miércoles, 29 de abril de 2020

REFLEXIONES MÍNIMAS EN TORNO A LA PANDEMIA (PARTE VII)

Mtro. Rubén Elizondo Sánchez,
Departamento de Humanidades de la
Universidad Panamericana. Campus México.
rubeliz@up.edu.mx

Ya a punto de entrar en el pico de máximo contagio de la pandemia nada puede protegernos: ni tiene caso volver al recuerdo de épocas anteriores como tampoco imaginar futuros escenarios por llegar. La mejor decisión personal consiste en aceptar la realidad tal cual es y encontrar el mejor modo para sobrevivir al tiempo que nos toca en suerte.


Somos transitorios y fugaces como son las épocas y los siglos. Y por eso, actuaremos como humanos si nos adaptamos a los tiempos en que vivimos. La pandemia no es un enemigo, es un fenómeno natural del que nadie es responsable, en contraste con los pensamientos propios de los que sí respondemos ante quienes nos rodean porque podemos controlarlos para situarlos en su justo medio, o dejarlos fluir hasta las peores formas de predicciones catastróficas. 

Si cultivamos la paciencia y dirigimos la imaginación –la loca de la casa- lograremos superar la angustia natural que provoca la emergencia sanitaria y económica por la que atravesamos ahora, sin padecer nerviosismo fuera de cauce y sin perder la calma que tanto se necesita para reconstruir la capacidad creativa de respuesta.

Desde esta perspectiva, es interesante ejercitar la paciencia: un hábito que suele no agitar innecesariamente a quién lo cultiva en su propia mente y en sus acciones cotidianas. Quien es paciente transmite paz y tranquilidad alrededor, aún y cuando el mundo se ponga de cabeza y se avizore cierta anatomía de colapso.

La inestabilidad al modo en que la sufrimos desde hace varios meses resulta ser nueva en la historia de la humanidad porque se combina la crisis económica con desequilibrios notorios en los sistemas de salud: nunca antes se había generado en el mundo tal cantidad de riqueza material, ni se había logrado comparativamente más dominio sobre la naturaleza cuando, de repente, se presenta un evento que precipita de raíz un sistema de vida – enraizado varias décadas-- que valora como nunca la vida misma y los goces materiales acompañado por el descuido, cuando no aversión, de los valores espirituales y morales.

Para quien es paciente, el desafío de la época nunca es adverso aunque a muchos los atemorice. Ante nuevas realidades se requieren pasos pequeños y avances certeros, no repentinas mudanzas ni decisiones precipitadas.

Inmersos en un momento fugitivo no podemos perder de vista que permanece la verdad del tiempo que nos conforma, y que demanda además del ejercicio de la paciencia la referencia directa a Dios, que todo lo ve y todo lo puede. Como dice el refrán: “A Dios rogando y con el mazo dando”.

Porque a fin de cuentas, cuando se descubra el mecanismo de acción del coronavirus y el remedio para aniquilar o detener la pandemia, se publicará la existencia de leyes que rigen su comportamiento. Y donde hay leyes siempre hay un Legislador, porque los seres irracionales no son auto-nomos, no se dictan su 
propio comportamiento.

lunes, 27 de abril de 2020

OCTAVIO PAZ, PREMIO NOBEL DE LITERATURA: 30 AÑOS DESPUÉS


Raúl Espinoza Aguilera ,
@Eiar51

Es increíble la ola de persecución que, el Premio Nobel de Literatura, Octavio Paz (1914-1998) sufrió desde que rompió con la ideología marxista-leninista a raíz de los atropellos y abusos que observaba en las acciones del dictador de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (U.R.S.S.), José Stalin. Es verdad que este poeta mexicano se unió a la causa republicana durante la Guerra Civil Española (1936-1939), como tantos intelectuales de los países occidentales. 


Pero paulatinamente se fue desencantando ante los métodos violentos y arbitrarios que se utilizaban en nombre de una supuesta “causa popular”, como fueron los continuos fusilamientos, sin juicio previo, y las cárceles de tortura. 

Los intelectuales de la izquierda internacional jamás le perdonaron “su traición”. Cuando yo preguntaba a algunos profesores en la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM, donde estudié “Lengua y Literaturas Hispánicas”, su opinión por la calidad literaria del autor de “Piedra de Sol”, se hacía un elocuente silencio. A alguno de ellos, recuerdo que le insistí: “Pero si acaba de renunciar como Embajador de México en la India, como consecuencia de los sucesos estudiantiles en Tlaltelolco y de publicar su libro “Posdata”, en el que profundiza sobre su postura política de rechazo a la decisión del Presidente Gustavo Díaz Ordaz”. La única lacónica respuesta que obtuve fue: “Paz es un oportunista”. Y, por lo tanto, se podría entender entre líneas que se trataba de un traidor a la causa comunista. Porque la mayoría de los profesores y muchos compañeros seguían la doctrina de Carlos Marx y Federico Engels. 

Octavio Paz escribió muchas obras literarias en poesía, prosa y teatro, así como ensayos, de gran calidad. Cabe destacar: “Libertad Bajo Palabra”, “Salamandra”, “El Laberinto de la Soledad”, “Blanco”, “Ladera Este”, “Topoemas”, “Pasado en Claro”, “Árbol Adentro”, “El Arco y la Lira”, “Las Peras del Olmo”, “Signos de Rotación”, “Conjunciones y Disyunciones”, “El Ogro Filantrópico” (expone los graves errores del Comunismo), “La Llama Doble” (acerca de la fraternidad, el afecto humano y el amor a Dios), “Itinerario” (una breve biografía de su vida) 

No obstante la conspiración del silencio contra Paz en su país natal, su obra literaria tuvo repercusión en muchos países del mundo y fue aclamada por filósofos, críticos de arte e intelectuales de diversas naciones. Un buen número de prestigiosas universidades le concedieron el Doctorado Honoris Causa. También, en España le fue otorgado el Premio Cervantes en 1981. 

Cuando en 1990, se planteó la concesión del Premio Nobel de Literatura, muchos intelectuales del extranjero consideraron la posibilidad de entregárselo a Octavio Paz. 

Cuando la Academia Sueca hizo público su nombramiento, los primeros sorprendidos fueron los intelectuales de izquierda mexicanos. 

