jueves, 31 de enero de 2019

LEGALIZAR EL ABORTO EN NUEVA YORK: UNA ORGÍA DE LA MUERTE

P. Mario Arroyo,
Doctor en Filosofía.
p.marioa@gmail.com

El pasado 22 de enero, 46 aniversario de la despenalización del aborto en Estados Unidos,  se firmó en Nueva York una brutal ley que permite el aborto prácticamente hasta el nacimiento.


Los detalles de la ley lo dejan a uno estupefacto: si fracasa el aborto y el niño vive, debe dejársele morir. Se elimina además cualquier responsabilidad o pena para los médicos por cualquier aborto producido, aunque no sea voluntario o sea producto de negligencia. 

Tampoco deberán responder  ante un tribunal en el eventual caso de que la madre muera. Nadie tiene que dar cuentas de nada a nadie si un niño o su madre mueren hasta el momento mismo del nacimiento y, reitero, si fracasa el procedimiento de aborto y el niño vive, la ley obliga a dejarlo morir, prohíbe auxiliarlo.

Lo más doloroso es, quizá, la cínica sonrisa de los firmantes de la ley, la algarabía toda de la sala en donde se firmó y la obscena celebración en el Down Town de la Ciudad que no duerme, engalanada de color rosa para la macabra ocasión.

No cabe sino calificar como una auténtica “orgía de muerte” tal supuesta “ley” que atenta a la justicia más elemental, al principio ético básico de la humanidad: “no le hagas a los demás lo que no quieras que te hagan a ti”. 

Es comprensible que, en el delicado tema del aborto, nos enfrentamos con frecuencia a un dramático conflicto de derechos: el derecho del niño a vivir y el de la madre a decidir sobre su cuerpo. 

Conflicto que se agrava, por ejemplo, si la madre es menor de edad o el niño fue producto de una violación. La perspectiva más humana, sin desconocer el sufrimiento de la mujer, busca salvar la vida del niño o la niña que viene en camino, pues el derecho a la vida se considera primario y base de todos los demás derechos. 

Además, es evidente que la única parte totalmente inocente en la cuestión es el niño o niña que está en camino. El único o la única que no ha hecho nada malo.

La perspectiva que busca salvaguardar la dignidad humana, o sencillamente que esa palabra “dignidad” signifique algo, intenta salvar las dos vidas. Sabe que el aborto, por ejemplo, no “des-viola” a la mujer y que añade, al trauma de la violación, el del aborto. 

Se permite así una cierta impunidad sobre el violador, y en general se despoja de responsabilidad a cualquiera que embarace a una mujer. 

La perspectiva científica reconoce que, tanto el niño como el feto o el embrión, son individuos vivos de la especie humana. Nadie lo puede poner en duda y, de hecho, implícitamente se funciona con estas premisas al comercializar las partes de los fetos abortados, o al investigar con células madre embrionarias. 

Aquello está vivo y es de la especie humana, si no se protege, la dignidad de la persona se vuelve un vocablo con el que podemos llenarnos los labios, pero que está vacío de sentido, y vale menos que un fuerte capital económico o el capricho veleidoso de un adolescente.

Por lo anterior, el discurso abortista solía ser moderado: “el aborto es una realidad indeseable, nadie lo quiere, pero resulta ineludible si queremos salvaguardar la libertad de la mujer”. 

Se consideraba una “solución extrema” no deseable en principio, dolorosa para la mujer, su familia y la sociedad. El aborto, a final de cuentas, debería despenalizarse (que no legitimarse), para no criminalizar a una mujer que, quizá tiene un grado de inmadurez por ser adolescente, por ejemplo, y para evitar los abortos clandestinos, que atentan contra la vida de la mujer. 

En realidad, se trataría de un asunto de salud pública y de una responsabilidad del estado ante algo que no puede evitar, como sería la prostitución. 

El aborto se veía entonces como una solución extrema, indeseable, que salvaguarda la capacidad de decidir de la mujer y que previene peores consecuencias sanitarias, al evitar la eventual muerte de la madre junto con la del hijo. 

También por eso se ponía un límite para practicarlo en el desarrollo del embarazo, intentando evitar que el feto sufra dolor, por estar ya formado su cerebro y su sistema nervioso. Otra cosa sería una crueldad inhumana. 

Pero lo que vemos ahora en Nueva York es otra cosa: la fiesta por el desprecio de la vida, la exaltación de la voluntad individualista y del capricho que puede determinar hasta el último momento quién puede vivir y quién no, la euforia y el vértigo del desprecio a la vida y su dignidad, que nada valen ante la decisión arbitraria de matar. 

El desamparo de la vida que, ni siquiera fuera del seno materno, puede ser socorrida, en fin, el réquiem por la humanidad. Que en la cuna de la democracia moderna y en la punta de la civilización se legitime este holocausto, convirtiéndose en un “derecho fundamental”, no puede sino calificarse de aberración monstruosa. En el ápice de la civilización “el hombre se vuelve lobo del hombre”.

¿CREES EN LOS SERES EXTRATERRESTRES?

P. Mario Arroyo,
Doctor en Teología.
p.marioa@gmail.com

“Padre, ¿cree usted en los extraterrestres? ¿Qué consecuencias tendría para la Iglesia el hecho de que existieran? ¿Supondría un descalabro para la fe, se vendría abajo? ¿Qué relaciónexistiría entre Jesús y los extraterrestres? ¿Sería también su Dios? ¿Sería su Salvador?”


La discusión está servida, sin olvidar que en realidad se trata de “Teología Ficción”, pues “el hubiera” no existe. Hasta que no tengamos experiencia de los extraterrestres, todo serán elucubraciones. 

