoy, como por ejemplo sobre la acción del coronavirus.

Nada o muy poco podemos hacer sobre la pandemia. Sin embargo, sí podemos intentar descubrir el justo medio en las evaluaciones personales de manera que la mente nos proporcione la paz y la tranquilidad suficientes que el cuerpo humano necesita en el confinamiento no deseado pero imprescindible si queremos sobrevivir.

Ante todo, es necesario evitar dos extremos que suelen presentarse a nuestra consideración cuando sucede un evento imprevisible de tal magnitud y consiste en atreverse a no pensar en términos de “Todo o Nada”. El pensamiento de todo o nada es considerablemente común. Es muy estresante valorar la pandemia a partir del siguiente modo: “Todo está perdido. Cuántos esfuerzos, tiempo y dinero invertidos en mi negocio”. No menos preocupación nos autogeneramos si la valoración discurre hacia el otro extremo: “Nada volverá a ser como antes. No recuperaré casi nada de lo que gané durante tantos años”.

Más equilibrio interior obtendremos si pensamos de forma más razonable, por ejemplo: “Algo perderé en cuestiones económicas, pero no todo ni en toda la economía personal.” Estaremos menos preocupados si consideramos que “algunas costumbres de vida habremos de corregir y otras se rehabilitarán después de cierto tiempo”. 

El esfuerzo comporta una efectiva transformación individual en el modo de pensar. Los resultados no dejan de ser sorprendentes porque basta entender la trampa para no caer en ella.

lunes, 25 de mayo de 2020

CHARLES DICKENS: PIONERO DE LA NOVELA DE DENUNCIA SOCIAL

Raúl Espinoza Aguilera,
@Eiar51

Quizá pocos sepan que el escritor inglés, Charles Dickens, fue el pionero de la novela de denuncia social. Nació en 1812 y falleció en 1870. Pertenecía a la clase media, pero su padre gastaba mucho más de lo que ganaba. En un principio, le embargaron sus bienes, pero llegó el momento en que era tal el cúmulo de sus deudas, que se le condenó a la cárcel. Pero en Inglaterra se acostumbraba que toda la familia debería también de acompañar al preso a la misma celda de la cárcel. Sólo el pequeño Charles fue dejado en libertad debido a que trabajaba en una fábrica de grasa para calzado.


Para Dickens fue una inolvidable experiencia el sentir en carne propia la explotación laboral de niños y mujeres que trabajaban de sol a sol, sin ningún tipo de seguro médico ni pensión laboral, con despidos injustificados. No había consideración alguna para las mujeres embrazadas. Recibían la mísera paga de unas cuantas monedas, un poco de pan y café. 

Trabajaban en lugares insalubres, oscuros y, además, hacinados en espacios demasiado reducidos. Nadie podía abandonar esos oficios porque se encontraban bajo un régimen de esclavitud. En la novela “Oliver Twist” leemos cómo el protagonista huye y es perseguido para que regrese a su trabajo. Así que no le queda más remedio que unirse a una pandilla de niños ladrones comandados por un viejo corrupto y un ladrón asesino. A Charles Dickens le tocó vivir buena parte de era de la Reina Victoria y de la Revolución Industrial en las que estas situaciones eran comunes.

Gracias a la inesperada herencia de una tía, toda su familia logró salir de la cárcel. A continuación, se trasladaron de Landport (Portsmouth, Gran Bretaña) a Londres.

Pronto este joven decide ser periodista, toma clases de taquigrafía y es contratado para ser cronista en el Parlamento y sus textos fueron publicados en el “Mirror Parlament”.

Por esos años se prometió a sí mismo: “Jamás volveré a pasar hambre ni penurias”. Reconocía que la obra que más admiraba era “Don Quijote de la Mancha” de Miguel de Cervantes Saavedra. Poco tiempo después se casó con Catherine Thompson Hogarth con quien procreó diez hijos.

Debido a que realizó tan sobresalientes crónicas en el Parlamento, el director del “Mailing Magazine”, se fijó en él y valoró su gran espíritu de observación, así como su fina y aguda ironía. Le propuso que escribiera crónicas de la ciudad, de distintos barrios, de sus parques, de los mercados, de las tabernas; de cómo se vestían, hablaban y se comportaban las personas ricas y las pobres. 

En un principio escribió bajo el seudónimo de “Boz” para que no fuera confundido con sus crónicas del Parlamento. Sus breves relatos citadinos tuvieron un éxito arrollador, al punto que eran esperados semanalmente con enorme interés por los lectores. El director del periódico le ofreció realizar una compilación y publicarlos en forma de libro en 1836 y titulado “The Sketches by Boz”. A partir de ese año se revelaba Dickens como novelista.

En 1836 publicó la obra humorística “Los Papeles Póstumos del Club de Pickwick”, que alcanzó gran celebridad por sus juegos de palabras, ironías, giros inesperados y con chispeante alegría. En 1837 publicó una novela sobre la vida de un niño huérfano, “Oliver Twist” con rasgos autobiográficos y que pronto alcanzó un tiraje de 20,000 ejemplares. 

