miércoles, 19 de febrero de 2020

EL JUEGO DE LA POLÍTICA

Mtro. Rubén Elizondo Sánchez,
Departamento de Humanidades de la
Universidad Panamericana. Campus México.
rubeliz@up.edu.mx

La política es una guerra sin cuartel. Los sucesos diarios ciertamente así la hacen parecer: ser más listo que los adversarios, ganar más poder, arrasar a la oposición, luchar sin cuartel, no ceder ni un palmo de terreno, derrotar al que no piensa igual, aprisionar al traidor.


Cuando la política se dirige como una guerra sucede lo que siempre acontece en los conflictos armados: se sabe cómo inician pero no se conoce el desenlace final, que suele ser imprevisto y desastroso. Al final casi siempre los vencedores son pocos y la mayoría pierde.

La política efectivamente es un juego, pero no necesariamente de ganador-perdedor, porque el éxito de un grupo no reclama irremediablemente que los demás fracasen. Así como no es fácil remar con ideas, tampoco es factible acertar siempre en las decisiones correctas para llegar a buen puerto. Puede suceder que desde la perspectiva del poder se encumbre un grupo de ganadores y aumenten los bloques perdedores.

En mi opinión, para hacer buena política debe haber cooperación y competencia. Las ideas son muy poderosas y, por lo mismo, exigen una estrategia de especificación para saber en dónde y cómo aplicarlas.

No hay un solo partido ni un solo político que no necesite de la cooperación de los demás. Desde una ley que regule, por ejemplo, los parquímetros hasta una estrategia para competir en las grandes ligas de corporaciones internacionales.

La política es importante porque las personas son importantes. Para ser políticos conservadores e innovadores a la vez, hay que conocer lo que cambia y lo que no cambia. Se conserva lo que nunca cambia para innovar en lo que sí cambia.

Es necesario reflexionar sobre el impacto de las decisiones políticas en los grupos de personas e instituciones que unifican y hacen viable a la sociedad.

Resulta indispensable madurar los elementos de cooperación y competencia para que la política valga la pena, porque siempre se puede innovar mejor y de distinta manera.

El ejercicio político es siempre un saber más prudencial que técnico. Por eso hay muchos modos de hacer política para encontrar las tácticas y medidas adecuadas a la complejidad de los problemas, que normalmente esconden elementos clave que ayudan a comprender lo que está sucediendo y qué se debe hacer al respecto.

La política no es una ocupación trivial. Precisamente porque es actividad fundamental debe generar confianza, misma que se gana paso a paso y se pierde de contado.

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