Pero cabe tener, en líneas generales, una respuesta “prefabricada” por si se ofrece, a la expectativa de que la realidad concreta tiene matices impredecibles, que solo se conocen al tener una experiencia directa de la misma.

En el eventual caso de que tuviéramos algún tipo de contacto con vida extraterrestre, ¿habría alguna advertencia en la Biblia al respecto?, ¿alguna experiencia análoga en la historia del cristianismo? 

A lo primero hay que responder que la Biblia nada afirma, ni a favor, ni en contra, respecto a la existencia de seres vivos fuera de la tierra. Lo mismo cabe decir del Catecismo de la Iglesia, lugar donde se encuentran compendiadas las verdades de fe. 

Es decir, no es un artículo de fe, ni forma parte de la revelación afirmar o negar la existencia de seres vivos inteligentes fuera de nuestro mundo. Una persona –como es mi caso- puede ser escéptica al respecto, pero no por motivos de fe, sino por otra clase de argumentos.

Pienso, sin embargo, que, guardando las distancias, sí ha habido en la historia de la Iglesia una situación análoga al hipotético encuentro con extraterrestres, de la cual podríamos tomar experiencia. 

Me refiero al descubrimiento de América, que como todo hecho cultural relevante, impactó fuertemente en la teología y en la comprensión de la fe. 

En efecto, descubrir a una inmensa cantidad de seres humanos, que durante milenios habían estado fuera de todo contacto,y que no podían poseer conocimiento alguno de Jesucristo, llevó a replantearse la doctrina de la necesidad del bautismo para la salvación y a desarrollar la noción del “bautismo de deseo.”

Análogamente, si se descubre vida extraterrestre, habría que dilucidar primero si es inteligente, después si son personas e hijos de Dios; si han sido salvados por Jesucristo o forman parte de otra “Economía de Salvación”, o son, como sugiere el escritor inglés C. S. Lewis en la Trilogía de Ramsom, un pueblo que no ha cometido todavía pecado original. 

Si no son hombres, obviamente Jesucristo no se habría “encarnado” para salvarlos a ellos, pero serían igualmente criaturas de Dios, quizá sus hijos, como nosotros, procediendo esa filiación de otra fuente o realizándose de otro modo. 

Lo que no cabe duda es que es el único y mismo Dios para todo el universo, cualesquiera sean las criaturas que en él habiten.

Que existan o no extraterrestres no quita ni aumenta nada al inmenso privilegio humano de la “Encarnación”, es decir, el hecho de que el Creador de todo el universo (extraterrestres hipotéticos incluidos) se haya hecho hombre. 

No anula entonces el plan de salvación, ni clausura la puerta a esa otra realidad, la espiritual. De hecho, por la revelación sabemos que no somos los únicos seres inteligentes, pues existen también los ángeles que, sin ser materiales, poseen inteligencia, voluntad y libertad. 

No elimina tampoco la promesa de renovación universal escondida en el dogma de “los cielos nuevos y la tierra nueva”, es decir, “la nueva creación” profetizada en la Biblia, particularmente en el Apocalipsis.

La existencia de extraterrestres o, más coloquialmente, “marcianitos”, no quitaría ningún privilegio al hombre y, en todo caso, serviría para aumentar la gloria de Dios, en el sentido de que ha dado origen a un universo inconmensurable, maravilloso, excedido en todas sus dimensiones, con una mayor riqueza de seres inteligentes, para dar cobijo al hombre; manifestando así, en ese exceso, su gloria y majestad. 

Por ello, el Creador se ha vuelto, en expresión de santa Catalina de Siena, “philocaptus” es decir, ha sido cautivado por amor al hombre, su criatura, su hijo. 

Y el hombre no dejaría de tener ese lugar, aunque hubiera otra vida inteligente en el universo, manifestación de ello es que Dios mismo se ha hecho uno de nosotros, para toda la eternidad, en Jesús de Nazaret.

miércoles, 30 de enero de 2019

¿SUSTITUIR LA CONSTITUCIÓN POR LA BIBLIA?

Mtro. Rubén Elizondo Sánchez,
Departamento de Hunidades de la 
Universidad Panamericana, Campus México.
rubeliz@up.edu.mx

Transcribo el último párrafo de un artículo publicado la semana pasada. “Dejo pues, para el aquí y ahora de este sufrido país nuestro, la siguiente pregunta: ¿Deberemos sustituir la Constitución por la Biblia, y las leyes que de aquélla emanan por el catecismo?” (Cfr. Ángel Verdugo; 22 Ene de 2019; Dinero en Imagen).



Si el escritor conociera el caso Galileo, así como la carta que escribió a la Duquesa Cristina, sabría que la Biblia no enseña cómo van los cielos, sino cómo se va al cielo. La Biblia no es un libro de Astronomía, como tampoco es un conjunto de enseñanzas para redactar constituciones políticas.

Luego, la disyuntiva es engañosa porque la Constitución y la Biblia no se implican mutuamente. Lo que impone la Constitución es de naturaleza diferente a lo que manda la Biblia. Se está confundiendo gimnasia con magnesia. No es cualquier tipo de confusión. Es una confusión esencial.

Un ejemplo claro de nivel kindergarden. ¿Por qué hay semáforos en las esquinas de mayor tráfico? Posibles respuestas: para evitar congestionamientos, lograr cierto orden en los traslados, llegar a tiempo al trabajo, evitar choques, respetar el derecho de otros a circular con libertad, respeten mis propios derechos a circular, respetar los pasos peatonales y el derecho a cruzar la calle caminando, etc. 

