viernes, 13 de octubre de 2017

CUANDO AYUDAR A LOS DEMÁS NO ES NOTICIA

Muchas veces lo bueno no encuentra eco, pero es real, está allí. Vale la pena poner un poco más de atención en esas realidades, pues así se despejan las brumas del pesimismo
desencantado, en el que pareciera estar sumergida la humanidad. 




Uno de los ejemplos, poco conocidos, pues no se trata de una novedad, sino de una realidad a la que nos hemos acostumbrado, es la preocupación que en el seno de la Iglesia se tiene por los pobres.

No solo la Iglesia se preocupa de los pobres, pero no es exagerado afirmar que es quien más hace por ellos, a través de multitud de iniciativas, a lo largo de la historia y a lo ancho del planeta. 

Una de ellas, que cumple este año 400 años de existencia, es el carisma vicentino, es decir, el conjunto de familias religiosas que se remontan a la vida y a la obra de san Vicente de Paul. 

Entorno a la espiritualidad de este santo, para quienes los pobres son “nuestros amos y señores” trabajan actualmente alrededor de dos millones de personas en ciento cincuenta y seis países. 

Se dice pronto, pero es mucho, máxime cuando muchos de ellos, como las Hijas de la Caridad o la Congregación de la Misión, no dedican a esta labor su tiempo libre sino la vida entera.

Es verdad que no se ocupan solo de su bienestar físico, sino también del espiritual, y al alimento del cuerpo unen el del alma. 

En efecto, el bien integral de la persona es mayor que el particular, por más que en la sociedad actual sea bien visto soslayar la dimensión espiritual del hombre y, en consecuencia, de las obras de misericordia. Invirtiendo un refrán popular, muchas veces “dan liebre por gato”, y quien solo buscaba alimento, cobijo o educación, puede terminar
descubriendo a Dios en su corazón, como un reflejo de ese Dios que se manifiesta en las obras de aquellos que se dedican a los pobres, a los niños, a los ancianos, a los enfermos.

Es oportuno traerlo a colación, porque en conmemoración de los 400 años del carisma vicentino, se reunirán en Roma del 12 al 15 de octubre, representantes de muchas de las familias espirituales que se inspiran en San Vicente en un Simposio, en el que participará el Papa Francisco, quien los recibirá el sábado 14 de octubre. 

Vale la pena rezar por la renovación de este carisma, pues la pobreza, tanto material como espiritual, es una realidad cotidiana y tangible en este mundo, y el empeño por remediarla un eficaz antídoto frente al narcisismo imperante.

Pero cuando sobre la Iglesia solo son noticia los escándalos financieros, lamentables, hay que decirlo todo, representa una bocanada de aire fresco descubrir que se trata de una realidad marginal, pero que la inmensa mayoría de la Iglesia, fiel a las enseñanzas de Jesucristo, sigue dando su vida por servir a los más necesitados. 

La inmensa familia fundada por san Vicente de Paul es un ejemplo vivo y elocuente de dicha realidad.

Ahora bien, no hace falta ser religioso para dedicarse a los pobres. El Papa Francisco por delante nos ofrece ejemplos tangibles de como todos algo podemos hacer por quienes están necesitados y son cercanos a nosotros, víctimas de “la cultura del descarte”. 

Personas ancianas, solas, enfermos, presos o, simplemente quienes sufren por la pérdida del trabajo, de un ser querido o por algún tipo de fracaso. 

Muchas veces Dios nos da la posibilidad de estar ahí para
ayudarles y solo por ello tendríamos que darles gracias, pues nos permiten colmar nuestra vida de sentido y fecundidad. 

El espíritu cristiano en general, y el carisma vicentino en particular, se muestran tremendamente actuales y urgentes, pues permiten paliar la formidable crisis espiritual del hombre contemporáneo.

P. Mario Arroyo,
Doctor en Filosofía.
p.marioa@gmail.com

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