El historiador, Enrique Krauze, sostenía que debemos «seguir descifrando (…) la historia mexicana con las claves que Octavio Paz nos dio» (“El Universal”, sección «Cultura», 28/III/2014).
Pero también pienso que sus aportaciones sirven, no sólo para interpretar el pasado, sino para mirar hacia delante; para reflexionar y aprender lecciones en el presente y prever el futuro. Paz, supo ir a contracorriente, en muchos casos a un alto precio, porque se convenció de que por encima de las ideologías, ante todo había que salvaguardar la libertad del ser humano

Cuando me preguntan, qué obra poética me parece más recomendable de Octavio Paz, sin dudar, recomiendo “Piedra de Sol” (1957). ¿Por qué? Porque recibió la influencia de los grandes poetas europeos, sobre todo, de Thomas S. Eliot y Paul Valéry. 

Con este magno poema busca el poeta presentar la realidad de su país y del mundo al que pertenece a modo de un mosaico de imágenes vivas y significativas. Al igual que “La Tierra Baldía” de Thomas S. Eliot, es un poema escrito en forma de “verso libre” que conlleva una rima interior y que rompe con la poesía tradicional. Por ello se afirma que se trata de un poema revolucionario. 

Este brillante intelectual mexicano impartió numerosas conferencias por todo el mundo advirtiendo sobre la amenaza permanente de las dictaduras y la necesidad de buscar sistemas políticos más civilizados, como la democracia estadounidense, francesa o de Alemania occidental o el Parlamentarismo al estilo inglés. Al sistema político mexicano del Partido Revolucionario Institucional (P.R.I.), al igual que el otro Premio Nobel, Mario Vargas Llosa, le llamaron “la dictadura perfecta”. 

Pero a la vez, Paz reconocía las serias deficiencias que tiene también la democracia occidental. Insistía que en este terreno no hay dogmas, sino que hay que intentar encontrar nuevas fórmulas políticas que respeten la dignidad de la persona humana porque el llamado «capitalismo salvaje» de muchos gobiernos occidentales que se dicen libres y se autoproclaman como «países modelo» son igualmente reprobables, injustos e inhumanos.

A la vuelta de 30 años, la figura de este Nobel de Literatura mexicano se agiganta con el tiempo. En los últimos años de su vida, Paz tuvo una conversión interior y comenzó la búsqueda de la Trascendencia, “La Otredad”, como le gustaba llamar. En la India intentó encontrar a Dios, a través del budismo, pero confiesa que no encontró sino vacuidad. En cierta ocasión y de forma casual, en que entró a una iglesia católica en Goa (India), mientras un sacerdote celebraba la Santa Misa, concluyó con sencillez que “esa era su verdadera identidad histórica”. 

sábado, 25 de abril de 2020

¿QUÉ ES LA COMUNIÓN ESPIRITUAL?

P. Mario Arroyo,
Doctor en Filosofía.
p.marioa@gmail.com

Pregunta Majo: “Le quiero pedir ayuda. Necesito fe para creer en la comunión espiritual. Me cuesta mucho participar en la Santa Misa de manera virtual por la Comunión. Quiero creer en que sí recibo a Jesús y que Dios está conmigo cuando hago la comunión espiritual, pero me falta fe. ¿Me podría recomendar alguna lectura o algo para entender qué es la comunión espiritual?”


La inquietud de Majo refleja el sentir de multitud de católicos practicantes. Estamos incompletos, nos falta algo o, mejor dicho, Alguien muy importante, más aún, esencial para nuestras vidas, lo más importante. Con las limitaciones que nos ofrece el mundo tecnológico, a la par veloz e inmediato, pude responderle, a vuelapluma, lo siguiente:

1) La comunión espiritual, lógicamente, no sustituye a la Eucarística. La presencia de Jesús en la Eucaristía es absolutamente singular. Solo ahí está Jesús verdadera, real y sustancialmente, con todo su Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad.

2) La comunión espiritual es una devoción muy recomendable, que fomenta en nosotros el deseo de recibir a Jesús, el deseo de estar en comunión con Dios, que es el fin y el fruto de la vida interior.

3) Dios actúa en los sacramentos, pero no se ata las manos a ellos. Por ejemplo, en Japón sobrevivieron ocultos los cristianos 200 años sin sacerdotes y por tanto sin eucaristía (los famosos “Kakure Kirishitan”).

4) Por eso también hay que pedir por el fin de la enfermedad. De hecho, ya hay una Misa muy hermosa para pedir por el fin de la pandemia (fue la misa que celebré hoy). Pues se trata de una situación irregular, en la que, a los males físicos y económicos se une esta dolorosa carencia espiritual.

5) Pero no olvides que nada escapa a la Providencia de Dios. Dios ha permitido esta situación, Dios nos da los medios extraordinarios para que alcancemos la unión con Él en medio de ella. Otra cosa sería caer en la "mística hojalatera" de la que hablaba san Josemaría; es decir, buscar a Dios en otras condiciones ideales, que de momento no se dan, y culpar a la situación externa de nuestro escaso amor. Por el contrario, hay que atenerse, sobriamente, a la situación real que vivimos, que es donde tenemos toda la gracia de Dios para encontrarlo y amarlo.

6) Por eso, ahora conseguimos la unión con Dios utilizando los medios que tenemos a mano, como la comunión espiritual, y la falta de comunión eucarística nos ayudará a valorarla más cuando sea posible recibirla, de forma que esta "dieta espiritual" nos hará bien. Nos ayuda a valorar aquello a lo que quizá nos habíamos acostumbrado y a fomentar en nuestra alma un deseo de Dios, que deberá ir creciendo a lo largo de nuestra vida, sean cuales sean las situaciones en las que nos encontremos, hasta saciarse definitivamente, cuando nos encontremos cara a Cara con Él, en el Cielo.

7) Digamos que, desde una perspectiva de infancia espiritual, ahora Él está “jugando a las escondidillas”, y nos toca seguirle “el juego”, mientras le pedimos que termine pronto. Es una verdad de fe que, en toda situación, hasta la más extraordinaria, podemos encontrar a Dios, porque nada sucede sin que Él lo permita y Él lo permite todo para que lo amemos. O, como diría san Pablo: “para los que aman a Dios, todo es para bien.”

Nos puede servir, en consecuencia, repetir con frecuencia, de corazón, durante este tiempo especialmente, pero siempre, la comunión espiritual. Una bella fórmula es la que empleaba San Josemaría a tal efecto: “Yo quisiera Señor recibirte, con aquella pureza, humildad y devoción, con que Te recibió tu Santísima Madre, con el espíritu y fervor de los santos”. 