El conductor de un vehículo, ¿debe obedecer las normas de la Ley de Tránsito? Creo que debe obedecer y respetar la normatividad.

Siguiente pregunta: Si el conductor respeta y obedece las leyes de tránsito, ¿lo hace por que debe obedecer a la autoridad? Me parece que no. Debe respetar dichas leyes porque, en el fondo de la legislación, se encuentra un punto de apoyo, una ley de la naturaleza física que reza así: “Dos cuerpos no pueden ocupar el mismo espacio al mismo tiempo”. 

La frase anterior describe cómo es la naturaleza de los cuerpos materiales. Sobre esa ley natural se apoya la Ley de Tránsito y por eso es necesario obedecerla. La autoridad explicita la ley natural de manera específica de modo escrito.

La disyuntiva engañosa del artículo citado dice así: ¿para todo problema, un pasaje bíblico?

Es como preguntar ¿para todo problema, un shot de marihuana? Legalizado su uso, recibimos de su consumo calma, tranquilidad, paz, alegría. Es una forma de remediar problemas. Nos topamos de nuevo con la confusión personal que se transmite al público lector. No existe el derecho a engañar.

Otra pregunta: Si por descuido personal me llevo algo que no es de mi propiedad, ¿debo devolverlo? La respuesta no se encuentra ni en la Constitución ni en la Biblia. La respuesta se encuentra en la ley natural moral presente en todo ser humano. Debe ser devuelta porque no es de mi propiedad. Si no la devuelvo a su dueño y la incluyo como parte de mis pertenencias, estoy robando, estoy disponiendo de algo que no es mío y de lo cual no tengo derecho a disfrutar.

Si la Biblia manda “no robar”, y la Constitución castiga al ladrón, es porque el acto de robar atenta contra la dignidad de la persona, contra el prójimo, contra la sociedad y el país. Atenta contra la seguridad interna e internacional. Otra razón más: ¿A quién le gusta que le roben, que le engañen? Seguro que a nadie.

Rechazar los intentos de corrupción, ejercer la función pública con justicia y honestidad, trabajar bien para no defraudar a la empresa ¿es mandato bíblico? Si la respuesta es que sí es mandato religioso, entonces no obliga a quienes no creen en la Biblia, es decir, no obliga a los musulmanes, a los ateos, a los agnósticos, a los mormones, a los hindúes, o a los krishnas. 

Tampoco obliga a los que no son religiosos. Si la respuesta consiste en que es un mandato de la Constitución mexicana, entonces no obliga a ciudadanos que viven bajo constituciones diferentes a la nuestra.

¿Qué le parece un mundo así?, ¿un país así? A mi me parece de locos. Pienso que desde hace muchas décadas vivimos en un entorno de babelización intelectual y moral. ¿Cómo salir del problema? Con la correcta educación de la inteligencia, de la voluntad y del carácter.

lunes, 28 de enero de 2019

"APRENDER A DAR VIDA A LOS SUEÑOS": EL PAPA EN PANAMÁ

Pbro. José Martínez Colín,
articulosdog@gmail.com

1) Para saber

La Jornada Mundial de la Juventud (JMJ) celebrada en Panamá del 
día 22 al 27 de enero, estuvo presidida por el Papa Francisco. En la 
Ceremonia de Apertura se reunieron cerca de 150 mil personas y 
seguirían llegando muchos más toda la semana.


El Papa Francisco ha dicho en su primer encuentro con los jóvenes 
de más de 150 países: “Tenemos muchas diferencias, hablamos idiomas diferentes, vestimos ropas diferentes pero, por favor, juguemos a tener un sueño en común, un sueño grande, capaz de cobijarnos a todos… Un sueño que estremece el corazón y lo hace bailar cada vez que escuchamos: «Ámense los unos a los otros, así como yo los he amado» (Jn 13,34). ¿Cómo se llama el sueño nuestro? ¡Jesús!”

El Papa recordó lo que decía un santo de esas tierras: «el cristianismo no es un conjunto de leyes que hay que cumplir, o de

prohibiciones. Así resulta muy repugnante. El cristianismo es una Persona que me amó tanto y pide mi amor. ¡El cristianismo es Cristo!» (San Oscar Romero).

2) Para pensar

Esta JMJ se ha caracterizado por un acercamiento al mundo del dolor, en donde hay jóvenes que viven en la marginalidad y la enfermedad. Se tiene la visita del Papa a los pacientes con sida a un centro de acogida. También la visita a personas adictas a las drogas y el alcohol en el Hospicio Malambo. 

Entre el grupo de residentes, un paciente con VIH, Raúl Miranda, afirmaba: “Fue una sorpresa y una bendición, porque el Papa ha elegido un lugar como éste al que muchas veces no quieren venir a visitarnos.”. También está prevista la visita a los jóvenes en prisión, donde el Papa administrará la confesión a varios adolescentes. Es la primera vez que se lleva algo parecido dentro de una cárcel. El mensaje del Papa es: “la misericordia vence todo”.

Con motivo de facilitar la confesión a los asistentes, se inauguró el “Parque del Perdón”, en donde se instalaron 200 confesionarios fabricados por 35 internos de una penitenciaria. En su inauguración, el Arzobispo de Panamá comentó: “Aquí miles de jóvenes vendrán a escuchar del Señor de amor el perdón y a empezar una nueva vida”.

Al terminar, el mismo Arzobispo Ulloa fue el primero en confesarse y comentó “Soy un pecador redimido por la misericordia de Dios. De verdad que a mí personalmente me ayuda confesarme”.