En 1841 publicó “Tienda de Antiguedades” y, en 1843, dio a conocer su inmortal obra, “Cuento de Navidad”, con su inolvidable personaje Scrooge, avaro y egoísta que conmovió a toda Gran Bretaña. Y, en la actualidad, continúa impactando a los lectores del mundo entero. Es una obra clásica que se recuerda cada Navidad.

A lo largo y a lo ancho de toda su obra literaria, Dickens se declaró enemigo de la pena de muerte y denunció numerosos abusos e injusticias sociales que observaba en su entorno y los describía con un realismo impresionante. Pero siempre dejando mensajes positivos acerca de cómo resolver esas diferencias socioeconómicas.

En 1849 publica “David Copperfield”, también de rasgos autobiográficos y para numerosos críticos es considerada su mejor obra. En poco tiempo logró vender 100,000 ejemplares. Hay lectores que confiesan que esta obra la leen por lo menos una vez al año, junto con “El Quijote de la Mancha”.

En 1853 publica “Tiempos Difíciles”. También viaja a Paris donde conoce a Alejandro Dumas y, a la entonces joven promesa del mundo de las letras, Julio Verne.

En 1860 entabló una gran amistad con el escritor de misterio del siglo XIX inglés, Wilkie Collins -autor de “La Dama de Blanco”, entre otras muchas obras- quienes mutuamente se ejercieron una positiva influencia en sus creaciones literarias. Fruto de esa gran amistad, Dickens publicó “Historia de Dos Ciudades” y “Grandes Esperanzas”.

En 1867 realizó su segundo viaje a los Estados Unidos y se llevó una gran alegría al comprobar que a raíz de la victoria del Presidente Abraham Lincoln durante la Guerra de Secesión, se fortaleció el gobierno federal, se modernizó la economía y, sobre todo, fue abolida la esclavitud de las personas afroamericanas con notables imperfecciones, aunque sus plenos derechos no los obtendrían sino hasta el siglo XX.

Sorpresivamente, en junio de 1870 falleció. Un mes antes, había sido recibido por la Reina Victoria y ella le confesó que era una profunda admiradora de sus obras literarias y no se resistió a preguntarle cómo fue que alcanzó tal notoriedad como novelista y periodista, sin haber pasado por las aulas universitarias. Dickens le respondió con sencillez que con ese talento se nace y se cultivan cuando se tienen grandes ideales en la vida.

León Tolstói y Fiódor Dostoyevski consideraban a Charles Dickens como a un autor cristiano, no tanto porque practicara mucho su religión, sino por las soluciones que aportaba a las tramas de sus novelas.

Una opinión unánime de los críticos literarios es que Dickens hizo más por los pobres, por los marginados debido a sus claras y valientes posturas en contra de la esclavitud laboral y racial; por sus denuncias ante las injusticias y tremendas diferencias socioeconómicas en la sociedad inglesa; por su permanente oposición a la pena de muerte, etc., de tal modo que su benéfica influencia ayudó a tomar conciencia nacional para que en el Parlamento , tanto en el siglo XIX como en el XX, se aprobaran leyes para resolver estas severas problemáticas.

sábado, 23 de mayo de 2020

¿QUÉ PASARÁ DESPUÉS DE LA PANDEMIA?

Dr. Pbro. Mario Salvador Arroyo,
p.marioa@gmail.com

En la reciente encuesta Planning Quant sobre el impacto que ha tenido la pandemia en la sociedad mexicana, no deja de ser sorprendente uno de los datos duros que arrojaron las estadísticas: nada más terminar la cuarentena, uno de cada tres mexicanos aprovechará para asistir a la santa Misa. 


No es sólo el elevado porcentaje de personas que lo hará, sino que se configura en primerísimo lugar, incluso supera a la asistencia a eventos familiares y sociales, que alcanza el 24% o ir al cine que consigue únicamente un 14% de las preferencias. La asistencia a la eucaristía se posiciona en el primer lugar de las actividades que los mexicanos realizarán nada más superar la crisis del COVID-19.

Recientemente Francisco ha publicado un breve, pero hermoso libro, titulado “La vida después de la pandemia”, donde incluye las reflexiones, discursos y homilías que ha tenido con ocasión de esta tragedia para la humanidad. El sentido de publicarlo en el momento en que Italia se prepara para volver gradualmente a la normalidad es claro: aprovechar la lección; que la pandemia no nos deje igual que antes, sino golpeados –no podría ser de otro modo-, pero mejores. 

Que aprovechemos la contrariedad para superar algunos de los vicios endémicos de la sociedad, como pueden ser el individualismo, la superficialidad o el consumismo. La crisis nos ha ayudado a ser solidarios, ¡que no se pierda eso!, y también a descubrir dramáticamente, la falsedad de nuestra presunta autosuficiencia: somos frágiles y necesitados de Dios, ¡no lo olvidemos!