También podemos hacer nuestra la oración que la Iglesia utiliza en la misa para pedir por el fin de la pandemia: “Dios todopoderoso y eterno, refugio en toda clase de peligro, a quien nos dirigimos en nuestra angustia; te pedimos con fe que mires compasivamente nuestra aflicción, concede descanso eterno a los que han muerto, consuela a los que lloran, sana a los enfermos, da paz a los moribundos, fuerza a los trabajadores sanitarios, sabiduría a nuestros gobernantes y valentía para llegar a todos con amor glorificando juntos tu santo Nombre.” Sea como fuere, no dudemos que estos tiempos difíciles, pueden ser, si dejamos que Dios actúe, momentos de fecundo crecimiento espiritual.

LOS MURCIÉLAGOS HUMANOS

Pbro. José Martínez Colín,
articulosdog@gmail.com

1) Para saber

Las cosas espirituales son invisibles. La liturgia de la Iglesia, al hacer referencia a realidades invisibles y divinas, recurre a signos
visibles que nos ayuden a comprenderlas mejor. Así, por ejemplo, en la ceremonia de la Vigilia Pascual se enciende un cirio, que representa a Cristo resucitado, luz del mundo. 


Antiguamente los templos estaban orientadas hacia el oriente, porque de ahí nace la luz, el sol, y nos recuerda a Cristo. En el Evangelio se nos recuerda la profecía de Isaías: “El pueblo que yacía en tinieblas ha visto una gran luz; para los que yacían en región y sombra de muerte una luz ha amanecido (Mt 4,16). Nuestro Señor Jesucristo dirá de sí mismo: “Yo soy la luz del mundo” (Jn 8, 12).

Desgraciadamente, comentaba el Papa Francisco, se cumplen las palabras de San Juan: “la luz vino al mundo, pero los hombres amaron más las tinieblas que la luz porque sus obras eran malvadas”. Son personas cegadas por el pecado, porque el pecado ciega, y convierte a los hombres en “murciélagos humanos que sólo saben moverse en la noche”. Pero la decisión está en cada uno: luz o tinieblas.

2) Para pensar

Nos dice la Sagrada Escritura que Dios desea la salvación de todos. Por ello estamos ciertos que nunca nos faltarán las luces para encontrar la verdad. Un suceso lo muestra.

En 1989 el papa S. Juan Pablo II viajó a Suecia y un pastor protestante escribió artículos anticatólicos, temía que Suecia se volviera católica. Era el fundador de la iglesia pentecostal más influyente de la Suecia moderna y de toda Escandinavia: Ulf Ekman, quien había fundado una escuela bíblica con más de mil alumnos.

Tiene misioneros en Rusia, Kazajstán y otros países, una ONG de ayuda a niños en la India. Es autor de libros traducidos en 60 idiomas y conductor de un programa televisivo internacional. Un hombre muy influyente.

No obstante, hace poco anunció ante el asombro de unos tres mil seguidores en plena asamblea dominical, que él y su esposa Birgitta se iban a convertir al catolicismo porque “nos dimos cuenta que nuestros prejuicios protestantes en muchos casos no tienen ninguna base”. Había estudiado el Catecismo de la Iglesia Católica, y encontró una fuerza ética y moral que puede enfrentarse a la opinión general.

Ekman señaló que lo decidió al ver un video que el Papa Francisco envió a un congreso de pentecostales. Descubrió la fe viva de católicos y su interés por los pobres y débiles. También influyó su amistad con el único Obispo Católico de Suecia, Mons. Anders Arborius, y el escritor P. Wilfrid Stinissen.

Pensemos si buscamos la luz de la verdad, dispuestos a seguirla.

3) Para vivir

El Santo Padre señaló que cuando elegimos el pecado, no toleramos la luz. Es más cómodo vivir en las tinieblas. La luz nos abofetea, nos hace ver aquello que no queremos ver. Pero lo peor es que los ojos del alma, de tanto mirar en las tinieblas se habitúan a ella y pierden el sentido de la luz.

El Papa Francisco concluyó invitando a dejar entrar “la luz que trae Jesús entre en nosotros y nos ayude a ver las cosas con la luz de Dios, y no con las tinieblas que nos da el señor de las tinieblas”. Ser cristiano es estar “orientado” a la luz.

jueves, 23 de abril de 2020

REFLEXIONAS MÍNIMAS EN TORNO A LA PANDEMIA (PARTE VI)


Mtro. Rubén Elizondo Sánchez,
Departamento de Humanidades de la
Universidad Panamericana. Campus México.
rubeliz@up.edu.mx

Es momento de analizar el poder de la imaginación humana, capaz de ponernos de cabeza al grado de enloquecer los pensamientos y autoprovocarnos las peores y más desastrosas imágenes del panorama futuro que nos espera.


Si bien es cierto que se cierne sobre todos la tragdia económica no podemos olvidar que vivir es sufrir, vivir es resistir y tragar saliva, aguantar mecha, como se dice. Pero no solo eso. Vivir supone sobrevivir y encontrarle sentido al sufrimiento.

Y esto es así porque aún más importante que la imaginación –la loca de la casa— es el pensamiento o valoración que concedemos a los eventos que ocurren en nuestro alrededor y sobre los cuales poco o nada podemos hacer porque no somos especialistas.

Ciertamente perderemos acceso a colosales cantidades de bienes materiales que no son necesarios para vivir, pero ganaremos cuantiosos valores morales.

Cuando el dinero se reparte se agota, cuando los pensamientos positivos se comparten nos enriquecen. En este sentido es mejor valorar en su justa dimensión cuáles serán las verdaderas pérdidas y las mejores ganancias. 

En mi opinión, nos daremos cuenta de cuántas cosas no necesitamos.

Nos encaminamos a un mundo mejor porque los avances logrados en todos los ámbitos de la civilización humana así como la experiencia de pandemias anteriores nos muestran que los obstáculos y pérdidas son siempre relativas, temporales y nunca son absolutas.

La libertad más íntima del ser humano, la libertad que nadie nos puede arrancar es justamente la capacidad de valorar y decidir cómo nos vamos a comportar ante la concurrencia de múltiples circunstancias.

Por eso Nietzsche escribió: "Quien tiene un porqué para vivir, encontrará casi siempre el cómo". La senda que se nos presenta a la consideración personal deberá incluir la solidaridad con los demás y especialmente con los más necesitados porque no nos salvamos solos. 

Ahora que inicia la fase tres de la contingencia es imprescindible obedecer a la autoridad sanitaria. No es momento de reclamar espacios de libertad sino de decidir libremente secundar las indicaciones en favor de toda la sociedad.