3) Para vivir

Panamá ha sido la sede de la primera JMJ donde la Virgen María ha sido propuesta por el Papa Francisco como modelo de valentía y coraje, escogiendo como lema de estas jornadas sus palabras: “He aquí la sierva del Señor, hágase en mí según tu palabra”. Pues Ella estuvo disponible para cumplir con el proyecto de Dios, para el que le había elegido.

María se animó a decir “sí”. Se animó a darle vida al sueño de Dios. Nosotros hemos de estar dispuestos a darle vida a ese sueño.

El Papa preguntó: “¿Quieres que sea el amor del Padre el que te abra nuevos horizontes y te lleve por caminos jamás imaginados , jamás pensados, soñados o esperados que alegren y hagan cantar y bailar a tu corazón? ¿Nos animamos a decirle al ángel, como María: he aquí los siervos del Señor, hágase?”

Al final el Papa pidió a la Virgen que seamos capaces de decir sin miedo, como ella: «Aquí estoy. ¡Hágase!» 

sábado, 26 de enero de 2019

¿POR QUÉ SE DICE QUE SER PADRES ENGLOBA MUCHAS CAPACIDADES?

Raúl Espinoza Aguilera,
@Eiar51

Cierto día me vino a ver al colegio, una madre de varios alumnos      –tenía dos en la primaria y dos en la secundaria-. Con toda sencillez y franqueza, me hizo esta pregunta al terminar mi clase, mientras los jóvenes salían del salón:


-Profesor, ¿por qué unos hijos nacen como “árboles torcidos” y otros, en cambio, crecen como “árboles derechitos”?

Le hice ver que no había una sola respuesta para su pregunta. Que dependía del temperamento, del carácter, de la inteligencia, de la docilidad y fuerza de voluntad de cada hijo para poner por obra lo que iba aprendiendo…

Entonces, ¿es muy difícil educar bien a los hijos? –agregó.

-Desde luego que es una tarea compleja –le contesté-, más aún en esta época en que se propagan conceptos nocivos que los desorientan y van en contra de una acertada formación. Pero buena parte de la eficacia depende de la dedicación, empeño y buen ejemplo que pongan los padres.

Por encima de la misma actividad profesional, por más destacada y absorbente que sea, está la obligación que tienen los progenitores de darles la oportuna formación a sus hijos. Se deben de percatar que en esta tarea absolutamente nadie los puede sustituir. Ni siquiera los profesores ni los preceptores o asesores académicos ni las empleadas domésticas.

A veces se suele escuchar está expresión:

-¡Este niño qué majadero es! ¿En qué escuela estudia?

Desde luego se trata de una falsa apreciación porque los buenos modales en el hablar, en las normas de urbanidad, en la conducta, se aprenden prioritariamente en el hogar.

Para ello es necesaria una actitud cariñosa y vigilante por parte de los padres para orientar cuando haga falta.

Si hacemos memoria de nuestra infancia, ¿cuántas veces no recibimos de nuestros padres este tipo de comentarios:

-¿Por qué traes esa cara? A ver cuéntame qué te pasó… O bien: -¿Qué te pasa? ¿Te sientes mal? ¿Estás enfermo?

Y es que los padres suelen ser los que mejor conocen a los hijos. En su importante papel se convierten en pedagogos, psicólogos, médicos o enfermeras, maestros, orientadores, consejeros…

Por otra parte, en mi experiencia magisterial, ¡cuántos trastornos psicológicos tienen su raíz y origen en un ambiente cargado de frecuentes fricciones, tensiones y conflictos entre los esposos en el seno del hogar!

Por ello se recomienda que los cónyuges resuelvan sus diferencias a solas, sin estar en presencia de los hijos porque emocionalmente les puede afectar. 

Y una vez que cada parte expuso sus quejas e inconformidades, hacer enseguida las paces. Porque de que los esposos permanezcan siempre unidos, depende la felicidad de los hijos.

Y es que esa educación de los hijos depende fundamentalmente del ambiente que se respire en el hogar que debe ser reflejo del cariño entre los esposos, de la mutua comprensión y entendimiento.

LAS LECCIONES SOCIALES EN LA JORNADA MUNDIAL DE LA JUVENTUD

Luis-Fernando Valdés,
@FeyRazon     lfvaldes@gmail.com

El Papa Francisco reunió a los jóvenes de los cinco continentes en la Jornada Mundial de la Juventud (JMJ) en la Ciudad de Panamá. Rezó con ellos y también dio unas excelentes lecciones sobre la dimensión social del cristianismo. Veamos.


1. Sociedad y religión. Todas las religiones tienen una dimensión social, porque sus fieles son las mismas personas que componen las familias, los barrios, las escuelas, las fábricas y los gobiernos.

Por eso, las religiones –y en este caso el cristianismo– tienen mucho que aportar a sus fieles para que aprendan a compartir su vida y sus talentos con el resto de los ciudadanos, que son sus iguales.

Y así, hombro con hombro, los creyentes participan de las mismas inquietudes y problemas de su país y, con las luces que el cristianismo les aporta, pueden contribuir con soluciones a los conflictos sociales, laborales, etc., poniendo siempre por delante el respeto a la dignidad humana.

2. La preocupación social y la política. En las sociedades modernas, la laicidad del Estado es importante para garantizar que cualquier ciudadano pueda confesar la fe religiosa que desee, sin ser coaccionado ni reprimido.

Pero la historia de América Latina ha tenido episodios complicados, en los que esa laicidad estatal se confundió con un prohibir las manifestaciones sociales de las religiones, y más en concreto del Catolicismo.