La encuesta Planning Quant evidencia que, por lo menos en las intenciones, los mexicanos han aprendido la lección, o por lo menos parte de ella. ¿Por qué asistir a misa nada más terminar la pandemia?, ¿no hay cosas más urgentes? Urgentes seguro que sí, importantes no. Asistir a la eucaristía es fundamental para agradecer a Dios que estamos vivos, pedir por los que partieron, implorar ayuda por los que todavía luchan por su vida y los que pelean por la salud de la sociedad, y para pedir ayuda en el delicado momento de volver a la “normalidad”, en medio de una gravísima crisis económica. Para dar testimonio de que Dios no nos ha abandonado en medio de la tormenta, y de que contamos con Él para retornar a nuestras actividades y asumir nuevos desafíos, superar nuevas dificultades. 

Para dar testimonio, en fin, de que nuestra vida no se agota en esta vida presente, y de que la realidad no se reduce exclusivamente a aquello que puedo tocar y medir. Por eso y por el deseo de estar en comunión con Dios, con mi familia y con la sociedad, es importante asistir a Misa. Una tercera parte de la población mexicana se ha dado cuenta de ello.

La gente se ha preguntado con frecuencia si estamos sufriendo un “castigo divino”. Es imposible saberlo con certeza, habría que preguntarle directamente a Dios. Pero lo seguro es que nada escapa a la Providencia divina, y que Dios no causa los males, pero los permite para obtener bienes aún mayores. 

Por eso, más que llamarle “castigo”, yo lo denominaría “purificación”, una oportunidad de volver a lo esencial, a lo importante, una ocasión que nos ha obligado a pararnos y reflexionar, una situación que nos ha ayudado a redescubrir la importancia de la dimensión espiritual de nuestra existencia, pues finalmente es un poderoso motor que nos ayuda a enfrentar las dificultades con la actitud correcta. En este sentido, se puede decir que una importante porción de la población aprendió la lección, devolviéndole el protagonismo a la dimensión espiritual de su existencia, pues de ella se han agarrado para superar la tormenta. La utilidad social de la religión queda patente.

Es verdad que los mexicanos somos propensos a caer en lo que algunos llaman: “síndrome del agua de tamarindo”. Bebida dulce mexicana que debe tomarse poco después de ser agitada, porque de lo contrario la pulpa sabrosa cae en el fondo del vaso. Así los mexicanos, tenemos sabor mientras las aguas están agitadas, decayendo pronto, sin embargo, nuestro esfuerzo. 

Esperemos que no suceda con la pandemia: ha sido una lección dolorosa, difícil de aprender, de esas enseñanzas que no se olvidan en toda la vida, pues como dice el adagio: “la letra, con sangre entra”, en esta ocasión, la lección entró con el coronavirus.

viernes, 22 de mayo de 2020

SER PORTADORES DE ALEGRÍA

Pbro. José Martínez Colín,
articulosdog@gmail.com

1) Para saber

¿Cuántas estrellas hay en el universo? Aunque parece imposible contestar esa pregunta, algunos astrofísicos han dado una cifra aproximada: diez mil millones de billones. Y para darnos una mayor idea, dicen que hay más estrellas que granos de arena en todas las playas del mundo.


Ante tal grandeza, comenta el Papa Francisco, viene a nuestra mente el Salmo 8: “Al ver tu cielo, hechura de tus dedos, la luna y las estrellas que fijaste tú, ¿qué es el hombre para que de él te acuerdes, el hijo de Adán, para que de él te cuides?” (v. 4-5). 

Al contemplar la Creación, su grandeza, su belleza y su misterio, se suscita en el corazón del hombre invocar a quien está detrás de todo ello, orar al Creador.

El hombre frente al Universo es una criatura fragilísima y, sin embargo, es una criatura capaz de ser consciente de tal profusión de belleza y de amor, de descubrir a su Creador y ponernos en relación con Él. Y de aquí le viene la grandeza, de su relación con Dios, al constituirnos en hijos de Dios.

2) Para pensar

Partiendo de la Creación, encontramos motivos para dar gracias y alabar a Dios. Así, la oración nos abre la puerta a la esperanza. Si se reza, la esperanza crece. Esta vida, a pesar de todas sus oscuridades, fatigas y días difíciles, no le falta la luz para seguir adelante.

Relata la autora de novelas de misterio, Agatha Christie, que hubo una lección en su adolescencia que nunca olvidó. Su maestra de aritmética, a mitad de la clase, inesperadamente les habló de la vida y la religión. Les dijo que cada una pasaría por un período de sufrimiento que habría que saber afrontar para ser auténticas cristianas, pues hay que aceptar la vida que Cristo vivió: con sus alegrías, como en las bodas de Caná, y los sufrimientos como su soledad y sufrimiento en el huerto Getsemaní. En esos momentos hay que aferrarse en la fe, en la esperanza de que no es el fin: “Si no sufrís, no conoceréis el sentido de la vida cristiana”. 

Luego continuó con su clase, pero esas palabras “se grabaron en mí más que cualquier sermón, y años más tarde, al recordarlas, me volvieron a la esperanza cuando la desesperación me tenía entre sus garras”.

3) Para vivir

La oración nos confirma que la esperanza es más fuerte que el desánimo y el amor más fuerte que la muerte. Al rezar, se sabe que incluso en los días más oscuros, en los tiempos de dolor más grande, el sol no deja de iluminar. La oración ilumina el alma, el corazón e incluso el rostro. Y así, ser portadores de alegría, en vez de llevar tristeza o malas noticias.