Aún así, me parece incompleto apostar solamente a la horizontalidad porque existe otra vertiente más poderosa y más fina para conjugar la ayuda a los semejantes: es la cumbre de la verticalidad, el amor a Dios que se muestra justamente en el amor a los demás. 

En la fase tres, la alteridad supone autolimitación y generosidad económica junto a la conciencia de que lo que nos sobra, los bienes que tenemos de más, causan hipoteca social.

lunes, 20 de abril de 2020

EL PODER DEL AMOR: LA ÚLTIMA PALABRA

Pbro. José Martínez Colín,
articulosdog@gmail.com

1) Para saber

Ahora que muchos han aprovechado este tiempo para recibir algunas clases de modo virtual, el Papa Francisco nos invita aprender a través de una cátedra accesible a todos, incluso sin ningún medio electrónico. La cátedra era el asiento desde el que se enseñaba. 


Y la cátedra que nos propone el Papa es la Cruz. Si sabemos contemplarla, descubriremos cosas muy valiosas que nos ayudarán a orientar nuestra vida. Una enseñanza que resalta es reconocer el inmenso amor de Dios por nosotros. Por ello, nunca podremos sentirnos solos, abandonados o desesperados: somos amados por Dios.

En su oración pública, el Papa nos recordaba el pasaje en que los Apóstoles, en la barca, temieron hundirse y acudieron a Jesús que dormía. Nuestro Señor les pregunta por qué tienen miedo o ¿es que ya no tienen fe? Cada día hemos de saber responder a Dios, y ahora, con una respuesta de fe. Pero no sólo creyendo que Dios existe, sino además una fe que nos lleva a confiar absolutamente en Él.

2) Para pensar

A veces pareciera que sería más fácil creer en Dios si experimentáramos su poder infinito. Pero nos quedaría un conocimiento de Dios incompleto, faltándole algo esencial: su Amor.

Un personaje supo descubrir el rostro de Dios, no en su poder, sino en su gran amor. Fue un militar romano no creyente que la tradición nos dice que se llamaba Longinos. En la Crucifixión, una vez muerto Jesús en la Cruz, este centurión, para cerciorarse de su muerte, con su lanza, perforó el costado de Jesús, del cual salieron sangre y agua.

Longinos no era judío sino pagano; había visto a Jesús sufrir en la Cruz, y lo había escuchado perdonar a todos. Sintió de cerca su amor sin medida, y confesó: “Verdaderamente este hombre era el Hijo de Dios” (Mc 15,39). Mientras otros se burlaban de Jesús, Longinos cree en Jesús, y aunque lo ve desfigurado por los tormentos, sabe reconocer a Dios mismo, porque capta su Amor. No vio el poder físico, espectacular, sino el poder del Amor. Dios es omnipotente en el amor. Él es el Amor.

3) Para vivir

Para este tiempo, el Papa Francisco nos aconseja, que como no se puede ir al templo, “tomemos dos cosas en la mano: el crucifijo y el Evangelio”. Por una parte, la cruz es la cátedra de Dios: “nos hará bien mirar al Crucificado en silencio y conocer más a Jesús: no acusa, perdona todo, ora por todos, nos libera”. 

Y luego abramos el Evangelio. Así descubriremos cómo el amor de Dios logró cambiar nuestro miedo en confianza, nuestra angustia en esperanza. La Resurrección de Jesús nos dice que la última palabra no es la muerte, sino la vida.

La Pascua nos dice que Dios puede convertir todo en bien. Y esta no es una ilusión, porque la muerte y resurrección de Jesús no son una ilusión: ¡fue una verdad! Por eso en la mañana de Pascua se nos dice: “¡No tengáis miedo!” (cf. Mt 28,5). Aunque el mal no desaparezca, con Jesús Resucitado jamás naufragaremos.

El Santo Padre exhortó a que la alegre noticia: “¡Cristo, mi esperanza, ha resucitado!” anime especialmente a aquellos que se enfrentan a mayores sufrimientos y dificultades. Acudamos a la Virgen María para que nos ayude a creer firmemente y así reorientar nuestras vidas hacia Jesús.

domingo, 19 de abril de 2020

CUANDO LAS INQUIETUDES NO SATISFACEN NI A LA RAZÓN NI AL CORAZÓN


Raúl Espinoza Aguilera,
@Eiar51 

Toda la excepcional situación que estamos viviendo en el orbe con ocasión de la pandemia, nos lleva a preguntarnos, sobre cuestiones claves, como: En realidad, ¿quiénes somos? Además de nuestros padres, ¿tenemos a un Creador que nos haya dado la vida? ¿Existe una Inteligencia superior a nosotros? ¿Somos criaturas suyas? ¿Qué espera que hagamos en este mundo? ¿Por qué nuestro paso por la tierra es tan breve? ¿Cuál es nuestro destino final? ¿Por qué la existencia humana es tan frágil y nos enfermamos? ¿Cómo explicar la muerte? 



Es sorprendente la capacidad que tenemos los humanos para acostumbrarnos a lo más trascendente en vez de solucionar prioritariamente los cuestionamientos anteriormente mencionados, como auténticos chiquillos en la infancia nos llenamos de juegos y diversos entretenimientos; en la adolescencia nos atraen las fiestas, los deportes, las chicas; luego viene la edad de los grandes ideales y metas para estudiar las carreras universitarias, obtener un título. Después, se plantea el matrimonio y la familia. Y, simultáneamente, una intensiva labor para ir labrando el futuro personal y familiar. 

Todo eso está muy bien. En muchos casos es admirable, noble y meritorio. ¿Pero no es verdad que el gran ausente, en medio de todo este panorama de vida, es Dios? Porque en muchos casos se vive como si Dios no existiera, se vive de espaldas a Él y se pretende ignorar su Presencia de nuestras vidas. 

En muchos casos, sólo cuando surgen el dolor, la enfermedad y la muerte en nuestros seres queridos y amistades, nos viene el recuerdo de ese Ser Supremo, es como un gran despertador que nos sacude. Es entonces cuando tenemos la necesidad imperiosa de rezar, de acudir a Él al experimentar en nuestras vidas esa tremenda fragilidad. 

Por desgracia, otras personas se vuelcan afanosamente en la búsqueda de placeres efímeros, pensando equivocadamente que allí se encuentra la felicidad, pero esos goces pasan pronto, se escapan como agua entre las manos. Y de nuevo vuelve ese estado de insatisfacción, de hastío existencial, como ha descrito magistralmente el psiquiatra vienés, Dr. Viktor Frankl, en su libro “Psicoanálisis y Existencialismo”. 

