miércoles, 21 de noviembre de 2018

UNA CONSTITUCIÓN MORAL INSPIRADA EN LA OBRA DE ALFONSO REYES

Mtro. Rubén Elizondo,
Departamento de Humanidades de la
Universidad Panamericana. Campus México.
rubliz@up.edu.mx

En el mes de noviembre de 2011, Letras Libres (No. 206) publicó un artículo muy interesante:

“AMLO y su “Cartilla moral”. La rúbrica es de un colaborador de la revista. “Un escritor, editorialista y académico, especialista en poesía mexicana moderna”, (cfr. https://www.letraslibres.com/mexico-espana/amlo-y-su-cartilla-moral, in fine).

El autor escribe al final de su artículo: “Es obvio que una de las lecciones de la “Cartilla moral” que mejor leyó el candidato es la que avisa del peligro de tomarnos “con demasiada solemnidad, porque ello esteriliza el espíritu, comienza por hacernos vanidosos y acaba por volvernos locos.”

Al inicio de la “Cartilla moral” (p.39, edición UANL) se lee: LECCIÓN I. LA MORAL Y EL BIEN Y en el primer párrafo: “El creyente hereda, pues, con su religión, una moral ya hecha, pero el bien no sólo es obligatorio para el creyente, sino para todos los hombres en general” (cita n.3: “El fin último del hombre es la felicidad plena y definitiva; para alcanzarla necesita actuar de acuerdo a la moral procurando el bien”).


Las lecciones de la “Cartilla moral” –conciencia del entorno—obra de Alfonso Reyes (1889-1959), son descalificadas por el articulista, no con argumentos de razón sino con falacias emocionales y ad hominem: “un gordo adinerado, funcionario amigo de poderosos y del “partido oficial”, que exige respeto al Estado, y que además por haber vivido en el siglo pasado rebasó su fecha de caducidad”. (cfr. artículo mencionado). 

Si esas lecciones esterilizan el espíritu, trastocan al lector en vanidoso y acaban por volvernos locos, no alcanzo a explicarme la génesis por la cual ahora, a pocas décadas de haber desechado la aportación de Reyes, nos topamos con gran número de pensadores de espíritu infértil pero libre, hinchados vanidosos y notoriamente chiflados.

Pitágoras, Beethoven, Mozart, rebasaron su fecha de caducidad, y siguen siendo actuales. Lo mismo sucedió con Eratóstenes, Euclides e Hypatia de Alejandría. No digamos con Arquímides, Newton, Shekaspeare y Cervantes. 

Infinidad de arcaicas cumbres nevadas continúan fertilizando el valle intelectual y cultural del ciudadano común y corriente con el beneficio del agua de su deshielo.

En cierto sentido el Código de Hammurabi es actual y no es manifestacion religiosa. Si los dioses lo entregaron al príncipe, y dioses hubo por todas partes en aquellas culturas, más bien parece que la “entrega” revela el descubrimiento de comportamientos que deben ser así, porque responden a la naturaleza del ser humano en cuanto animal racional.

El colaborador de Letras Libres es diestro en poesía mexicana moderna y afamado escritor.

Su obra es brillante, de excelente prosa y reconocida calidad. Pero en cuestiones de moral y/o ética le falta recorrer todavía más el largo camino del conocimiento de la disciplina filosófica llamada Ética o Moral. 

Como a todos en este país, a él también le asiste la libertad de exponer lo que le venga en gana o, como insisten los mass media, “está en todo su derecho” de exteriorizar su particular modo de pensar.

Así las cosas, resulta conveniente descifrar pronto qué sea la ética o la moral. Me parece relevante acudir a la etimología de la palabra pues en el concepto original se encuentra su significado, su límite y su concordancia.

Moral es un concepto de germen latino. Proviene del término moris (“costumbre”). Se trata de un cúmulo de usos, valores y normas de acción para un ser humano en uso de razón. 

Funciona como una guía para obrar. La moral orienta acerca de lo que el ser humano debe hacer o evitar, en orden a la felicidad en esta vida. Fin, bien y felicidad coinciden en cierto sentido. 

De esta forma, a los actos humanos se les califica de correctos (buenos) o incorrectos (malos). Pero esta guía no es de religión. Es un indicador de la naturaleza humana, es principio de operación. Comúnmente se le denomina ley natural moral. Y se encuentra inscrita en los corazones de todos y cada uno de los hombres, independientemente de la cultura, época, religión, nacionalidad, idioma, siglo o modo de pensar.

Ética proviene de la palabra griega ethos, especie de naturaleza y chispazo de actuación. El hombre –varón, mujer-- va forjando su carácter al tiempo que contrae hábitos. 

Desde esta perspectiva, la expresión adquiere un sentido moral, porque el ethos es lo que se forma en el hombre con base en su modo de vida, fundado en principios de carácter natural y es susceptible de una valoración como acto humano bueno o malo.

En resumen, moral y ética significan lo mismo. No se debe confundir moral con ética y menos con principios religiosos de ningún tipo. Tampoco se debe confundir moral con “moral cristiana” ni envolver la ética con la “ética cristiana”.

¿Qué contenido religioso muestran los siguientes principios de actuación? “Haz el bien, evita el mal”; “No hagas a otros lo que no quieras que te hagan a ti”; “El todo es mayor que la parte”, “Todos los hombres tienden naturalmente a saber”, “No se debe quitar la vida a un inocente”, “No se debe robar”, “A todo cargo, corresponde un abono”, “A nadie le gusta que le engañen”, “El respeto al derecho ajeno es la paz”, “Solidaridad con el necesitado”, “Todos tenemos derecho a la honra”, y otros más. 

Son principios de orden natural, denominados ley natural moral. Si los principios señalados caducan con el siglo, habrá que construir otros puntos de apoyo notoriamente superiores para mejorar la educación del ser humano. 

No cabe duda que la descalificación de la ley natural moral esteriliza, vuelve vanidoso y termina por enloquecer al más inteligente de los intelectuales y al más inteligente de los mediocres.

Y de paso, la deposición de los principios de ley natural moral destruye nuestro hogar común. Ya lo estamos viendo. ¿Queremos ver más devastación?

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