Esta vida es el regalo que Dios nos ha dado: y es demasiado corta para consumirla en la tristeza, en la amargura, dice el Papa:

“Alabemos a Dios, contentos simplemente de existir. Miremos el universo, miremos sus bellezas y miremos también nuestras cruces”, que todo nos lleve a dar gracias y a alabar a Dios. Somos los hijos del gran Rey, capaces de leer su firma en toda la creación que hizo por amor. Ese “gracias” es una hermosa oración.

Cuando se oscurece la vida, basta con contemplar un cielo estrellado, una puesta de sol, una flor…, para reavivar la chispa de la acción de gracias. El simple hecho de existir, abre el corazón del ser humano a la oración.

miércoles, 20 de mayo de 2020

LA "NUEVA NORMALIDAD". REALIDADES Y ESCENARIOS

Mtro. Rubén Elizondo Sánchez,
Departamento de Humanidades de la
Universidad Panamericana. Campus México.
rubeliz@up.edu.mx

Todos trabajamos para lograr mejores niveles de vida en sentido material, ético y espiritual. Los bienes que deseamos se originan a partir del primer bien: la preservación y el cuidado de la propia vida. La vida se completa con la educación necesaria para ser artífices del propio desarrollo en los diversos aspectos de la madurez humana.


No cabe duda que la humanidad ha recorrido miles de años bajo una bóveda de sangre y esfuerzo que representa caudales de energía ingente y persistente orientados hacia el dominio de la Naturaleza con el fin de procurar mejores entornos vitales. 

Nuestros antepasados nunca vivieron exentos de valor ya que soportaron enormes raudales de sufrimiento. Se sucedieron interminables series de éxitos y fracasos, como ahora. Probablemente más errores que aciertos.

En mi opinión, el esfuerzo humano civilizador jamás contó con años perdidos, negros u oscuros. Aunque, por la emergencia sanitaria, no podamos salir de casa para realizar las actividades ordinarias por algunas semanas, tal pensamiento no califica este tiempo como fracaso, quebranto o desorientación.

Cada época vive su propia normalidad porque seguimos siendo seres humanos, esencialmente iguales ya que participamos de la misma naturaleza humana. Tal vez con más mayores inclinaciones hacia los inventos y herramientas tecnológicos, pero no menos humanos que desde el inicio de la humanidad, aunque los orígenes de nuestra especie se pierdan en la inmensa oscuridad de la prehistoria.

Considero que la frase “nueva normalidad” es solamente un recurso retórico positivo y esperanzador para recordarnos que la vida seguirá siendo lo normal, lo que nos tocó vivir. La normalidad inicia con la aceptación de la realidad, es decir, admitir la realidad, conceder que ella es lo que es, no lo que yo quisiera que fuera.

Seguimos siendo seres humanos, seres relacionales necesitados unos de otros.

¿Qué sucederá en el futuro? En estos días vislumbramos algunos escenarios pero no todos. ¿Cambiarán los modos de vida? En parte sí y en parte no. Por ejemplo, nunca dejaremos de ser humanos, ni renunciaremos a la enorme masa crítica de avance que nos heredaron los antepasados. No perderemos la inteligencia ni el conocimiento acumulativo de siglos y siglos anteriores y del que ahora somos beneficiarios.

Estimo que la “nueva normalidad” es en realidad la normalidad de cada tiempo. Si aceptamos el término “nuevo”, sugiero que lo integremos en el contexto de renovarse uno mismo en el desarrollo del hábito de generar pensamientos positivos. 

Cuando el futuro se pone un poco o un mucho difícil, imprevisible e incontrolable, es el momento de forjar pensamientos objetivos optimistas para distinguir lo que podemos hacer de lo que está fuera del alcance personal.

Si bien afrontar con salud mental aumenta la calidad de vida ante los retos que exige la pandemia, sería incompleto un esfuerzo solamente humano, porque nuestra cultura y civilización occidental se encuentran enraizadas en elementos trascendentes como la fe religiosa, y por eso también nosotros podemos fiarnos de Dios que, según el dicho, “aprieta pero no ahoga”.

Nuestro problema es la tendencia a etiquetar a los otros únicamente en parámetros de conservadores, neoliberales y opositores cuando todos somos seres humanos iguales.

Y terminamos por llenar este hermoso lugar llamado Tierra con plomo, hambre y muerte. Y todo por el ego de un puñado de políticos. Pero al final los viejos, los de la tercera edad, saben que no vale la pena. Muchos necesitarán llegar a esa edad --si es que llegan-- para entenderlo.

lunes, 18 de mayo de 2020

GEORGE ORWELL Y SUS PROFECIAS SOBRE LOS REGÍMENES TOTALITARIOS

Raúl Espinoza Aguilera,
@Eiar51 

El escritor George Orwell (1903-1950) fue un periodista y escritor inglés de la primera mitad del siglo pasado. Ha sido un autor célebre, sobre todo, por dos de sus obras: “Rebelión en la Granja” (1945) y “1984” (1949). 