Añade este brillante antropólogo y pensador que el reto de los humanos es preguntarnos: “¿Qué sentido tiene lo que hago? ¿Tiene congruencia?” Es decir, “busco siempre un ‘porqué’ y un ‘para qué’” de lo que hacemos”? Porque, de lo contrario, correríamos el peligro de convertirnos en “esquizofrénicos dentro de nuestra vida cotidiana”. 

Dicho en otras palabras, existen personas que toda su vida van realizando actividades, viajes, planes de forma casi interminable, pero nunca se sientan a pensar sobre estos trascendentes temas y en el momento menos pensado se encuentran con la muerte, como escribe el poeta de Castilla, Antonio Machado: “y un día, como tantos, descansan bajo la tierra”. 

Respondo a algunas de las preguntas que plantee en el primer párrafo y que muchas personas me han hecho, en estos días, con ocasión de la pandemia: 1) Somos hechura de Dios y su Inteligencia es infinitamente superior a la nuestra; 2) Nos ha creado por pura bondad suya; 3) Desea que lo 

amemos, cada vez con más intensidad; 4) Los demás, son nuestros hermanos, donde se debe reflejar y plasmar nuestra correspondencia a ese infinito amor que Dios nos tiene; 5) Espera que hagamos el bien en la tierra, como el Hijo de Dios Encarnado –Jesucristo- lo hizo. 6) La familia, el trabajo, el estudio y todas las actividades buenas, son ocasiones de encuentros con Dios; 7) Nuestro paso por este mundo es tan breve porque Dios, como buen Padre, nos tiene preparado un Hogar donde seremos felices para siempre, siempre y cuando cumplamos con sus Mandamientos (ver en internet Catecismo de la Iglesia Católica); 8) Morimos porque sólo Dios es inmortal. En Dios no hay ni enfermedad ni dolor y, con su Resurrección, venció a la muerte y en Él radica la Vida Eterna. 

Todo esto explica por qué las personas tengan gran un anhelo, una sed de Dios. Incluso los hombres que en su juventud o madurez se declararon ateos o, incluso, anticlericales, en el atardecer de sus vidas buscan o se preguntan por la Trascendencia. Nuestro Premio Nobel de Literatura, Octavio Paz escribía, en uno de sus últimos poemas, que intuía interiormente que Alguien preguntaba por Él, que Alguien lo buscaba y lo llamaba por su nombre, “Alguien me deletrea”, escribía. 

Recomiendo a los lectores un libro que escribí sobre afamados personajes agnósticos, ateos e indiferentes a la fe cristiana. Celebridades como el cineasta Eduardo Verástegui; el cantautor Bob Dylan, ideólogo de la generación de los años sesenta; el Premio Nobel de Medicina, Alexis Carrel; el intelectual marxista André Frossard; el iniciador del “New Age”, Louis Pauwels; el comunicador y activista político comunista, Peter Seewald, y un largo etcétera, un día también sintieron que “Alguien tocaba a las puertas de su corazón” y sobrevino un cambio radical en sus vidas. Esta publicación se titula: “Dios preguntó por ellos”, Editorial Minos III Milenio, México, 2016 (se puede solicitar a las distribuidoras de Editorial Porrúa o Amazon). 

En todos ellos, nos percatamos de una sed insaciable del Ser Trascendente y cada uno testimonia -con sencillez y transparencia- la intervención palpable de Dios que dio un giro profundo a sus vidas.

sábado, 18 de abril de 2020

Y QUE EL COVID NOS UNA

P. Mario Arroyo,
Doctor en Filosofía.
p.marioa@gmail.com

En medio de la vorágine de la pandemia, hemos podido palpar una vez más, algo que parecía olvidado, incluso superado: que la humanidad forma una unidad, una gran familia, y que, por encima de los egoísmos e individualismos, aletea un espíritu de comunión.


La desgracia nos ha unido, reuniendo a quienes antaño eran antagonistas. El dolor ha tenido la virtualidad de suturar las fracturas de nuestra civilización doliente. Uno de los ámbitos donde gozosamente esto se ha hecho patente, es en el marco religioso, donde por una vez creyentes en Dios y ateos beligerantes vamos de la mano en busca de un fin común, ofreciendo la misma medicina para paliar el colosal problema que juntos enfrentamos, y que solamente unidos podremos superar.

No deja de sorprender, en este sentido que el Papa Francisco, portavoz de quienes creemos en Dios, y Yuval Noah Harari, adalid de quienes niegan su existencia, ofrezcan el mismo consejo, la misma receta, para hacer frente a la pandemia. Dejemos que sean ellos los que lo digan. Como “la edad va antes que la belleza”, escuchemos primero a Francisco, que nos habla del tema en las dos bendiciones “Urbi et Orbi”, la extraordinaria del 27 de marzo y la pascual del 12 de abril.

En la primera dice: “Al igual que a los discípulos del Evangelio, nos sorprendió una tormenta inesperada y furiosa. Nos dimos cuenta de que estábamos en la misma barca, todos frágiles y desorientados; pero, al mismo tiempo, importantes y necesarios, todos llamados a remar juntos, todos necesitados de confortarnos mutuamente. En esta barca, estamos todos. Como esos discípulos, que hablan con una única voz y con angustia dicen: «perecemos» también nosotros descubrimos que no podemos seguir cada uno por nuestra cuenta, sino sólo juntos”.

En la segunda fue más enfático: “Este no es el tiempo de la indiferencia, porque el mundo entero está sufriendo y tiene que estar unido para afrontar la pandemia... Que estos hermanos y hermanas más débiles, que habitan en las ciudades y periferias de cada rincón del mundo, no se sientan solos.

Este no es el tiempo del egoísmo, porque el desafío que enfrentamos nos une a todos y no hace acepción de personas… Es muy urgente, sobre todo en las circunstancias actuales… que todos se reconozcan parte de una única familia y se sostengan mutuamente… Este no es tiempo de la división…Las palabras que realmente queremos escuchar en este tiempo no son indiferencia, egoísmo, división y olvido. ¡Queremos suprimirlas para siempre!”

Por su parte, Yuval Noah Harari, quizá el intelectual ateo más relevante en la actualidad, una vez que Stephen Hawking ha muerto, afirma en una entrevista reciente: “El mayor peligro son las personas, no el virus. Si colaboramos a nivel nacional e internacional, saldremos adelante sin ninguna duda. Pero el problema de verdad es la falta de unidad global… Necesitamos colaboración e intercambio con otros países, pero lo que está ocurriendo en estos momentos es terrible.

