lunes, 20 de agosto de 2018

¿ELEFANTES ROSAS?

Alejandro Cortés González-Báez,
www.padrealejandro.com

Hoy me topé con una de esas frases que podemos pisar sin darnos cuenta en esa marcada prisa, típica de nuestra época, por llegar lo antes posible hacia ningún sitio. La frase es: “horizontes egoístas”. 


Para no caer en un ambiente negativo, quisiera dejar claro que cuando, en cualquier empresa se busca una certificación de calidad, lo primero que tienen que hacer es detectar los errores.

Abandonar el egoísmo por completo, es prácticamente imposible pero, sin duda, todos podemos luchar contra él, pues es el principal motivo de los problemas que solemos tener a lo largo de nuestras vidas, y si en muchas ocasiones, no es directamente por nuestra culpa, cuando el egoísmo del otro despierta al nuestro que estaba durmiendo la siesta, tenemos todo lo necesario para un buena fiesta de cachetadas, con música incluida. 

Llamamos horizonte, a la línea donde termina —para nuestra vista— la tierra, y comienza el cielo. Dicho en otras palabras, el horizonte es todo lo que alcanza nuestra mirada, y el egoísmo es como la mala hierva que, si no se está cortando de forma continua, va creciendo y creciendo hasta cubrir todo el paisaje.

Sin embargo —y que quede bien claro— “soy egoísta” no es sinónimo de “no tengo remedio”. En toda alma humana hay mucho de bueno, y nuestro trabajo ha de ser el de sacar a flote todo nuestro potencial en bien nuestro, y de los demás. 

Ahora bien, la lucha contra el egoísmo no debemos plantearla jamás como algo obsesivo, por ejemplo a base de repetirnos que debemos olvidarnos de nosotros mismos: “Tengo que olvidarme de mí, tengo que olvidarme de mí”, asunto, que, dicho sea de paso, nos puede llevar al mal humor, e incluso hasta la depresión, al comprobar el fracaso de nuestros intentos. 

Sería tan absurdo como el pretender que alguien no se imagine un elefante color rosa a base de decirle: “no vayas a pensar en elefantes rosas”. 

No sé si la Madre Teresa de Calcuta tuvo necesidad de luchar contra su egoísmo, estando tan ocupada en atender a todo aquel que necesitaba su ayuda y cariño. Aquí está, por lo que parece, la verdadera clave de la felicidad. Quizás nosotros podamos intentarlo.

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