Su biografía ha sido azarosa y cambiante. Tenía mucha sensibilidad por las cuestiones sociales. En un principio apoyó a los movimientos de izquierda. Posteriormente, junto con otros muchos intelectuales, artistas y periodistas se unió a las “Brigadas Internacionales” cuando estalló la Guerra Civil Española (1936-1939) para apoyar la causa de la república. Por esos años escribió “Homenaje a Cataluña” (1938) haciendo una alabanza del anarquismo español, que se caracterizaba –entre otros muchos aspectos- por cometer actos terroristas por toda la geografía del territorio nacional. 

Pero pronto se percató que los dirigentes de la república española, habiendo comenzado con un socialismo moderado, paulatinamente se fueron radicalizando y se vieron arrollados por el marxismo-leninismo de José Stalin, quien desde el Kremlin (Moscú) dictaba órdenes al Partido Comunista Español. 

Como buen analista político fue desentrañando el modo cómo se manipulaban a los medios de comunicación y, a través de ellos, se difundían numerosas y graves mentiras. Dicho en otras palabras, tanto los discursos políticos, las manifestaciones multitudinarias, así como los medios masivos se utilizaban como mera propaganda para engañar al pueblo. 

Este escritor, en un principio, se resistía interiormente a aceptar este hecho y en comprender de fondo cómo se instrumentalizaban periódicos, libros, revistas, posters, panfletos, programas de radio, etc. con una finalidad perfectamente planeada y dirigida hacia una supuesta “búsqueda del bien de causas populares”. Así que Orwell, ya convencido de la manipulación colectiva, cambió de giro y comenzó trabajar publicando sus escritos en los que delataba estos abusos políticos. 

Pero, en 1937, sufrió un grave atentado en Barcelona, el que estuvo a punto de ser asesinado. Orwell asegura que el autor intelectual fue el propio Presidente del Gobierno de la II República, Juan Negrín, el llamado “Lenin Español” –quien gobernó de 1937 a 1939-. Ese suceso le cambió su visión de la política y de los grupos socialistas y marxistas. De inmediato, salió huyendo hacia Gran Bretaña. 

Desde este hecho se dedicó a denunciar a los gobiernos totalitarios, como el de la Alemania nazi de Adolfo Hitler, el de la Italia de Benito Mussolini y la dictadura de José Stalin de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (U.R.S.S.). 

De esta manera, de ser un simpatizante de los gobiernos de izquierda, a través de su aguda pluma, pasó convertirse en una voz de denuncia contra los gobiernos totalitarios y manifestó su postura en favor de la democracia. Afirmaba que el gobierno de Stalin representaba una permanente amenaza en contra de las libertades de los países de Occidente. Durante la Segunda Guerra Mundial (1939-1945) trabajó para la “BBC” de Londres y el periódico “Tribune”. Por esos años redactó su obra “Diarios de Guerra” (1940-1942). 

“Rebelión en la Granja” (1945) es una novela satírica, una fábula mordaz sobre el régimen de José Stalin quien corrompe las ideas originales de seguir el pensamiento de Karl Marx, de Friedrich Engels y de Vladimir Lenin hasta imponer un gobierno dictatorial, conocido como el “estalinismo”, con un enorme culto hacia su persona. 

El argumento se centra en que un grupo de animales de una granja se rebelan contra unos dueños humanos déspotas. Los expulsan, pero en poco tiempo, la granja se convierte en un gobierno mucho peor, con una dictadura inmisericorde y brutal. Se trata de un análisis –sencillo pero profundo- del poder político y los peligros de ceder ante la tentación totalitaria. 

En la novela “1984”, este autor muestra las múltiples herramientas que los Estados modernos poseen para ejercer un control absoluto y férreo sobre sus ciudadanos. Aparece “El Gran Hermano”, quien todo lo vigila, lo observa meticulosamente, y si la autoridad suprema considera que algún ciudadano ha atentado contra el régimen es rápidamente castigado con la prisión o con la muerte. 

En mi opinión es una obra profética. El protagonista, Winston Smith, aparece como el símbolo de la rebelión frente al "Gran Hermano". Éste se ha llegado a apoderar de la vida y la conciencia de todos sus súbditos, incluso interviniendo en las esferas más íntimas de los sentimientos humanos. Winston es descubierto en su inconformidad contra este sistema de permanente observación policiaca y es conducido a una “clínica psiquiátrica”. 

En ella es sometido a diversas torturas mentales. Y concretamente se le advierte amenazadoramente, que se le destruirá y cambiará su personalidad por su actitud rebelde ante el Estado. Concretamente se le dice: "Nunca podrás volver a experimentar el sentimiento humano. Todo habrá muerto en tu interior. Nunca más serás capaz de amar, de cultivar las amistades, de disfrutar de la vida, de reírte, de sentir curiosidad por algo, de tener valor, de ser un hombre íntegro. Estarás hueco. Te vaciaremos de ti y te rellenaremos de ¡nosotros!". 