En lugar de una producción conjunta de test, ropa de protección y respiradores y de un reparto coordinado entre todos los países, lo que estamos viendo es que los más ricos tratan de hacerse con todo. Cada uno va a lo suyo. Los estados tendrían que tenderse la mano en vez de dejar de lado a las víctimas. Deberían compartir información honesta y veraz y no pensar solo en su economía. Pero eso exigiría un elevado nivel de confianza internacional…

El remedio contra el coronavirus no es separarse, sino mantenerse unidos.”

El creyente y el ateo, el Papa y el intelectual, claman por la unidad. Uno en plan positivo, el otro en negativo, el primero pone el énfasis en lo que deberíamos hacer, el segundo en lo que no hemos hecho, pero el diagnóstico es el mismo: solo unidos saldremos adelante, solo unidos hay futuro, solo unidos superaremos la pandemia. 

Y al hacerlo, ateos y creyentes dan un bello ejemplo de unidad, poniendo el acento más en lo que tenemos en común: nuestra común condición humana; que no en las creencias que nos dividen, pues mientras unos creemos en Dios, otros creen que no existe. Ambos insisten, también, en aprovechar la pandemia para reflexionar y corregir lo que no va bien en nuestra civilización, ¿no es curioso como la espiritualidad cristiana y la atea pueden ofrecer el mismo diagnóstico descubriendo la misma oportunidad?

jueves, 16 de abril de 2020

REFLEXIONES MÍNIMAS EN TORNO A LA PANDEMIA (PARTE QUINTA)

Mtro. Rubén Elizondo Sánchez, 
Departamento de Humanidades de la
Universidad Panamericana.
rubeliz@up.edu.mx 

El éxito de la pandemia, nos dicen, impondrá una nueva moda dentro de las ficciones futuriles que anuncian los programas informativos. Los escenarios tanto sociales como económicos que nos recetan a toda hora son en verdad inquietantes.


Pareciera que el Mundo llega a su fin si hacemos caso de las distopías o novelas ambientadas en futuros conflictivos y difíciles, que intentan retratar la vuelta a la normalidad. Por eso, me parece buen ejercicio preguntarnos qué aportan los datos estadísticos catastróficos y apocalípticos y, sobre todo, qué influencia pueden tener en la calidad de vida durante los dias de confinamiento forzoso.

En todo caso, lo que sucederá en el futuro próximo no lo sabemos con certeza. Escuchamos cientos de opiniones sobre el tema, mismas que coinciden de manera directa en puntos neurálgicos relacionados con el bienestar sobre todo material y la paz social.

Podemos leer o ver las noticias sin engancharnos ni considerarnos cómplices de las consecuencias de la pandemia, evento que depende de la naturaleza biológica del entorno en que vivimos. 

En cambio, sí depende de cada uno conquistar la tranquilidad y la serenidad en el presente porque en el futuro inmediato cada uno estamos trabajando en el problema de cómo actuar de la mejor manera para lograr que la gente ame y sirva a la Solidaridad humana.

La pandemia nos enseña que nuestra libertad no es absoluta, es restringida.

Al mismo tiempo, nos ayuda a recapacitar sobre el consumismo y egoísmo tan enraizados en el disfrute de los bienes materiales. Durante décadas creció en terreno fértil la pasividad y el disfrute desproporcionado del dinero a la par del desinterés por los más necesitados.

El tiempo presente nos habla de la injusticia de una sociedad orientada hacia el consumismo como cebo anestesiante en donde no caben los demás. Lo importante, se nos dice, es la prosperidad económica, acumular bienes, ser felices con el poder de adquisición, progresar.

Un análisis más detallado del concepto “progreso” nos quita la venda de los ojos: progreso no significa mejora, no es sinónimo de superación. Esto es así, porque si consideramos que un tumor canceroso maligno también progresa entonces termina por llevar a la tumba. Y en vez de superación nos topamos con la depauperación de la vida.

Considero que si algo debemos tener claro es que el éxito será arrollador cuando demos por buena la importancia de enseñar la autolimitación y la solidaridad en la educación de los niños y jóvenes. Y que se puede progresar a peor.

miércoles, 8 de abril de 2020

EL CARDENAL GEORGE PELL HA SIDO ABSUELTO DE LOS CARGOS DE PEDOFILIA EN AUSTRALIA

P. Mario Arroyo,
Doctor en Filosofía.
p.marioa@gmail.com

El Cardenal George Pell ha sido absuelto por unanimidad de los cargos que se le imputaban y por los cuales llevaba más de un año preso. El Tribunal Supremo de Australia, por siete votos a favor y ninguno en contra lo ha declarado inocente, señalando en su decisión que “existe una posibilidad significativa de que se haya condenado a una persona inocente, porque las pruebas no eran suficientes.” 


Pell, absuelto de sus cargos, abandonó la prisión y se ha ido a vivir junto a un monasterio cerca de Melbourne. Con grandeza de ánimo declaró al salir: “No guardo rencor a mi acusador, y no quiero que mi absolución añada más dolor y amargura al dolor y amargura que tantos sienten.”

Pell se une así al no pequeño grupo de personas inocentes que han sido condenados por la imperfecta justicia humana. Esa justicia que, aunque en teoría tiene una venda en los ojos, muchas veces se la levanta, para ver con un ojo a la parte que desea favorecer. En el caso de Pell fue patente la desigualdad procesal que afectaba a la ley. 

Mientras que Pell se convertía en escarnio público y era vilipendiado, dado por culpable cara a la opinión pública, nadie sabe quién lo acusó, pues goza del privilegio del anonimato, los medios no podían hacerlo público. 

En George Pell podemos ver a tantos inocentes que hoy en día cumplen sentencias por algo que no hicieron en las prisiones, no solo del tercer mundo, sino también del primero, como es el caso de Australia. 

Ya sea por irregularidades procesales, por carecer de un buen abogado, o por un cuatro convenientemente armado, muchos justos pagan por pecadores.

Pell se une también a la lista de todos aquellos que han sido “huéspedes” de una prisión por causa del Evangelio. Comenzando por Jesucristo, que sufrió un proceso irregular y pasó la noche en prisión previo a su condena a muerte, siguiendo por San Pablo, que varias veces sufrió encarcelamiento en las terribles cárceles romanas, o San Pedro, cuya prisión todavía se puede visitar en los foros romanos. Más recientes, entre los beatificados, se encuentra el Beato Álvaro del Portillo, y entre los que se encuentran camino a los altares, Mons. Van Thuan. 

