domingo, 7 de octubre de 2018

LA HISTORIA DE UN HOMBRE QUE NO PERDONABA Y SE CUBRIÓ DE LLAGAS

Pbro. José Martínez Colín,
articulosdog@gmail.com

1) Para saber

Con motivo del centenario de la declaración de independencia de las naciones bálticas, el Papa visitó estos países, así que sobre los Mandamientos hablará después.


En una homilía, el Papa Francisco señala que para ser un buen cristiano, además de haber sido bautizado, es preciso vivir como cristiano y apunta cuatro elementos para construir un “estilo cristiano” de vida: “amen a sus enemigos; hagan el bien a aquellos que los odian; bendigan a aquellos que los maldicen; recen por aquellos que los tratan mal”. 

En una palabra, la caridad. Pero con todos, haciéndose más patente con los que nos hacen un mal.

2) Para pensar

Una escritora, María del Mar, tiene unos relatos edificantes. A continuación resumo uno llamado “El caballero que no sabía pedir perdón”.

Érase una vez un despiadado caballero que durante su vida había sembrado la discordia y causado dolor a muchas personas.

Un día, al levantarse, observó que tenía unas llagas purulentas y malolientes en la piel de su cuerpo. Y cada día, sus úlceras iban creciendo. 

Asustado, decidió acudir al lago azul, donde habitaba una ninfa que curaba las enfermedades.

Al llegar se sentó en la orilla del lago. De pronto, emergió de las aguas una hermosísima ninfa que le preguntó: “Caballero ¿qué has venido a buscar aquí?”

El hombre respondió: “Sufro de terribles heridas”. El hada le dijo: “Tus llagas son el fruto del odio que llevas en tu corazón.

Tan sólo el bálsamo del perdón puede curarte”. El aristócrata enfurecido se alejó de allí.

Pasó el tiempo y, una tarde, el caballero regresó al lago. La ninfa apenas lo reconoció, pues habían crecido las llagas. 

El hombre angustiado le pidió ayuda y exclamó: “¡Ayúdame! Me he convertido en un monstruo repugnante, y sufro de terribles dolores”. 

La ninfa le respondió: “Las úlceras son el fruto de tu odio y sólo el bálsamo del perdón puede sanarte”. El hidalgo, cabizbajo, se alejó del lugar.
Pasó el tiempo y, un amanecer, llegó al lago un apuesto joven. La mágica dama emergió de las aguas y le preguntó:

“¿Qué has venido a buscar aquí?” El joven respondió sonriente:

“¿No me reconoces? Soy aquel caballero lleno de úlceras que vino a pedirte ayuda”. 

El hada, sorprendida, exclamó: 

“De no ser por tu voz, jamás te hubiese reconocido. Ahora eres un joven apuesto y sano”.

El gentilhombre prosiguió: 

“Vengo a darte las gracias, hermosa dama. Puse en práctica tu sabio consejo, y fui a pedir perdón a todos y cada uno de los seres humanos a los que hice daño. Por cada persona que me perdonaba, desaparecía una de mis llagas. Así, hasta curarme del todo”. 

La ninfa sonrió satisfecha: “No me lo agradezcas. Yo soy la voz de tu conciencia. A partir de ahora, ama a tus semejantes y, si quieres hablar conmigo, tan sólo escucha la voz de tu corazón.

En verdad, como el cuento lo relata, el mal que hacemos, realmente nos lo hacemos a nosotros y sólo amando, sanamos en el alma.

3) Para vivir

El amor de Dios se manifiesta en su misericordia, por ello, al perdonar, nos asemejamos a Dios Padre, aseguró el Papa. Ese es el camino que va en contra el espíritu del mundo. Con la ayuda de Dios, es posible perdonar a todos. Pidámosle para no cargar con esas llagas, sino que seamos curados.

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