No obstante que la novela “1984” fue publicada en 1949, las amenazas de “El Gran Hermano” contra el personaje Winston Smith -a la vuelta de más de 70 años- todavía resultan estremecedoras. Este tipo de supuestas “clínicas psiquiátricas” contra los disidentes de los diversos regímenes comunistas fueron empleadas por décadas en la U.R.S.S., en algunos países de Europa del Este, en Vietnam, en China, y todavía, se emplean en Cuba y Venezuela. Las palabras de George Orwell han resultado proféticas y, sin duda, el peligro de la tentación totalitaria sigue vigente en nuestros días.

sábado, 16 de mayo de 2020

LA ORACIÓN O LA NOSTALGIA DEL CREADOR

Pbro. José Martínez Colín,
articulosdog@gmail.com

1) Para saber

Se cuenta que un padre quiso darle una lección a su hijo y le mandó: “Haz todo lo que puedas para mover esa piedra”. El niño ponía su mejor esfuerzo, pero no lo lograba, pues era superior a sus fuerzas. Hasta que se rindió: “Hice todo lo que pude, pero no lo logré”. Entonces su padre le corrigió: “No, no hiciste todo lo que podías. Podías pedirme ayuda y no lo hiciste”.


De modo similar, queremos sacar adelante propósitos o proyectos por nosotros mismos sin recurrir a Dios. El Papa Francisco en su segunda catequesis sobre la oración nos recuerda que Dios es el amigo, el aliado.

En el “Padre Nuestro” Jesús nos enseñó a pedir por nuestras necesidades con la confianza de un hijo. Aunque no seamos hijos agradecidos o nos hayamos portado mal, Él sigue amándonos. Dios está siempre cerca de la puerta de nuestro corazón. 

A veces llama, pero no invade, sino que espera que le abramos. La paciencia de Dios es la de un papá más la de una mamá, dice el Papa. Siempre cerca de nuestro corazón, y cuando llama lo hace con ternura y con tanto amor.

2) Para pensar

Todos los santos se han caracterizado por ser personas que oran. Muchos testigos de San Juan Pablo II así afirmaron. Unamigo suyo y escritor, André Frossard, relata que cuando el Papa fue abatido por las balas en el atentado, inmediatamente lo trasladaron al hospital.

Durante el camino, con gran dolor, no dejaba de rezar implorando a la Virgen. Su secretario don Estanislao lo iba sosteniendo y escuchaba sus plegarias, sobre todo escuchaba: “¡Madre, Madre mía! ¡María, Madre mía!”

Ya en el hospital, después de la intervención y la anestesia, en cuento volvió en sí, preguntó si ya había rezado las oraciones de todos los días. El Papa le dijo a una religiosa que lo atendía: “El mundo entero tiene derecho a esperar mucho del Papa. Por ello el Papa nunca rezara lo bastante”. Por ello el escritor define a san Juan Pablo II como “un bloque de oración.

Pensemos qué lugar ocupa la oración en nuestra vida.

3) Para vivir

La oración nace desde el interior del hombre, en donde los autores espirituales llaman “corazón”. Y nace al sentir la nostalgia de “alguien” a quien amar y de ser amado. Tiene nostalgia de su Creador. Como todo hombre es criatura de Dios, la oración es para todos, todos tenemos necesidad de dirigirnos a nuestro Creador.

La oración cristiana deja cualquier actitud servil de sometimiento, esclavitud o miedo, para encontrar un Dios tierno y le llama con confianza Padre a Dios. Incluso Jesús usa la palabra: “papá”. Dios quiere amistad, cercanía, comunión con nosotros. Jesús lo afirma con claridad: “No os llamo ya siervos…; a vosotros os he llamado amigos” (Jn 15, 15). Esta es la primera característica de la oración cristiana.

El Papa Francisco nos invita a meternos en oración entre los brazos misericordiosos de Dios, a sentirnos envueltos por ese misterio de felicidad que es la vida trinitaria, a sentirnos como invitados que no se merecían tanto honor. Dios no conoce el odio. Es odiado, pero no conoce el odio: si los hombres dejan de amar, 

Él sigue amando, aunque el amor lo lleve al Calvario. Conoce solo amor. Este es el Dios al que rezamos. El Dios de amor, nuestro Padre que nos espera y nos acompaña.

jueves, 14 de mayo de 2020

100 AÑOS DE SAN JUAN PABLO II

Pbro. Dr. Mario Arroyo,
Doctor en Filosofía,
p.marioa@gmail.com

Este 18 de mayo se cumplen 100 años del nacimiento de San Juan Pablo II, un Papa muy amado, que dejó una marcada impronta en la Iglesia y la humanidad. Hombre emblemático del siglo XX, tuvo que hacer frente, en primera persona, a los regímenes totalitarios nazi y comunista, siendo pieza clave en el acta de defunción de este último. 


El hombre que condujo a la Iglesia a una nueva época en el diálogo con judíos, cristianos de diferentes confesiones, las religiones, la ciencia, la cultura y la modernidad. Un hombre que defendió la riquísima tradición espiritual del catolicismo y lo afianzó firme en sus cimientos morales, frente a la tentación de mimetizarlo con los criterios de una sociedad consumista y hedonista. 