Es decir, la prisión es con frecuencia un medio del que se sirve Dios para purificar a sus elegidos o, visto desde otra perspectiva, del que se sirve el demonio, padre de la mentira, para causar vejaciones a los amigos de Dios. 

Pell entra así en el selecto grupo de los “confesores de la fe”, aquellas personas que, sin perder la vida, sufren vejaciones e injusticias por la causa de Jesucristo.

El caso de Pell pone en evidencia también, que no es función de los medios de comunicación hacer justicia; eso es labor de los tribunales. Muchas veces los medios condenan y absuelven según la opinión pública, la moda o la ideología imperante. 

En este doloroso caso, se parte de una base injusta, según la cual, el ministro de la Iglesia tiene que ser culpable de abuso sexual, y si no quiere ser condenado, debe demostrar lo contrario. Se subvierten así los principios básicos de la lógica y el derecho. Según las leyes de la lógica, es imposible demostrar que algo no existe, sólo se puede demostrar lo que efectivamente existe; según el derecho, lo que se debe probar es el crimen, no la inocencia. 

Pero la opinión pública, y con ella la gente, vive de escándalos, de dar por verdadera la peor opción, y si a ello se une una “servil servidumbre” a la ideología laicista en boga, que acapara diarios, series, libros y películas, los ministros de la Iglesia “tienen” que ser, sí o sí, los malos de la película.

Ahora bien, Pell sufrió una condena injusta, perdió más de un año de su vida en la cárcel por algo que no hizo. Pero, en este caso, lo más grave no era la prisión, ni ver interrumpida, injusta y definitivamente, su fulgurante carrera eclesial (era el número tres del Vaticano), sino lo horrendo del delito que se le imputaba. 

Una cosa es estar en la cárcel y otra, mucho peor, es ser acusado de violador de monaguillos. El que pese sobre la reputación de un hombre íntegro semejante sospecha, es sencillamente “un martirio espiritual”, algo insoportable. 

Doloroso también es que su condena sea “escándalo mundial”, mientras que su absolución pase desapercibida. Este sencillo texto busca contribuir para evitar que sea así.

REFLEXIONES MÍNIMAS EN TORNO A LA PANDEMIA (PARTE CUARTA)

Mtro. Rubén Elizondo Sánchez,
Departamento de Humanidades de la
Universidad Panamericana. Campus México.
rubeliz@up.edu.mx

Cuando se insiste tanto en que la Solidaridad es imprescindible para atenuar la propagación de la pandemia, en realidad se nos exhorta a no perder de vista que la ayuda a los otros debe hacerse cultura, debe impregnar a todo ser humano porque todos somos herederos y dueños del mundo que habitamos. Es nuestra casa común.


Pero, ¿a qué tipo de solidaridad se refieren? Me parece que existen varios conceptos, de los cuales al menos tres se aplican particularmente a la actual contingencia. 

La primera idea originaria es de raigambre humanista según la cual solidaridad significa cultivo del hombre, aplicarse uno mismo para dar lo mejor de sí a los otros. “Vale más dar que recibir”, dice el refrán. Según ésta apreciación el dar supone recibir, porque si todos dan es más fácil que todos reciban. De esta manera se ilumina la relacionalidad humana porque se deja ver con mayor claridad que solos no podemos, que todos necesitamos de todos.

Luego, sobre todo desde las últimas décadas del siglo pasado, se abrió paso un concepto de solidaridad un tanto etnológico o cívico como respuesta a diversos grupos humanos autopercibidos como desprovistos del derecho humano a la libertad, patrimonio natural y a la vez común.

De los inicios del tercer milenio a la fecha está surgiendo también otro concepto: el de la solidaridad como elemento imprescindible en la Escala de Valores. Si se trata de ser plenamente humano y solidario pienso que puede serlo únicamente quien tiene una idea verdadera del hombre.

Creo que la idea auténtica del hombre es la que tiene Dios sobre el hombre, no la que tiene el hombre sobre el hombre. En este sentido, Pascal expresa con su filosofía amable cómo es el hombre que hizo Dios: “El hombre sólo es una caña, lo más frágil de la naturaleza; pero una caña que piensa. No es preciso que el universo entero se arme para destruirlo: un vapor, una gota de agua bastan para matarlo”.

Somos frágiles, vivimos en un bosque oscuro en donde tropezamos –como ahora— con rincones y situaciones nunca antes vistas. Así es la condición humana.

Es el retrato más rudo y brutal que presenciamos y del cual nadie puede asegurar que saldrá indemne. No está de más recordar que los sucesos realmente significativos para el hombre, los eventos que nos tocan de manera profunda y radical, no se demuestran con razonamientos, sino que se deben sentir.

Empatía con los otros significa sentir-con los otros. Solidaridad es el valor humano que ahora se necesita. Pascal lo expresó de manera brillante: “el corazón tiene razones que la razón no entiende”, que no es en el fondo otra cosa que una apuesta íntima esperanzadora ue reclama respuestas adecuadas.

lunes, 6 de abril de 2020

MÉXICO: SIGUE SIENDO UN PAÍS DE OPORTUNIDADES

Raúl Espinoza Aguilera,
@Eiar51

En medio de la actual ola de visiones pesimistas y trágicas sobre la economía y política de nuestro país, México continúa siendo un país de oportunidades.


La pandemia del coronavirus no ha sido obstáculo para que empresarios, microempresarios, comerciantes, profesores de universidades, estudiantes, etc. continúen laborando o estudiando a través de las redes sociales y diversas plataformas cibernéticas.

Aunque las calles, parques y plazas de la Ciudad de México y de provincia aparentemente están sin vida, como paralizadas, hay millones de personas –de todas las edades- trabajando con intensidad desde sus casas, justo cuando se recomendó no salir de los domicilios como medida preventiva para no propagar más esta epidemia mundial.

Por otra parte, se siguen abriendo nuevos negocios; continúan llegando inversiones del extranjero. Me decía un amigo empresario del Paraguay: “Mira, me he fijado que en ocasiones ustedes –los mexicanos- no se valoran con objetividad; mejor dicho, se infravaloran o se quejan demasiado de casi todos sus asuntos nacionales. Nosotros, los miramos a ustedes como un país modelo al cual imitar, o en el cual invertir. Por eso es que mis compatriotas y yo, del mundo de la empresa, venimos con frecuencia a México y entablamos buenas relaciones comerciales”.

Similares comentarios he recibido de empresarios y comerciantes de Centroamérica o algunos del Caribe.

También a los profesionistas jóvenes, cuando se les pregunta:

- “¿Y por qué decidiste venir con tu esposa a trabajar a nuestro país?”