Todo eso ha producido un prejuicio, el de confundir las cuestiones sociales con la política. No pocas personas consideran una intromisión en política, cuando la Iglesia católica habla de temas de migración, justicia, etc. Pero no es así, porque las cuestiones sociales no se resuelven únicamente desde la política.

3. San Óscar Romero y las cuestiones sociales. También durante la JMJ, el Papa Francisco se reunió con los obispos de Centro América y les habló de la Iglesia como Pueblo de Dios, basando su discurso en la figura del obispo mártir salvadoreño.

La primera lección del Papa fue que las preocupaciones sociales de Mons. Romero no fueron fruto de una mentalidad política, sino brotaron de su amor a la Iglesia y del estudio del Magisterio del Concilio Vaticano II.

Francisco explicó que San Óscar “no fue ideólogo ni ideológico; su actuar nació de una compenetración con los documentos conciliares”, que le ayudaron a contemplar la Iglesia como Pueblo de Dios, y por eso supo “escuchar los latidos de su pueblo, percibir ‘el olor’ de los hombres y mujeres de hoy hasta quedar impregnado de sus alegrías y esperanzas, de sus tristezas y angustias”(Discurso, 24 ene 2019).

4. La cultura del encuentro. En su primer reunión con los jóvenes, Francisco les explicó que las diferencias culturales, de lenguas y de vestimenta no impidieron que se pudieran encontrar y confesar juntos a Jesucristo, y que por eso se convirtieron en “maestros y artesanos de la cultura del encuentro”.

Y explicó el Papa que la “cultura del encuentro” es la que nos hace “caminar juntos desde nuestras diferencias” pero con un amor. Esta cultura se opone a todos los que se empeñan en excluir o expulsar a los que “no son como nosotros”.

El encuentro se funda en que “el amor verdadero no anula las legítimas diferencias, sino que las armoniza en una unidad superior” (Benedicto XVI, Homilía, 25 enero 2006). Por eso, Francisco invitó a los jóvenes a ser “constructores de puentes” y no ser “constructores de muros” (Discurso, 24 ene 2019).

Epílogo. A pesar de la crisis producida por los escándalos de pedofilia en la Iglesia, la doctrina social católica tiene mucho que aportar a las naciones, porque la semilla del Evangelio contiene tanto un poderoso mensaje de unidad entre los pueblos, como el principio unificador de todas las diferencias sociales e históricas: Jesucristo.

LAS MADRES Y EL INFIERNO

P. Mario Arroyo,
Doctor en Filosofía.
p.marioa@gmail.com

¿Qué sucede con una madre que va al Cielo y descubre que sus hijos están en el infierno? ¿Puede ser feliz? ¿Es posible sufrir en el Cielo? Preguntó una alumna de Teología.


No nos podemos imaginar el Cielo. Nuestros parámetros humanos no están calibrados para hacernos una idea cabal de lo que será gozar de Dios. Pero el planteamiento es incisivo, pues explora la posibilidad de “sufrir en el Cielo”, con lo que nuestra felicidad plena sería imposible.

Antes de seguir, debo confesar que, por lo menos para mí, esta cuestión es un misterio. Pero, como todo desafío a nuestra razón y nuestra comprensión de lo sobrenatural, no deja de ser interesante.

En teoría no debería ser así, pues el principio teológico-filosófico es muy claro: Nuestra voluntad está hecha para el bien, una vez percibido el bien sumo con nitidez no se puede elegir otra cosa. 

No es que se pierda la libertad, es que nuestra libertad está hecha para el bien y este, conocido con claridad, no puede ser postergado por ninguna otra realidad. 

Nuestra capacidad de pecar o de elegir otra cosa que no sea Dios mismo descansa en la percepción imperfecta de Dios, en el no conocerlo con claridad. Pero una vez percibido el Bien Sumo, satura, por decirlo de algún modo, nuestra capacidad de bien y, por lo tanto, de felicidad.

Ese es el principio teológico claro. Pero entonces, ¿una madre que ve a sus hijos en el infierno o que, sencillamente, no se reúne con ellos en el Cielo, puede ser plenamente feliz? ¿No afecta ello a una parte esencial de su ser, que es precisamente su condición de madre? ¿Dejan de tener relevancia todo tipo de relaciones en el cielo? Así lo parece sugerir el mismo evangelio, que dice: “En la resurrección, ni se casan ni se dan en matrimonio, sino que son como los ángeles de Dios en el cielo” (Mateo 22, 30). 

Pero,   por    otra    parte,  el Magisterio   de   la    Iglesia    explica   -basado también en la Escritura-, por ejemplo, cómo nuestra condición sexuada permanece en la otra vida e incluso configura nuestra espiritualidad (ver, por ejemplo, el interesante texto: “Carta a los obispos de la Iglesia Católica sobre la colaboración del hombre y la mujer en la Iglesia y en el mundo”, números 8 y 12).

 Por otra parte, el testimonio de los santos, expresión a su vez del dogma de la comunión de los santos, así como de la comprensión de la Iglesia como misterio de comunión, es concorde en mostrar cómo en la otra vida se interesan por la vida presente e influyen positivamente en ella. 

Efectivamente, en la plena comunión con Dios se potencia el amor hacia nuestros semejantes.

El mismo Jesucristo, que es la clave teológica por excelencia, nos muestra en su resurrección cómo será nuestra condición al final de los tiempos. 

En el Cuerpo resucitado de Jesús hay una continuidad y una discontinuidad; no le reconocen algunas veces o tardan en hacerlo, pero al final descubren que es Él. Pero, en cualquier caso, trata a los apóstoles con la misma familiaridad y cercanía que antes, no parece haber habido allí ninguna ruptura.