Un hombre que recibió a una Iglesia desgastada por la crisis postconciliar, la condujo a cruzar con esperanza el umbral del nuevo milenio y la dejó con la crisis de la pedofilia clerical.

Quizá el plebiscito más elocuente sobre la relevancia de su vida lo constituya su funeral, al que asistieron 127 jefes de estado y el río de gente previo –se calculan 4 millones de personas-, que durante varios días hizo colas de horas para pasar siquiera unos instantes frente a sus restos mortales. 

La gente lo quería “santo por aclamación”. Tal fue el espectáculo visto por el mundo, que hizo exclamar a su sucesor, en la misa de inicio de pontificado: “la Iglesia está viva y es joven”.

En América Latina en general y en México en particular dejo una huella imborrable. Con cinco visitas es, después de Polonia, Francia y Estados Unidos, donde más estuvo. 

Sin embargo, todo hay que decirlo, tristemente su memoria se empañó, por lo menos cara a los medios de comunicación y a la opinión pública de matriz secularista, debido a los escándalos de pederastia clerical. 

Para un sector consistente de la prensa y de la opinión pública, resulta por lo menos sospechoso de haber encubierto a Marcial Maciel, quien hacía alarde de su cercanía con el pontífice.

Para los católicos y un grupo importante de la población, es válida y coherente la explicación que ofrece quien lo conoció bien y trató con cercanía durante muchos años, Valentina Alazraki. 

El Papa mientras fue obispo en Polonia estaba acostumbrado a escuchar calumnias sobre sus sacerdotes, orquestadas por las autoridades comunistas, con el deseo de difamar y desprestigiar a la Iglesia. El Papa Wojtyla consideró que las acusaciones contra Maciel iban en esa línea. No fue el único; tuve la suerte de vivir en Roma de 1996 a 2002, y a todos los que ahí vivíamos nos parecían acusaciones falsas, motivadas por la envidia, pues la fundación del pederasta tenía en esos años un éxito deslumbrante: nadie ordenaba tantos sacerdotes como ellos en la Iglesia. 

Cuando al Papa Polaco le estallaron los escándalos sobre abusos sexuales de menores en Estados Unidos, a pesar de estar ya muy anciano y enfermo, reaccionó con fortaleza, y ya entonces se comenzaron a tomar medidas drásticas para evitar que ello volviese a suceder.

Sin embargo, aunque la explicación de Alazraki resulta coherente y convincente, la sombra de la duda empaña la figura de un pontífice a quien muchos no dudamos de calificar como “Magno” (“el grande”), título que compartiría con papas de la talla de San León Magno y San Gregorio Magno. Por eso, pienso que, con ocasión del centenario, los fieles católicos, devotos de San Juan Pablo II, nos merecemos una explicación.

Se ha dicho que Maciel logró, con una hábil estrategia, controlar la curia romana –el órgano que ayuda al Papa en el gobierno de la Iglesia- y que altísimas autoridades eclesiásticas bloquearon la investigación durante su pontificado. 

La cosa cambió al asumir el mando Benedicto XVI y se esclareció la dolorosa verdad, al tiempo de que se reformó la orden por él fundada, para que no volviera a suceder, ni se perdiera todo el bien que realizan en la Iglesia y la sociedad. 

Pero el tema no se ha explicado con suficiente rigor histórico. La memoria de tan gran santo y la fe del pueblo cristiano merecen una improrrogable aclaración, para hacer honor a la verdad y zanjar el asunto. 

El centenario de su nacimiento nos brinda una maravillosa ocasión para ahondar en la verdad, darle difusión e instaurar la cultura de transparencia eclesiástica querida por el Papa Francisco.

miércoles, 13 de mayo de 2020

REFLEXIONES MÍNIMAS EN TORNO A LA PANDEMIA (PARTE IX)

Mtro. Rubén Elizondo Sánchez,
Departamento de Humanidades de la
Universidad Panamericana. Campus México.
rubeliz@up.edu.mx

Los eventos extrínsecos que padecemos los seres humanos son todos aquellos incidentes o factores que influyen desde el exterior en la conducta humana.


Por su propia naturaleza son externos o añadidos porque no dependen propiamente de las decisiones de nuestra capacidad de libre elección sino que suceden en el momento en que suceden.

Los acontecimientos que provienen de fuera nos afectan de forma positiva o negativa según el género de incidencia en el trasiego cotidiano, pero sobre todo por la manera de procesar los pensamientos que autogenera la mente humana. Esto es así por que de manera natural valoramos las circunstancias como buenas o malas en relación con la vida personal en el tiempo presente y/o futuro.

Durante el recorrido que forjamos a lo largo de la vida valoramos continuamente lo que sucede fuera del ámbito particular del libre querer. 

Esa órbita exterior que nos rodea es fuente de información que influye necesariamente en la respuesta --correcta o incorrecta-- que fabricamos para expresarnos y adaptarnos de la mejor manera posible a las situaciones que escapan al control personal.

La pandemia que sufrimos origina pensamientos muy particulares y en gran cantidad. Esto es así porque nos percatamos de la diversidad significativa de enfoques. El hecho es el mismo --la amenaza latente de contagio, la caída de la economía— pero las valoraciones son personales. 