Invariablemente responden:

- “¡Porque México es un país de oportunidades! Aquí hemos conseguido buenos empleos mi esposa y yo, y además pronto y bien remunerados. Ya tenemos un departamento amueblado y otras comodidades. ¡Esto no lo hubiéramos ni siquiera soñado en nuestro país!

Otros profesionales añaden:

- Por otra parte, ustedes son sumamente cordiales, amables, afables. Si vas a una fiesta o a una reunión social y te presentan a los que asisten, enseguida se convierten también en tus amigos. Eso no pasa habitualmente en nuestros países de origen. Por eso es que sentimos que México es “nuestro otro hogar”.

De la misma manera, muchos otros afirman que les admira profundamente la rica cultura mexicana, su arte, su Literatura, su historia, su folklore; sus bellísimos paisajes naturales, sus hermosas playas; sus pueblos mágicos.

Hay quienes confiesan que les ha impactado sobremanera conocer Oaxaca, Morelia, Querétaro, Puebla, Guanajuato, etc., y que cada vez que pueden, se dan una vuelta por esas antiguas poblaciones.

Me llamó la atención una profesionista, nacida en Siberia, que se vino a trabajar a México, aquí encontró novio y se casó. Al poco tiempo, invitó a su familia desde aquellas remotas y gélidas latitudes para que conocieran tantas maravillas que existen en nuestro país. El padre de la chica comentó que Querétaro y San Miguel de Allende le resultaban muy bellas poblaciones y que lo que más le gustaba era ¡qué no hacía nada de frío!

Por otra parte, a todos nos impresiona el portentoso desarrollo que están teniendo las ciudades de la provincia mexicana. Desde los años sesenta, en que eran modestas poblaciones, medio siglo después tienen un importante desarrollo industrial, agrícola, agropecuario y comercial. 

Eso también lo captan los inversionistas extranjeros y eso explica el por qué se han venido a radicar a nuestro territorio numerosas maquiladoras y múltiples empresas.

Nuestros jóvenes cada vez se capacitan mejor y cursan maestrías y doctorados tanto en nuestro país como en Canadá, Estados Unidos y Europa. Se encuentran mejor preparados para trabajar en grandes empresas y corporativos.

Concluyo señalando que ya conocemos de sobra nuestros problemas políticos y económicos, pero pienso que –todos unidos- podemos superar esas dificultades, pandemias y escollos que tengamos. 

Es asombrosa la actitud solidaria de nuestros paisanos, sacerdotes, médicos, enfermeras, de muchos empresarios, comunicadores quienes están tendiendo su mano para ayudar a los más necesitados. 

¡No nos puede ganar la desesperanza ya que lo que nos está sucediendo es meramente temporal! ¡Somos un país extraordinario en tantos aspectos y que muchos extranjeros reconocen y admiran!

viernes, 3 de abril de 2020

"COMO DOY, ASÍ RECIBO"

José Martínez Colín es sacerdote, Ingeniero (UNAM) y Doctor en Filosofía (Universidad de Navarra). articulosdog@gmail.com.

1) Para saber

Se cuenta que un guerrero con un pasado bastante turbio, pero arrepentido, visitó a un monje para preguntarle si creía que Dios recibiría su arrepentimiento. El religioso le preguntó: “Dime. Si tu túnica está rasgada, ¿la tiras?” Respondió el guerrero: “No, la coso y vuelvo a ponérmela”. El monje concluyó: “Por tanto, si tú cuidas de un vestido, ¿piensas que Dios no va a cuidar de su hijo, que es su imagen?”


La misericordia de Dios nos precede. Él nos perdona primero y nos enseña a hacerlo, y solo luego nos pide que nosotros también perdonemos. De ello reflexionó el Papa Francisco prosiguiendo con el ciclo sobre las bienaventuranzas, centrándose en la quinta:

“Bienaventurados los misericordiosos, porque ellos hallarán misericordia” (Mt 5, 7).

Nos lo recuerda el Señor: “Sed misericordiosos, como vuestro Padre es misericordioso” (Lc 6,36). Y es que la misericordia no es una virtud entre otras, sino el centro de la vida cristiana: no hay cristianismo sin misericordia. La misericordia es la única meta verdadera de todo camino espiritual, es uno de los frutos más bellos de la caridad. “¡La misericordia es el corazón mismo de Dios!”, señaló el Papa.

2) Para pensar

Santa Faustina Kowalska fue una religiosa del siglo XX a la que Jesús le confió la difusión de la devoción a la misericordia de su Sacratísimo Corazón. Ella relata: “Por la tarde, estando ya en la celda, vi al Señor Jesús vestido con una túnica blanca. Tenía una mano levantada con el gesto de bendición y con la otra tocaba la túnica sobre el pecho”. 

De su corazón, abierto con la lanza en la Cruz, salían dos rayos: uno blanco, simbolizando el agua que purifica, y otro rojo que simboliza la sangre que es Vida. Jesús le pidió que se pintara su imagen, poniendo debajo: ‘Jesús, en vos confío’, para ser venerada en todo el mundo.

El Señor le dijo a la santa: “En el Antiguo Testamento le enviaba a mi pueblo a los profetas con truenos. Hoy te envío a toda la humanidad con mi misericordia. No quiero castigar a la humanidad llena de dolor, sino sanarla estrechándola contra mi Corazón misericordioso”.

Juan Pablo II fue devoto de Santa Faustina. Siendo Arzobispo rezaba muchas horas ante su tumba. Ya Papa presidió su canonización en el año 2000 e instituyó la fiesta de la Misericordia el primer domingo después de Pascua.

3) Para vivir

Señaló el Papa que es la única bienaventuranza en que coinciden lo que se nos pide con lo que nos promete: Quienes ejercen misericordia encontrarán misericordia. Nuestro Señor nos enseñó el secreto de la misericordia: para ser perdonados, debemos perdonar.

Para muchos es difícil perdonar porque han recibido un gran daño y piensan que no se puede. Ciertamente solos no pueden, hace falta la gracia de Dios, por ello tenemos que pedirla. 

Sabiendo, además, que nosotros mismos necesitamos ser perdonados al estar en deuda con Dios, que es tan generoso, y con los demás. Cada uno sabe que no es el padre o la madre que debería ser, el esposo o la esposa, hermano o hermana que debería ser.

 Todos necesitamos misericordia, pues es como el aire que respiramos, ya que es nuestra liberación y felicidad. Necesitamos perdonar, porque necesitamos ser perdonados.