Pienso que, para responder a esta pregunta, puede ser útil una precisión que hacía san Juan Pablo II en su libro “Memoria e Identidad” y que retoma Benedicto XVI en su encíclica Spe Salvi: “Dios no puede padecer, pero se puede com-padecer”. Volviendo al ejemplo de la madre, creo que está fuera de duda que nadie lo quiere más a uno que su madre, pero aunque pueda parecer imposible, Dios nos quiere más que todas las madres del mundo unidas. 

Es decir, si es un misterio cómo se compagina el gozo infinito del Cielo con la ausencia de los propios hijos allí, no debemos olvidar que, antes de ser hijos de nuestros padres, somos hijos de Dios o, más que hijos de nuestros padres, somos hijos de Dios.

De esta forma, el “sufrimiento” de una madre por la privación de sus hijos en el Cielo es correlativo al “sufrimiento” de Dios por la misma causa. Ahora bien, Jesús que murió en la Cruz para salvarnos y es Dios, respeta nuestra libertad –mal empleada- para condenarnos. 

Acepta “fracasar” (por decirlo de algún modo) en el hijo suyo que se pierde y por quien también derramó toda su Preciosa Sangre. 

La libertad es entonces también un misterio, que Dios respeta y nuestras madres en el Cielo -esperemos que no sea el caso- también. 

Ahora bien, ellas, al gozar de Dios, tendrán saturada su capacidad de bien, de gozo y felicidad. ¿Cómo será compatible eso con la pregunta planteada al inicio? Me parece que es un misterio, que no podemos terminar de resolver, pues la realidad del Cielo es ajena a toda experiencia que hayamos tenido o podamos tener.

jueves, 24 de enero de 2019

¿POR QUÉ ES TAN IMPORTANTE VIVIR LA TEMPLANZA?

Mtro. Rubén Elizondo Sánchez,
Departamento de Humanidades de la
Universidad Panamericana, Campus México.
rubeliz@up.edu.mx

Evagrio Póntico, Nació en el año 345 dC, en el pueblo de Ibora dentro de la provincia romana llamada Ponto, y falleció en 399 D.C.


Personaje notorio por la facilidad de palabra y excelencia de sus escritos. Insigne orador de su época y maestro en las discusiones, se ganó la vida escribiendo desde muy joven.

La extensión y calidad de sus obras influyeron notablemente en su entorno alcanzando rápida difusión.

En su escrito titulado Antirretikós o De octo spiritibus malitiae (sobre los ocho espíritus malvados) adopta la figura literaria llamada aforismo (sentencia breve que concentra un conocimiento). Examina ocho tendencias primarias en el ser humano que son precedentes de los siete vicios capitales que llegaron hasta nuestra época.

Evagrio destaca la presencia de ocho los espíritus malos que dan batalla implacable al hombre para evitar que logre su pleno desarrollo personal en los diversos ámbitos de la vida cotidiana. Estos son: la glotonería o gula, la avaricia, la vanagloria, la soberbia, la apatía o acedia, la fornicación o adulterio, la tristeza, y la cólera.

De la gula escribe: “quien domina el propio estómago hace disminuir las pasiones, al contrario, quien es subyugado por la comida incrementa los placeres” [...], “una tierra sin cultivar genera espinas y de una mente corrompida por la gula germinan pensamientos malignos” [...], “El ojo del goloso escruta con curiosidad los banquetes, mientras que la mirada del temperante observa las enseñanzas de los sabios” [...]

¿Qué podemos aprender del aforismo de gula? Imagínate a una persona dominada por la gula, con pensamientos centrados en cómo complacer el paladar de forma abundante y exquisita; que no atiende o que ya no puede apreciar las enseñanzas de los sabios, o los consejos de buenos amigos, de seres queridos, o de familiares.

 En no poco tiempo, estaremos contemplando azorados a un tipo al que bien podríamos calificar de “globo terráqueo” en pantalones y con la tripa llena.

El placer de comer es una tendencia de la naturaleza del ser humano. La comida y la bebida son necesarias para dar curso natural al crecimiento personal. No podemos dejar de comer. Pero podemos aprender a comer lo justo y necesario. Y precisamente en esto se encuentra la virtud de la templanza: en conocer el justo medio para cada uno en el uso de los bienes fungibles. 

Porque, en mi opinión, es mucho mejor que el cuerpo sea mi esclavo y no que yo mismo sea esclavo de mi cuerpo.

Los griegos llamaban autodominio a esta cualidad del ser humano. No solamente en referencia a los bienes alimenticios, sino a todos los bienes materiales que se presentan a nuestra consideración o deseo a lo largo de los años. 

El dominio de las tendencias naturales se convierte en autoridad, nobleza, firmeza de carácter y, por supuesto, felicidad. Es cuestión de intentarlo una, dos, tres veces o las que sean necesarias para adquirir la virtud de la templanza y dominar el feo vicio de la gula.

MÉXICO: SIMULACIÓN, EXPECTACIÓN O QUIZÁ PESADILLA

Mtro. Rubén Elizondo,
Departamento de Humanidades de la
Universidad Panamericana, Campus México.
rubeliz@up.edu.mx

La naturaleza y los resortes del nuevo régimen político, en parte son iguales y en parte son diferentes del gobierno anterior. A menudo se encuentran, en ambos, raíces más extensas y ramaje diverso. Si se exige un principio por el que valga la pena confiar para entender qué está pasando, todo apunta al poder ganado en las urnas.


Pero se me figura una metamorfosis más amplia, mucho más problemática que los flecos de una hazaña. Se nos proporcionan indicios, líneas, consejos y justificaciones de todo tipo. 