Esta capacidad humana responde a la información recibida y se moldea según el carácter y temperamento individual.

Cada quién elabora sus propios pensamientos bajo la perspectiva común del bien o el mal que nos puede causar el coronavirus en estos momentos, en los próximos meses o en años posteriores.

Deseo despertar la curiosidad con las siguientes dos preguntas: ¿cómo valoras tú la pandemia que padeces?, ¿qué piensas de los efectos próximos y remotos que indudablemente habremos de afrontar?

Si la valoración propia se orienta únicamente a considerar los males que nos tocará en suerte vivir, entonces nos desanimaremos con emociones de corte negativo como el odio, la tristeza, la ira, la desesperanza y el temor o miedo, por mencionar algunas.

Por contraste, la valoración personal se puede equilibrar si pensamos en los bienes que indudablemente llegarán tras la calma de la tempestad. Cuando indagamos acerca de las oportunidades y valores que ciertamente descubriremos en breve o dentro de más tiempo, viviremos con emociones positivas como el deseo, la alegría, el amor, la esperanza, la audacia.

En mi opinión, tenemos en nuestras manos –en los pensamientos—vivir este tiempo especial de manera optimista o pesimista. Y ayuda mucho si consideramos que Dios permite males porque de ellos obtiene siempre grandes bienes.

lunes, 11 de mayo de 2020

BARTIMEO: "¡SEÑOR, QUE VEA!"

Pbro. José Martínez Colín,
articulosdog@gmail.com

1) Para saber

Un psiquiatra le preguntó a un paciente: “¿Así que en algunas  ocasiones, usted escucha voces sin ver quién le habla?” El paciente contestó: “Sí doctor, muchas veces”. El psiquiatra, algo preocupado, volvió a preguntar: “Y ¿cuándo le sucede eso?” El paciente respondió:

“Pues siempre que hablo por teléfono, doctor”.

Ciertamente, para hablar con alguien no es necesario verlo.


Cuando nos dirigimos a Dios, tampoco lo vemos y, sin embargo, es real la conversación. El Papa Francisco comenzó, en sus catequesis semanales, un ciclo dirigido a la oración. Y para iniciar, la describió como un grito que sale del corazón de los que creen y se confían a Dios. Para ello quiso tomar como ejemplo a un personaje del Evangelio, que para él, confesó, es el más simpático de todos, se trata del ciego Bartimeo (Mc 10, 46ss).

2) Para pensar

Bartimeo, cuyo prefijo “bar” significa “hijo”, es el “hijo de Timeo”.
Era ciego y se sentaba a mendigar al borde del camino en las afueras de su ciudad, Jericó. Un día escuchó que Jesús pasaría por allí y lo espera. Cuando percibe que Jesús está cerca empieza a gritar: “¡Hijo de David, Jesús, ten compasión de mí!”. Este hombre entra en los Evangelios como una voz que grita a pleno pulmón.

Muchos le reprenden, pero Bartimeo no se calla, al contrario, grita más fuerte: “¡Hijo de David, Jesús, ten compasión de mí!”. Dice el Papa que es el ejemplo de una testarudez hermosa de quienes buscan una gracia y llaman a la puerta del corazón de Dios. 

Al llamarle: “Hijo de David”, está haciendo una profesión de fe.

Jesús escucha su grito. La oración de Bartimeo toca su corazón, el corazón de Dios. Jesús le pide que exprese su deseo y entonces el
grito se convierte en una petición: “¡Que vea!” Jesús reconoce su fe, que atrae su misericordia, lo cura y le dice: “Vete, tu fe te ha salvado”. 

Bartimeo es un hombre perseverante. Alrededor de él había gente que trataba de explicarle que era inútil implorar, que dejase de gritar, pero él no se quedó callado. Y al final, consiguió lo que quería.

Pensemos si somos perseverantes en la oración, aunque en principio no recibamos respuesta o no consigamos lo que pedimos.

3) Para vivir

La fe, como en Bartimeo, dice el Papa, es un grito, es la esperanza de ser salvado. No tener fe, en cambio, es quedarse en silencio, es acostumbrarse al mal que nos oprime y seguir así.

La fe es tener las dos manos levantadas. Hay que ser conscientes de nuestra poquedad, de nuestra precariedad, para así humildemente orar a Dios. Como afirma el Catecismo de la Iglesia Católica: “la humildad es la base de la oración” (n. 2559). La oración nace de la tierra, del “humus”, del que deriva la palabra “humilde”, “humildad”.

Decía el predicador del Papa, Cantalamessa, que la situación actual de confinamiento ha de ayudarnos a despertar del delirio de la omnipotencia, darnos cuenta que sin Dios no podemos nada.

Entonces surgirá natural dirigirnos humildemente a Dios. Por ello el hombre es el “mendigo de Dios”. Sólo con Él podemos salir adelante y recibir las respuestas acertadas cuando estamos a oscuras. Es el momento de clamar: “¡Jesús, ten compasión de mí!” Y entonces, como Bartimeo, recibiremos la luz y veremos.