domingo, 1 de diciembre de 2019

MÉXICO NECESITA CIRCULARIDAD DE FE Y RAZÓN

Mtro. Rubén Elizondo Sánchez,
Departamento de Humanidades de la
Universidad Panamericana. Campus México.
rubeliz@up.edu.mx

S. Juan Pablo II escribe: “Por esto, he considerado justo y necesario subrayar el valor que la filosofía tiene para la comprensión de la fe y las limitaciones a las que se ve sometida cuando olvida o rechaza las verdades de la Revelación” (Fides et Ratio, n.100).


La relación debe estar marcada por la circularidad. Un círculo es una figura de dos dimensiones que se realiza dibujando una curva que está siempre a la misma distancia de un centro. En este sentido, se puede considerar que el centro es la Verdad (y la verdad), por lo cual la equidistancia sería el esfuerzo por igual de la fe y la razón como actividades humanas.

En realidad ambos son esfuerzos, pero el primero favorece la búsqueda humana de la verdad, mientras que el segundo al margen del primero pierde irremediablemente la equidistancia al centro, su justo medio.

Llegamos así a otra idea que me interesa esbozar y que puede ser inicio de nuevos planteamientos y ramificaciones. Si Dios es el ser más inevitable (Kant), los intelectuales –porque todos los somos— que se precian de ser depositarios de la cultura greco-latina-católica ¿por dónde habrían de orientar los esfuerzos del pensamiento?

Me parece que para ser intelectual en la cultura tridimensional a la que pertenecemos primero hay que ser cristiano o, al menos, aceptar y respetar la ley natural-moral. Para pensar desde la fe primero hay que pensar la fe, es decir, hacerla pensamiento que construye una cultura de convicciones propias.

Una fe que no se hace cultura no es una verdadera fe. Un intelectual cristiano no puede ser un fideísta, tiene que saber la fe. Un gran número de intelectuales cristianos son muy poco existencialmente cristianos, no practican la fe, carecen de “unidad de vida”, virtud que imprime fuerza y fundamento al pensar cristiano. No se trata de formar solo cabezas griegas sino de formar cabezas cristianas, lo cual implica conocer a fondo el conjunto de la riqueza cultural de nuestras raíces.

Dicho de otra manera, quien forma cabezas cristianas forma también cabezas griegas pero va más allá, sin detenerse en ese logro. Y ha de conocer a fondo las verdades cristianas para dar a entender la lógica de la fe, la lógica de la experiencia cristiana que es también la lógica de la “unidad de vida”. Porque el compromiso con la verdad es con toda la verdad, no solo con una parte de ella.

De esta forma se logra la unidad y la continuidad circular entre naturaleza y gracia, entre razón y fe. Fides quaerens intellectum, la fe que busca entender. 

Hasta aquí he procurado hilvanar solo algunas ideas, y éstas desde la perspectiva de la filosofía implícita.

Por último, deseo recoger en las siguientes colaboraciones algunos argumentos que esgrimen con frecuencia los intelectuales no cristianos contra los intelectuales cristianos.

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