Desde el primero de julio pasado, el partido ganador no ha dejado de ejercer influencia hasta el día de hoy. El pasado fue una ilusión, un ensayo histórico equivocado del neoliberalismo económico desdibujado en un fracaso.

Comencemos por el final del principio: el nuevo régimen está convencido, y lo demuestra con tino coreando la frase “el movimiento es histórico”. La votación más abrumadora que ningún presidente y partido político hayan logrado jamás. 

No la veo en realidad como una revolución y no deseo verla como un derrumbe. La cantidad de votos no es indicio ni promesa de calidad, porque apunta más al deseo de los votantes que se debe de colmar con frutos provechosos y consecuencias significativas, prontas, a mediano y largo plazo. Ahora, sobre todo prontas.

¿Será el porvenir de una ilusión o quizá una pesadilla? El fondo parece apuntar hacia una creencia al parecer indestructible que quizá rememora los enfoques estructuralistas de Marx, tan pasado ya de moda. En la superficie, nos obsequian con insistencia ejemplares de la “Cartilla Moral” de Alfonso Reyes, obsequio provocador de rechazo sin igual por parte de la intelectualidad autocalificada de liberal.

¿Expectación? En parte si y en parte no. La espera acumula décadas y millones de actos de conformidad y aguante. Pero se acerca el límite –posiblemente la tragedia del pasado viernes-- tras el cual asoma la desesperanza. 

Los bienes materiales difíciles de conseguir, pero alcanzables, mantienen la alerta de la esperanza, pero si son inalcanzables despiertan la desesperación. Los males difíciles de evitar si son evitables nos mantienen vivos en la espera, y si son inevitables revientan y conducen a la desesperación. ¿En que confiamos?, ¿en quién confiar?

No me parece correcto escribir sobre profetismos o mesianismos porque apuntan al mañana.

Y lo que se debate en estos meses intenta el camino adecuado para fincar las bases del futuro. Por eso, no se pueden desechar a la ligera los puntos de apoyo que ofrece el presidente al presentar el escrito de Alfonso Reyes como estrategia inherente, indispensable, en orden a los nuevos tiempos.

Escuché en Radio UNAM el domingo pasado por la mañana un comentario que ratificaba la existencia de 12,500 tomas ilegales de gasolina el año anterior. El locutor afirmó la bondad que proporcionaron los eventos ilícitos ya que el robo alimentó muchas bocas. Sin embargo, no mencionó a otras tantas bocas que dejaron de alimentarse por el gasolinazo del gobierno anterior.

Ahora me explico --de alguna manera-- el porqué del inesperado aumento del precio del combustible. Miles de millones de pesos dejaron de ingresar a las arcas públicas, por lo cual resultó indispensable cobrar la pérdida a la ciudadanía.

El punto de apoyo radica en que no se debe robar, no se vale defraudar, no es correcto dañar al prójimo. La idea se desprende de la cartilla moral, no de la religión. ¿A quién le gusta que le roben? 

Independientemente de la cultura, la época, la ideología, el país, la lengua o siglo en que se vivió o se vivirá, “a nadie nos gusta que nos defrauden”. Eso esperamos. También esperamos castigo a quienes actuaron contra sus compatriotas.

¿Será una pesadilla adelantar que continuarán los fraudes y robos mientras siga viva la especie humana? Es un asunto de uso correcto o incorrecto de la razón y de la libertad. Es un proyecto para incluir en los contenidos educativos, públicos y privados. 

Desde luego, si el robo es famélico la gravedad se mide desde otra perspectiva, que no abordaré en estas líneas.

En otra estación de radio se habló, el sábado pasado en la noche, sobre la existencia de cerca de 18,000 ordenamientos jurídicos en todo el país. Al día de hoy, no he leído ni escuchado queja alguna en relación con tales imposiciones legales que norman la conducta y costumbres humanas.

Qué contradictorio. La cartilla moral baraja muy pocos principios que norman la acción humana de acuerdo a la naturaleza humana, en bien de la persona, la sociedad y el país. ¿La respuesta al día de hoy? Una tragedia nacional porque nos quieren imponer preceptos “religiosos”.

No es así. Incontables intelectuales, empresarios y políticos tendrán que esforzarse en silencio muchos años sin cantar victoria porque los de ahora --en el fondo-- no pueden ser acompañantes de andanzas de nadie. Recuperemos nuestras raíces, leamos la cartilla moral.

domingo, 20 de enero de 2019

LA GRAN DIGNIDAD DEL SER HUMANO

Pbro. José Martínez Colín
articulosdog@gmail.com

1) Para saber

En una clase de doctrina, la profesora invitaba a las niñas a que le 
hablaran a Dios sobre lo que trajeran en su corazón. Entonces una niña preguntó: “Y cuando rezo a Dios, ¿le puedo decir “papá” o tengo que hablarle de “usted”?


Jesús nos revela que podemos llamarle papá a Dios. San Pablo afirma: “No recibisteis un espíritu de esclavos para recaer en el temor, antes bien, recibisteis un espíritu de hijos adoptivos, que nos hace exclamar: “¡Abbá, Padre!” (Rom 8.15). 

La palabra “Abbá” significa “papá” y está en lengua aramea, que es la que hablaba Jesús, por lo que se puede afirmar que la pronunció exactamente así.

Continuando las catequesis sobre el “Padre nuestro”, comenta el Papa Francisco que la novedad del Evangelio está en el modo nuevo de tratar a Dios. Ahora sin ningún miedo, podemos hablarle con la confianza de un hijo.

