lunes, 7 de enero de 2019

PARA LLEGAR A LA META

Pbro. José Martínez Colín,
articulosdog@gmail.com

1) Para saber

El ser humano es un ser llamado a entrar en comunicación. Tanto con nuestros semejantes como, especialmente, con Dios. Por eso cada creyente suele dirigirse a Dios. Pero podríamos cuestionarnos si lo hacemos de la manera correcta. Jesús, hijo de Dios, nos lo enseña: podemos dirigirnos a Dios como hijos suyos.



Teniendo en cuenta los días navideños, el Papa Francisco continuó con su catequesis sobre el “Padre Nuestro”. Esta oración comienza dirigiéndose a Dios como Padre. 

Un gran bien que nos trajo el nacimiento de nuestro Señor Jesucristo es la posibilidad de ser elevados a la dignidad de hijos de Dios. La filiación divina que adquirimos al ser bautizados es un gran regalo de Dios.

2) Para pensar

Sucedió en 1992 durante los Juegos Olímpicos que se celebraron en Barcelona, España. Uno de los corredores de la carrera de 400 metros planos era un atleta inglés llamado Derek Redmond.

 Había entrenado durante años para competir en las Olimpíadas. Durante la carrera, de repente, se lastimó el tendón de la corva y se desplomó en la pista con mucho dolor.

Sin embargo, Derek decidió terminar la carrera, aunque ya todos habían llegado a la meta. Logró ponerse de pie e iba cojeando hacia la meta. En eso su padre saltó a la pista. 

Y antes de que nadie pudiera detenerlo, Jim Redmond llegó a donde estaba su hijo. El joven corredor, llorando, se apoyó sobre el hombro de su padre al tiempo que se tambaleaba para terminar la carrera. 

Toda la multitud se puso de pie y vitoreó a los dos hombres. Cuando cruzaron la meta, fue como si el corredor, su padre y los espectadores lo hubieran logrado juntos.

Hay que saber que no corremos solos la carrera de la vida, sino que incluso cuando caemos y parece que ya no podemos, siempre está nuestro Padre Dios auxiliándonos, aunque no lo veamos. La carta a los Hebreos nos invita a correr con paciencia la carrera que tenemos por delante, puestos los ojos en Jesús (12, 1-2).

3) Para vivir

La enseñanza del “Padre Nuestro”, señala el Papa, está rodeada del sermón de la montaña en donde Jesús enseña las Bienaventuranzas. Son consideraciones que pudieran parecer impracticables. Y lo serían si no fuera porque contamos con la ayuda divina. 

Como en la anécdota de Derek, el corredor, sin su padre posiblemente no hubiera podido terminar, pero con su ayuda todo cambió y llegó a la meta.

Con la ayuda de Dios es posible amar incluso al enemigo. El gran secreto que está en toda la enseñanza del sermón de la montaña es este: sed hijos de vuestro Padre que está en el cielo, comportarnos como hijos de nuestro Padre Dios. Así, aunque uno se sepa pecador, tiene la confianza de acudir y llamarle Padre a Dios.

Jesús nos invita tener un diálogo continuo con el Padre: «Cuando vayas a orar, entra en tu aposento, y después de cerrar la puerta, ora a tu Padre, que está allí, en lo secreto» (Mt 6, 6). 

La oración, termina diciendo el Papa, también puede ser una oración silenciosa: basta con ponernos bajo la mirada de Dios, para recordar su amor de Padre, y esto es suficiente. 

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