2) Para pensar

Hace años un profesor de Teología llamado Ramón García de Haro tuvo la oportunidad de cenar con el Papa Juan Pablo II. Hablaron de la crisis del hombre del día de hoy. Y en un momento de silencio oyó que el Papa decía en voz baja, hablando consigo mismo o quizá hablando con Dios: “La tragedia del hombre actual es que se ha olvidado de quién es”.

En verdad es una gran tragedia perder de vista haber sido llamados a ser hijos de Dios, imagen de su Hijo. Olvidar que somos hijos de Dios es olvidar nuestra más alta dignidad. Pensemos si solemos considerar nuestra filiación divina.

3) Para vivir

Cuando decimos “Padre nuestro”, con el corazón estamos invitados a decir “Papá”, a tener una relación con Dios como la de un niño con su papá. Esta expresión, dice el Papa Francisco, evoca afecto, intimidad, calidez, algo que nos proyecta a la infancia: la imagen de un niño envuelta en el abrazo de un padre que siente una infinita ternura por él. 

Por eso, para rezar bien hay que llegar a tener un corazón de niño. No un corazón autosuficiente, sino como un niño en brazos de su padre, de su papá.

Comprenderemos mejor lo que significa que Dios sea nuestro Padre con las enseñanzas de Jesús. Por ejemplo, en la parábola del hijo pródigo descubrimos que el padre es pura misericordia al perdonarle todo y darle un abrazo amoroso. 

Es un padre que es solo amor, nada de odio o venganza. Un padre que tiene algo que recuerda mucho el alma de una madre. Una madre que siempre excusa a su hijo, que lo sigue queriendo, incluso cuando ya no se merece nada. 

Por eso Dios no solo es un padre, es como una madre que nunca deja de amar a su hijo.

El Papa Francisco nos recuerda: “Dios vislumbra en ti una belleza, aunque pienses que has desperdiciado todos tus talentos en vano”.

Aunque caminemos por sendas alejadas de Dios, como le pasó al hijo pródigo; o experimentemos una soledad que nos haga sentirnos abandonados en el mundo; o que nos equivoquemos y estemos paralizados por un sentimiento de amargura y culpabilidad.. 

En esos momentos difíciles, nos aconseja el Papa, “dile ‘Padre’, ‘Papá’ y Él te contestará. ¡Tú tienes un Padre que te ama!” Aunque no lo busquemos Él nos busca, aunque nos olvidemos de Él, nos sigue amando. Nunca os olvidéis de decir “Padre”. 

AMOR Y FIDELIDAD CONYUGAL SON SINÓNIMOS DE FELICIDAD

Raúl Espinoza Aguilera,
@Eiar51

El amor en el matrimonio es como una plantita que se riega todos los días. Se debe tener siempre la ilusión de querer cada día más al cónyuge con sus virtudes, pero también con sus defectos.


Para ello es importante vivir los detalles pequeños en la convivencia cotidiana que cristalicen o manifiesten ese verdadero amor. Debe conllevar todos los cuidados y atenciones para que ese afecto nunca muera ni se avinagre o se vaya apagando con el paso del tiempo.

Una señora vecina me comentaba cierto día: “Cuando estábamos de novios, mi esposo tenía infinidad de detalles de delicadeza conmigo: me abría la puerta del coche, me acercaba la silla cuando me iba a sentar, me invitaba a cenar taquitos de carne asada -¡qué tanto me gustan!-, luego, íbamos al cine”. Y continuaba: “Con frecuencia me traía flores o algún regalo, como chocolates, dulces… ¡Pero a 
partir del día en que nos casamos, se acabaron todos esos detalles de cariño!”–comentaba con dolor y pena.

Para que el amor no pierda su lozanía, los esposos deben hacer un esfuerzo por mantener los mismos detalles que cuando eran novios, o quizá más, porque con los años se ha incrementado ese trato y cariño. Hay que evitar todo tipo de acostumbramientos para no caer en la insensibilidad, el olvido o la indiferencia, que constituyen como la tumba del verdadero amor.

En cierta ocasión, una madre de familia se quejó con su esposo porque notaba que no le manifestaba su afecto. Él le contestó secamente: “¿No te traigo el dinero quincena tras quincena? ¿No te llevo una vez al año de vacaciones? ¿No te acompaño al médico cuando te enfermas? ¿No te invito a comer a restaurantes algunos domingos? ¿Qué más quieres?”. Lo único que quería esa señora era que su marido le externara –al menos de vez en cuando- que la amaba; eso era todo.

Es admirable la anécdota que se cuenta del estadista alemán Otto von Bismarck (1815-1898). Estaba casado con una mujer procedente de un modesto pueblo de Alemania y ella no pertenecía a la aristocracia.

Bismarck viajaba con mucha frecuencia y se entrevistaba con importantes personalidades, de ambos sexos, del mundo de la política, de la realeza, de la diplomacia, de la cultura…

En muchas ocasiones, ella no podía acompañarlo en esos viajes. Un día ella le externó, por carta, un temor que sentía: “¿No te olvidarás de mí que soy una provincianita, en medio de tus princesas y embajadoras?”

Él le respondió de modo contundente: “¿Olvidas que me he desposado contigo para amarte?”

Es decir, Bismarck no le dijo que se había casado con ella porque la amaba cuando eran novios o de recién casados, sino que le comunicó lo que pensaba sobre esa unión matrimonial, en el tiempo presente, y mirando hacia el futuro: “me he casado contigo para amarte por siempre”.

El amor debe ser una decisión para toda la vida. Al constituir un hogar y formar una familia se consolida una comunidad de vida en la que los esposos se comunican los anhelos más íntimos, como el procrear hijos y educarlos; las ilusiones, los ideales, la totalidad del ser y la existencia.